Un incendio arrasa 22 hectáreas de un humedal en el Mar Menor: “Era una depuradora natural de la laguna”
El fuego, que quemó sin remedio el 29 de abril un espacio natural de carrizo imprescindible para evitar la entrada de nitratos al mar, ha puesto el foco en la gestión de los humedales que lleva a cabo la Comunidad Autónoma. La Hita se encontraba en condiciones "muy deficitarias"Cuando el Mar Menor se convierte con la lluvia en un pozo de tierra y nitratos: “Las ramblas son desagües de cultivos” El pasado 29 de abril el Mar Menor contempló impotente cómo un nuevo paisaje se añadía a su ya extenso catálogo de agravios. Un incendio sacudió casi al completo el humedal de La Hita, ubicado entre los términos municipales de Los Alcázares y San Javier. Era una de las pocas zonas naturales que rodean a la laguna en su ribera norte y la protegen de las amenazas externas. El fuego dejó un manto de ceniza y ramas calcinadas y, sobre todo, un olor que dificulta la respiración y penetra de lleno en los pulmones. Ahora la gente llega a este enclave no para pasear, como solía hacer antes, sino para presenciar de primera mano el desastre. El incendio dañó un total de 22 hectáreas. Solo unos pocos puntos permanecieron intocados por las llamas. La Hita, además de ser un humedal de carrizo, cañas y árboles clave en la defensa natural del ecosistema contra la entrada de nitratos y productos químicos procedentes de los campos de cultivo, estaba catalogado como Zona Especial de Protección de Aves (ZEPA), como Zona de Especial Conservación (ZEC) y como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC). Vivían en él especies como la cigüeñuela, el charrancito o la garza común. Sus ejemplares y nidos desaparecieron entre el fuego en plena época reproductiva. Es el incendio más grave de un humedal del Mar Menor desde que hay registros, lo cual adquiere un cariz mayor de relevancia, porque este tipo de parajes, ya muy escasos, son los únicos espacios de la cuenca vertiente de la laguna que no han sucumbido a la agricultura intensiva o a la presión inmobiliaria. Todo apunta a que fue provocado Los agentes medioambientales de la Región de Murcia y los bomberos tardaron más de 24 horas en dar por extinguido el incendio, que se produjo en el mediodía del martes 29. Las pesquisas para conocer las causas del siniestro ya han comenzado, y, según señalan a este periódico fuentes de los agentes medioambientales, se encuentran “en una fase inicial”. Los trabajadores se pasean cuidadosamente por las cenizas, vestidos con trajes ignífugos manchados de hollín, y dibujan en el suelo un mapa de acción que les permitirá conocer el punto exacto donde saltó la primera llama. A partir de ahí sabrán cronológicamente qué sucedió, aunque ya trabajan con una hipótesis precisa. “Es un sitio de paseo, de tránsito de personas. Eso lleva a pensar que ha sido provocado, aún no sabemos si de manera fortuita o intencionada”, explican. Los agentes tienen claro que el fogonazo original se produjo en una zona cercana a la base militar que años atrás actuó como aeropuerto autonómico. Un poco más al fondo se ubica un camping de caravanas en temporada baja. El fuego corrió imparable hacia el oeste, hacia los edificios de apartamentos del final de Los Alcázares, impulsado por un viento de levante fortísimo que “propició que se propagara en cuestión de pocos minutos”. Miembros del cuerpo de bomberos y varios vehículos de la Academia General del Aire conformaron un operativo que improvisó, asimismo, un cortafuegos con maquinaria pesada que fue determinante para contener las llamas. La Policía Judicial de la Guardia Civil ya se encarga de repasar las cámaras de videovigilancia cercanas en busca de rastros de esa acción intencionada o involuntaria que inspeccionan los agentes medioambientales. El carrizo y la agricultura intensiva Pero el viento, que llegó a alcanzar rachas de hasta 45 kilómetros por hora, no fue la única razón que dio paso a que la voracidad de las llamas devorara La Hita. El incendio ha puesto ahora el foco en la gestión de la Consejería de Medio Ambiente murciana en este tipo de reductos que abrazan una parte imprescindible de la laguna. “El saladar, que es el humedal por excelencia del Mar Menor, ha ido siendo sustituido en las últimas décadas por el carrizal, como lo era La Hita. Esa es una consecuencia de la llegada de grandes caudales de agua de regadío del Campo de Cartagena, del uso de fertilizantes y de un acuífero que rebosa por encima del nivel freático y que también está contaminado”, afirma el director de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) Pedro García.

El fuego, que quemó sin remedio el 29 de abril un espacio natural de carrizo imprescindible para evitar la entrada de nitratos al mar, ha puesto el foco en la gestión de los humedales que lleva a cabo la Comunidad Autónoma. La Hita se encontraba en condiciones "muy deficitarias"
Cuando el Mar Menor se convierte con la lluvia en un pozo de tierra y nitratos: “Las ramblas son desagües de cultivos”
El pasado 29 de abril el Mar Menor contempló impotente cómo un nuevo paisaje se añadía a su ya extenso catálogo de agravios. Un incendio sacudió casi al completo el humedal de La Hita, ubicado entre los términos municipales de Los Alcázares y San Javier. Era una de las pocas zonas naturales que rodean a la laguna en su ribera norte y la protegen de las amenazas externas. El fuego dejó un manto de ceniza y ramas calcinadas y, sobre todo, un olor que dificulta la respiración y penetra de lleno en los pulmones. Ahora la gente llega a este enclave no para pasear, como solía hacer antes, sino para presenciar de primera mano el desastre.
El incendio dañó un total de 22 hectáreas. Solo unos pocos puntos permanecieron intocados por las llamas. La Hita, además de ser un humedal de carrizo, cañas y árboles clave en la defensa natural del ecosistema contra la entrada de nitratos y productos químicos procedentes de los campos de cultivo, estaba catalogado como Zona Especial de Protección de Aves (ZEPA), como Zona de Especial Conservación (ZEC) y como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC).
Vivían en él especies como la cigüeñuela, el charrancito o la garza común. Sus ejemplares y nidos desaparecieron entre el fuego en plena época reproductiva. Es el incendio más grave de un humedal del Mar Menor desde que hay registros, lo cual adquiere un cariz mayor de relevancia, porque este tipo de parajes, ya muy escasos, son los únicos espacios de la cuenca vertiente de la laguna que no han sucumbido a la agricultura intensiva o a la presión inmobiliaria.
Todo apunta a que fue provocado
Los agentes medioambientales de la Región de Murcia y los bomberos tardaron más de 24 horas en dar por extinguido el incendio, que se produjo en el mediodía del martes 29. Las pesquisas para conocer las causas del siniestro ya han comenzado, y, según señalan a este periódico fuentes de los agentes medioambientales, se encuentran “en una fase inicial”.
Los trabajadores se pasean cuidadosamente por las cenizas, vestidos con trajes ignífugos manchados de hollín, y dibujan en el suelo un mapa de acción que les permitirá conocer el punto exacto donde saltó la primera llama. A partir de ahí sabrán cronológicamente qué sucedió, aunque ya trabajan con una hipótesis precisa. “Es un sitio de paseo, de tránsito de personas. Eso lleva a pensar que ha sido provocado, aún no sabemos si de manera fortuita o intencionada”, explican.
Los agentes tienen claro que el fogonazo original se produjo en una zona cercana a la base militar que años atrás actuó como aeropuerto autonómico. Un poco más al fondo se ubica un camping de caravanas en temporada baja. El fuego corrió imparable hacia el oeste, hacia los edificios de apartamentos del final de Los Alcázares, impulsado por un viento de levante fortísimo que “propició que se propagara en cuestión de pocos minutos”. Miembros del cuerpo de bomberos y varios vehículos de la Academia General del Aire conformaron un operativo que improvisó, asimismo, un cortafuegos con maquinaria pesada que fue determinante para contener las llamas. La Policía Judicial de la Guardia Civil ya se encarga de repasar las cámaras de videovigilancia cercanas en busca de rastros de esa acción intencionada o involuntaria que inspeccionan los agentes medioambientales.
El carrizo y la agricultura intensiva
Pero el viento, que llegó a alcanzar rachas de hasta 45 kilómetros por hora, no fue la única razón que dio paso a que la voracidad de las llamas devorara La Hita. El incendio ha puesto ahora el foco en la gestión de la Consejería de Medio Ambiente murciana en este tipo de reductos que abrazan una parte imprescindible de la laguna. “El saladar, que es el humedal por excelencia del Mar Menor, ha ido siendo sustituido en las últimas décadas por el carrizal, como lo era La Hita. Esa es una consecuencia de la llegada de grandes caudales de agua de regadío del Campo de Cartagena, del uso de fertilizantes y de un acuífero que rebosa por encima del nivel freático y que también está contaminado”, afirma el director de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) Pedro García.
El ambientalista explica que el incremento de la actividad agraria y los altos niveles de agua dulce en el subsuelo han contribuido a que crezcan grandes extensiones de carrizo en los humedales de la albufera, y que, cuando las cañas mueren, si no se cuidan adecuadamente, acaban conformando una masa muy densa de ramas secas. Se trata de un combustible ideal para el fuego. Ese era el estado exacto de La Hita. “Este humedal no ha tenido absolutamente ningún manejo por parte de la Administración regional”, manifiesta Pedro García.
En la misma idea inciden fuentes consultadas del Ayuntamiento de Los Alcázares, a cuya jurisdicción pertenecen 19 hectáreas del nuevo páramo gris que se impone en el horizonte. Califican el trabajo de Medio Ambiente en los últimos años como “muy deficitario, casi nulo”. “Desde el Ayuntamiento se ha escrito muchísimas veces a la Dirección General de Patrimonio Natural de la Consejería trasladando quejas del estado en que se encontraba el humedal. Pero no ha servido de nada”, recalcan. El Consistorio ribereño confirma además que “no hay una cuestión urbanística” detrás del suceso, al tratarse de terrenos protegidos que no se pueden recalificar.
La Hita reducía “la llegada de nitratos al Mar Menor”
“Este carrizal era una auténtica depuradora natural. Transformaba el agua cargada de abonos del campo en masa vegetal e impedía que desembocara en el mar. Está comprobado que el carrizo es un elemento que reduce notoriamente la llegada de nutrientes al Mar Menor. Pero hay que limitarlo con cuidado. Si no, se puede colmatar el humedal y puede ocurrir un imprevisto”, apunta Pedro García.
Pese a ello, el ambientalista asegura que la recuperación de las cañas tras un incendio es relativamente rápida. En varios meses, tal vez un año, dice, volverán a tener un tamaño considerable. “Pero igual que rebrota”, advierte, “puede haber otro incendio que se propague igual de rápido dentro de unos años si no hay un manejo adecuado”.
Pedro García se detiene también en la “afección a la fauna” del humedal. “El fuego se ha producido en una de las peores épocas, porque coincide con la reproducción de muchas especies de aves”. Fuentes del Ayuntamiento de San Javier lamentan, por su parte, esa “pérdida medioambiental y de biodiversidad”.
“Era nuestro lugar para respirar”
Entre la gente que se acerca para mirar incrédula el paisaje hay mucha que antes venía a La Hita a pasear y atravesaba el humedal y las cañas recorriendo una pasarela de madera que también ha sido destruida por el fuego. Aún es fácil respirar las partículas que ardieron con una furia que no se había visto nunca a orillas del Mar Menor. El aire tiene un brillo como de gasa sucia que difumina las sombras de las pocas plantas, también calcinadas, que han permanecido en pie.
Todas las conversaciones giran en torno al incendio. Rosario Simón es una fotógrafa que acude de vez en cuando para hacer fotos de las aeronaves militares que aterrizan y despegan del aeropuerto. También aprovechaba, pero eso ya forma parte del pasado, para inmortalizar algunas de las aves que se dejaban ver en la espesura. Ahora no puede evitar fijar su objetivo en ese cementerio que la rodea por todas las direcciones. “Todo ha desaparecido. Lo vimos en las noticias y no lo pudimos creer. Pero estaba en muy mal estado. Las cañas eran tan altas que impedían ver el mar. Y dentro era como una selva, tan espeso que no se podía atravesar”. Comenta Simón, mientras camina y guiña el ojo y observa por la lente de la cámara, que ahora parece que ha pasado por aquí una guerra muy reciente.
También hay personas que vieron el fuego desde las ventanas de sus casas, como Manola, que reside en el complejo de edificios más cercano al humedal, al término de Los Alcázares. Recuerda aquella noche del 29 de abril, el fuego rojo vibrando en la oscuridad, las columnas de humo, los helicópteros volcando cubos gigantes de agua. “Fue horrible. Nunca había visto algo así. Mira cómo está. Imagínate cómo era ver arder todo, con el viento que hacía. Ahora se ha quedado pelado, sin vida. Era la casa de muchos animales y era nuestro lugar para respirar”, dice.
Misma situación en otros humedales de la laguna
El futuro del humedal es incierto por varias razones. Las vigas de la pasarela de paseo yacen quemadas en el suelo. Hay por todas partes clavos desprendidos. Hay troncos decapitados de árboles que tardarán muchos años en volver a erigirse. La Hita se ubicaba junto a campos de cultivo y áreas muy urbanizadas, lo que pone de manifiesto la fragilidad a la que ha sido arrojado el Mar Menor en su franja norte. “Su función de retener contaminantes era más importante todavía por el sitio en que se encontraba”, señala Pedro García.
El director de ANSE apunta a la importancia de la gestión que hará Medio Ambiente del nuevo humedal que crezca en el futuro, y al resto de entornos similares que rodean al Mar Menor, no muy lejanos a La Hita. Por un lado, la marina de El Carmolí. Por otro, el saladar de Lo Poyo, del que también se calcinaron ocho hectáreas en 2015. Se calcula que hay en total más de 100 hectáreas de carrizo en la albufera. En todas se acumulan las paredes de cañas de varios metros de altura, y las que mueren se quedan sepultadas, y secas, en el fondo.
“Ahora hay que preguntarse qué se puede hacer para evitar que este tipo de desgracias vuelvan a ocurrir, y qué manejo se hace de los carrizales para ello. Este incendio debería servir para que la Comunidad Autónoma plantee posibles actuaciones. Desde nuestro punto de vista, podría intentar restaurarse para que tuviera otro tipo de vegetación, no una masa exclusiva de carrizo, y crear algún segmento húmedo o alguna charca”, concluye el ambientalista.
Hasta la fecha de publicación de este reportaje, la Consejería de Medio Ambiente de la Región murciana no ha respondido a ninguna de las preguntas planteadas por elDiario.es.
Lo único seguro es que un humedal que tardó años y años en constituirse fue consumido en apenas minutos por una gran llamarada favorecida por el viento. A Julián, otro vecino que ha llegado al desierto en bicicleta para ver con sus propios ojos la magnitud de la destrucción, le gustaba acceder cada tarde a la playa virgen del fondo, frente a la pista de aterrizaje. “Si con los espacios protegidos hacemos esto, no me quiero imaginar con los que no lo están”, sentencia, y se sube de nuevo en su bici, pero da media vuelta, porque la pasarela por la que solía pasar está partida por la mitad.