LA CATEDRAL DEL VI: MODERNISMO, VINO Y BUENA COCINA EN PINELL DE BRAI

LA CATEDRAL DEL VI: MODERNISMO, VINO Y BUENA COCINA EN PINELL DE BRAI Estamos en la Catedral del Vi, en Pinell de Brai, una joya del modernismo agrario de Martinell, discípulo de Gaudí. Con algo más de un siglo de historia, es un monumento a un momento único de la historia del territorio. La filoxera […] La entrada LA CATEDRAL DEL VI: MODERNISMO, VINO Y BUENA COCINA EN PINELL DE BRAI se publicó primero en El Cocinero Fiel.

May 15, 2025 - 21:02
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LA CATEDRAL DEL VI: MODERNISMO, VINO Y BUENA COCINA EN PINELL DE BRAI

LA CATEDRAL DEL VI: MODERNISMO, VINO Y BUENA COCINA EN PINELL DE BRAI

Estamos en la Catedral del Vi, en Pinell de Brai, una joya del modernismo agrario de Martinell, discípulo de Gaudí. Con algo más de un siglo de historia, es un monumento a un momento único de la historia del territorio. La filoxera había hecho estragos en Francia, así que venían al sur a comprarlo todo. La cooperativa se estaba preparando para dar una respuesta por todo lo alto cuando, las cepas americanas plantadas en Francia, comenzaron a ser productivas. Su abandono repentino ha permitido su conservación como si hubiera parado el tiempo y ahora es una visita espectacular.

Se hace guiada y uno la puede acabar de tres maneras, con un par de vinos y algo para picar, con cuatro o, como en mi caso, con ocho. Esta última se hace por encargo y se puede disfrutar bajo las impresionantes arcadas. Son tres blancos, tres tintos y dos mistelas, siguiendo añadas y acompañadas de pequeñas tapas, entre ellas un brioche con steak tartar y holandesa de mostaza, una empanadilla de ternera al vino tinto o unas fresas con chocolate.

El restaurante es responsabilidad de Fran López, que tiene una estrella Michelin en Villa Retiro, los que os pasáis por aquí de vez en cuando, recordaréis que hace un vídeo hace algún tiempo. El menú está más que bien. Por treinta y cinco euros te sirven cuatro primeros, escoges un segundo y puede elegir dos del espectacular carro de postres, incluye agua y copa de vino, además del pan. Como también hay carta, opté por enseñar tres platos, empezando por la ensalada de tomates y quesos artesanos. Kumato, cor de bou y cherry servidos sobre un brossat, un queso que se obtiene aprovechando el suero resultante de la elaboración del resto de quesos, un lligat d’ovella, un queso de oveja atado con un paño durante su maduración, ambos de leche cruda, y un queso azul de los Pirineos, se acaba con una confitura de tomate y se aliña con un aceite de albahaca.

El comedor es enorme, ideal para una experiencia enogastronómica con amigos, familia o incluso en grupos grandes. El espacio es diáfano, de techos altísimos y entre paredes que tiene mucha historia.

Las porciones del menú son más pequeñas, sino no hay manera de acabarse uno de estos platos. La gente que pide carta los suele compartir. Para el siguiente plato, en la base una parmentier, después un morro guisado tradicionalmente, con un sofrito con cebolla, tomate, pimentón dulce y Gamberro Blanco bien reducido, mucho chup chup y acabado con un picada de ajo, perejil, carquinyolis y un poco de chocolate. El plato se acaba con un huevo poché y un pellizco de flor del Delta, la sal de proximidad. Lo mejor es mezclarlo todo bien. Qué cosa más rica.

Os recomendaría un lomo de bacalao confitado con espinacas, pasas y piñones, un solomillo de ternera con gratén de patatas o un meloso de ternera al vino tinto, pero como sé que lo más espectacular es el chuletón de kilo, vamos a ello. Como curiosidad, lo marcan en una sartén de Amercook, que utiliza la imagen Fran López y tienen un antiadherente cerámico de aceite de oliva. Qué cosas. Una vez marcado, se corta y se sirve sobre una piedra caliente sobre un hornillo, si uno lo quiere al punto, pues se apaga el fuego y listo. Los sirven también con un gratén de patatas y es todo un festival. Ya sabéis que soy más de cerveza, pero aquí no había excusa, nada como un buen tinto para acompañar a un chuletón. Aunque lo cierto es que no creo en los maridajes, si la comida y la bebida están ricas, me importa poco que se lleven bien.

El carro de postres es una maravilla, hay tarta de Santiago, macarrones de café, pistacho, limón, vainilla, frambuesa y chocolate, mousse de Ferrero Roché, brochetas de fruta fresca, carquinyolis y pastissets de cabello de ángel de pastelería de Xerta y los puedes acompañar de una copa de mistela. Me encantan els pastissets y estos carquinyoles, que a diferencia de los de Tarragona, que son pequeños y secos, son tiernos y muy ricos.

En temporada baja abren de viernes y domingo, con un público curioso, los viernes jubilados, de aquí y muchos franceses, los sábados familias que están de visita por la zona y los domingos muchos vecinos. Está todo muy repartido.

Lo pasé muy bien. En el discurso del vino siempre se omite que altera tu estado de consciencia y eso siempre le da un empujón a la experiencia.

Como siempre, muy agradecido a todo el equipo, las dos Nurias, una presentando los vinos y la otra al frente de la cocina, Jessica preparándome los platos con ayuda de Salifu, Andris en limpieza y en la sala Aitana y Claudia. La Catedral del Vi es una experiencia que vale la pena.

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