Una “escalera náutica”, el proyecto turístico que amenaza a ballenas, mantarrayas y tortugas
¿Te imaginas ver a una mantarraya nadando con una aleta hecha pedazos? En Bahía de Banderas, Jalisco, ya es una escena demasiado común. Lo que debería ser un santuario marino para especies protegidas se está convirtiendo en una trampa mortal. El gobierno de Jalisco y el municipio de Puerto Vallarta impulsan la construcción de una […]

¿Te imaginas ver a una mantarraya nadando con una aleta hecha pedazos? En Bahía de Banderas, Jalisco, ya es una escena demasiado común. Lo que debería ser un santuario marino para especies protegidas se está convirtiendo en una trampa mortal. El gobierno de Jalisco y el municipio de Puerto Vallarta impulsan la construcción de una “escalera náutica” (una serie de 12 muelles) con la promesa de mejorar la conectividad y el turismo. Pero está la otra cara de la moneda: más muelles significan más embarcaciones, y más embarcaciones significan más colisiones con especies vulnerables como mantarrayas gigantes, ballenas jorobadas y tortugas marinas.
Escalera náutica, una amenaza para la vida marina
El proyecto de escalera náutica, impulsado por el alcalde de Puerto Vallarta, Luis Ernesto Munguía, y el gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, busca instalar 12 muelles en Bahía de Banderas para facilitar el tráfico de barcos turísticos y locales. Pero los biólogos marinos advierten que esto podría agravar el caos en un ecosistema vital. Iliana Fonseca y Aldo Zavala, del Proyecto Manta, han estudiado mantarrayas gigantes durante una década, identificando casi 500 ejemplares. Un alarmante 30% tienen cicatrices de hélices o redes de pesca. En junio de 2024, grabaron a una mantarraya con la aleta izquierda mutilada, apenas nadando. “Se notaba su sufrimiento,” dice Zavala.
Un costo mortal para la megafauna
Bahía de Banderas no es solo un destino turístico; es un santuario global. Es el único lugar del mundo donde las mantarrayas gigantes conviven tan cerca de comunidades humanas, alimentándose y reproduciéndose frente a Puerto Vallarta. También es un refugio clave para ballenas jorobadas, con más de 12,500 registradas por Ecología y Conservación de Ballenas (ECOBAC) desde 1996. Pero el descontrol marítimo ya cobra vidas. En la temporada 2024-2025, cuatro ballenas jorobadas fueron golpeadas por embarcaciones, la mayoría crías. Astrid Frisch, de ECOBAC, explica que 60% de las víctimas son bebés, muchos incapaces de sobrevivir heridas leves. Las tortugas marinas sufren igual: en 2024, seis murieron con caparazones destrozados.
¿Por qué más muelles podrían empeorarlo?
La escalera náutica planea nuevos muelles, como en Mismaloya, pero no hay un estudio de impacto ambiental claro. Los científicos reportan barcos navegando a más de 50 km/h, ignorando zonas protegidas. “Los capitanes hacen lo que quieren,” dice Fonseca. “Hasta niños manejan lanchas.” Más muelles sin un plan de ordenamiento marítimo aumentarían las colisiones y la contaminación acústica. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) señala la zona sur de la bahía como crítica para mantarrayas y tiburones sedosos, pero los planes oficiales parecen pasar esto por alto.
La paradoja económica
Aquí está el giro: la megafauna marina sostiene la economía local. Los tours de avistamiento de ballenas generan más de 64 millones de pesos (unos 3.2 millones de dólares) por temporada, y el buceo con mantarrayas aporta 600,000 pesos al año. Diez campamentos tortugueros fomentan el ecoturismo. Pero más tráfico náutico podría acabar con estas especies, dañando la reputación de Puerto Vallarta como destino sostenible. Los científicos enviaron una carta a las autoridades de Jalisco y Nayarit, exigiendo un alto hasta que exista un ordenamiento marítimo. Hasta ahora, no han recibido respuesta.
Los científicos hacen un llamado urgente
Frente a esta situación, los investigadores del Proyecto Manta, ECOBAC, GICOFF, GRIMMA y la UNAM enviaron un documento a las autoridades de Jalisco y Nayarit. No están en contra de mejorar la infraestructura, pero insisten en que antes de construir una escalera náutica, se necesita un plan de navegación sostenible. Uno que evite las colisiones, que regule velocidades, que cuide a las especies que hacen de esta bahía algo único en el mundo.
Porque además de su valor ecológico, estas especies también generan ingresos: la observación de ballenas y delfines deja más de 64 millones de pesos por temporada, y el buceo con mantarrayas suma más de 600 mil pesos anuales. Es decir, la biodiversidad también es un activo económico. Pero hasta ahora, ninguna autoridad ha respondido a este llamado. ¿Realmente queremos ser recordados como la generación que destruyó la bahía más biodiversa del Pacífico mexicano en nombre del turismo exprés?