Un experto en oratoria desvela por qué estamos nerviosos al hablar en público: «El valle de la muerte»

Hablar en público es una habilidad que marca la diferencia. Dominarla no solo mejora nuestra capacidad de expresión, sino que también nos abre puertas en ámbitos como el académico, el laboral o el social. Sin embargo, a muchas personas les aterra exponerse frente a un auditorio, lo que limita en gran medida estas ventajas mencionadas. Sobre este tema ha reflexionado Fernando Miralles , experto en oratoria que se dedica a impartir charlas y consejos para mejorar nuestras habilidades comunicativas. En uno de sus vídeos más recientes en TikTok , analiza por qué nos ponemos tan nerviosos justo al comenzar una presentación. Miralles explica que, al arrancar una intervención, contamos con el 100% de la atención del público. En esos primeros segundos, todos los ojos están puestos en el orador, lo que provoca una reacción de estrés. Este momento inicial es el pico más alto de atención, pero pronto se desploma: lo que él llama «el valle de la muerte», donde solo una parte del público sigue atenta de forma plena. Hacia el final del discurso, la atención remonta ligeramente, aunque nunca alcanza el nivel inicial. Este fenómeno de nerviosismo inicial tiene una base neurológica. Según Miralles, se activa un tipo de neuronas llamadas «neuronas espejo», que interpretan la comunicación no verbal de quienes nos observan. Estas neuronas perciben si el público nos examina o nos evalúa, y ese análisis inconsciente dispara la tensión. Cuanto más concentrados parezcan los oyentes —por ejemplo, tomando notas en silencio— , más presión sentimos. El problema es que ese estrés suele reflejarse en nuestro lenguaje corporal. En el ejemplo que pone Miralles, un orador se mostraba visiblemente incómodo: se movía con inseguridad, su postura era tímida y su energía no correspondía con lo que el público esperaba de él. Este desajuste entre lo verbal y lo no verbal puede hacer que se pierda la conexión con la audiencia. Para contrarrestar esta inseguridad inicial, Miralles recomienda un truco muy sencillo : utilizar las palmas de las manos de forma visible, manteniéndolas entre la cintura y el cuello, y, si es posible, orientarlas hacia el público. Según cuenta, este gesto transmite confianza y control, ayudando a que la audiencia nos perciba como comunicadores sólidos desde el primer momento.

May 7, 2025 - 07:33
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Un experto en oratoria desvela por qué estamos nerviosos al hablar en público: «El valle de la muerte»
Hablar en público es una habilidad que marca la diferencia. Dominarla no solo mejora nuestra capacidad de expresión, sino que también nos abre puertas en ámbitos como el académico, el laboral o el social. Sin embargo, a muchas personas les aterra exponerse frente a un auditorio, lo que limita en gran medida estas ventajas mencionadas. Sobre este tema ha reflexionado Fernando Miralles , experto en oratoria que se dedica a impartir charlas y consejos para mejorar nuestras habilidades comunicativas. En uno de sus vídeos más recientes en TikTok , analiza por qué nos ponemos tan nerviosos justo al comenzar una presentación. Miralles explica que, al arrancar una intervención, contamos con el 100% de la atención del público. En esos primeros segundos, todos los ojos están puestos en el orador, lo que provoca una reacción de estrés. Este momento inicial es el pico más alto de atención, pero pronto se desploma: lo que él llama «el valle de la muerte», donde solo una parte del público sigue atenta de forma plena. Hacia el final del discurso, la atención remonta ligeramente, aunque nunca alcanza el nivel inicial. Este fenómeno de nerviosismo inicial tiene una base neurológica. Según Miralles, se activa un tipo de neuronas llamadas «neuronas espejo», que interpretan la comunicación no verbal de quienes nos observan. Estas neuronas perciben si el público nos examina o nos evalúa, y ese análisis inconsciente dispara la tensión. Cuanto más concentrados parezcan los oyentes —por ejemplo, tomando notas en silencio— , más presión sentimos. El problema es que ese estrés suele reflejarse en nuestro lenguaje corporal. En el ejemplo que pone Miralles, un orador se mostraba visiblemente incómodo: se movía con inseguridad, su postura era tímida y su energía no correspondía con lo que el público esperaba de él. Este desajuste entre lo verbal y lo no verbal puede hacer que se pierda la conexión con la audiencia. Para contrarrestar esta inseguridad inicial, Miralles recomienda un truco muy sencillo : utilizar las palmas de las manos de forma visible, manteniéndolas entre la cintura y el cuello, y, si es posible, orientarlas hacia el público. Según cuenta, este gesto transmite confianza y control, ayudando a que la audiencia nos perciba como comunicadores sólidos desde el primer momento.