Tenemos que hablar de OVNIS
Los fenómenos aéreos no identificados, con razón considerados una frikada durante años, han pasado a discutirse abiertamente en el Congreso de EE.UU. No obstante, la persistente opacidad del Pentágono sigue generando preguntas. ¿Es realmente necesario tanto secretismo? La entrada Tenemos que hablar de OVNIS se publicó primero en lamarea.com.

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En el mundo del periodismo hay dos campos que, por razones distintas, tienden a la opacidad. El primero es el oscuro mundo de la empresa privada. El otro, los mundos del misterio y las conspiraciones. Este terreno resbaladizo sólo se puede pisar echando mano de hechos factuales y documentos oficiales. Y ni aun así. Cualquier prevención es poca cuando se quiere hablar de ovnis sin caer en la magufada. Pero eso es precisamente lo que pretendemos hacer. Concretamente, de la relación esquiva, confidencial e incómoda que mantiene el gobierno de Estados Unidos con el fenómeno. Lo menos que se puede decir de él es que «hay cosas que vuelan por el cielo» (hay registros de ello) que no saben lo que son o que, por la razón que sea, no quieren explicar. En los últimos meses, eso sí, el debate ha llegado al Senado y a la Cámara de Representantes. A la vista de todos. Con luz y taquígrafos. Sin miedo al ridículo. ¿Por qué?
Antes de 2017
Aunque el fenómeno ovni puede trazarse en la tradición literaria de ciencia ficción desde finales del siglo XIX, especialmente gracias a la obra de H.G. Wells La guerra de los mundos, este empezó realmente a ganar notoriedad al final de la Segunda Guerra Mundial. Se dice que los pilotos aliados utilizaron el término «Foo Fighters» (nombre que adoptaría posteriormente la famosa banda de rock americana) para describir tanto los objetos voladores no identificados, como otros fenómenos aéreos inexplicables para aquella primera generación de pilotos. Pocos años después, en 1947, tuvo lugar el que probablemente sea el caso más famoso dentro de la comunidad ufológica, el incidente de Roswell donde –se dice– un objeto volador no identificado se estrelló en esa localidad de Nuevo México (EE. UU.). Aunque los documentales y las conspiraciones son muchas, no hay ningún documento oficial que pueda acreditarlo.
Sin embargo, y siguiendo esta breve cronología, lo que sí sabemos es que pocos años después, en 1952, la Fuerza Aérea comenzó el programa llamado Project Blue Book, que consistía en un estudio sistemático dedicado a la observación de ovnis y que duró hasta el año 1969. Los documentos fueron desclasificados en 1976 y, desde un año después, están disponibles en Archivo Nacional. El programa identificó 12.618 avistamientos, 701 de los cuales todavía permanecen «inidentificados», pero concluyó que no había evidencia de que pudieran ser vehículos extraterrestres. En cualquier caso, no presentaban ninguna amenaza para la seguridad nacional.
Aunque en las décadas que preceden al nuevo milenio el fenómeno no tuvo tanta presencia mediática, en el informe sobre el registro histórico de la participación del Gobierno de los Estados Unidos en fenómenos anómalos no identificados elaborado por AARO (Oficina de Resolución de Anomalías del Pentágono, por sus siglas en inglés) se listaban todos los programas gubernamentales desclasificados hasta la fecha. A partir de entonces, precisamente debido a una investigación periodística, el fenómeno ovni, rebautizado oficialmente como UAP (‘Fenómenos anómalos no identificados’, por sus siglas en inglés), cogió un nuevo impulso.
Tras 2017, frenesí ufológico
En un artículo publicado en el New York Times titulado «Auras brillantes y dinero negro: el misterioso programa UFO del pentágono», los periodistas Helene Cooper, Leslie Keen y Ralph Blumenthal, desvelaban que el Pentágono había mantenido en secreto la existencia de un programa llamado AATIP (Advanced Aeropspace Threat Identification Program) y publicaban tres vídeos en los que aparecían objetos voladores no identificados: el FLIR (conocido como el vídeo «Tic-Tac»), captado por un F/A-18 Super Hornet de la Marina en 2004 y en el que se muestra un objeto oblongo que se mueve rápidamente sin ningún medio visible de propulsión; el GIMBAL, grabado en 2015 por un avión de combate de la Marina; y el GOFAST, también grabado en 2015, donde se captura un objeto que se mueve rozando el océano a rápida velocidad. Cuando Barack Obama fue preguntado sobre los vídeos publicados, respondió: «Hay vídeos de objetos voladores que no sabemos exactamente lo que son. No entendemos ni cómo se mueven ni la trayectoria que hacen».
Con una presión mediática creciente, en el año 2022 el Pentágono creó AARO, con el objetivo de centralizar la investigación de fenómenos aéreos no identificados. Luis Elizondo fue la persona encargada de liderar el programa, una iniciativa que fue promovida por Harry Reid, líder demócrata del Senado. Elizondo, con el tiempo, acabó renunciando a su cargo y convirtiéndose en uno de los principales whistleblowers (término anglosajón referido a empleados o consultores que tienen conocimiento de alguna infracción en su trabajo y que deciden denunciarla), protestando contra lo que definió como un «secretismo excesivo».
Esta evolución culminó en una audiencia histórica en el Congreso de Estados Unidos en julio de 2023, ante el Subcomité de Seguridad Nacional, Fronteras y Asuntos Exteriores del Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes. Fue parte de los esfuerzos en curso para investigar los UAP e incluyó el testimonio de testigos clave con antecedentes militares y de inteligencia, que estaban legalmente obligados a decir la verdad. De no hacerlo, podrían afrontar altas penas de prisión.
Tres fueron los whistleblowers que comparecieron en esta sesión histórica: David Grusch, exoficial de inteligencia del Pentágono; Ryan Graves, expiloto de la Marina y actual director de la organización Americans for Safe Aerospace; y David Fravor, comandante retirado de la Marina y testigo clave del famoso incidente del «Tic-Tac» en 2004.
Ryan Graves y David Fravor describieron encuentros con objetos voladores que «desafiaban las leyes conocidas de la física», pero la comparecencia estrella fue sin duda la de David Grusch, que afirmó que el gobierno estadounidense ha estado operando programas secretos de recuperación de UAP durante décadas y que ha logrado recuperar naves de origen no humano, así como restos biológicos no terrestres asociados a estos incidentes. Grusch, quien ha trabajado en la AARO, indicó que algunos de sus antiguos colegas han sufrido amenazas para evitar que divulguen información sensible sobre estos programas.
«No puedo proporcionar detalles en esta audiencia pública, pero puedo afirmar con seguridad que el Gobierno ha estado ocultando información durante años», declaró Grusch, agregando que estaba dispuesto a compartir más detalles en sesiones privadas con legisladores que tuvieran el nivel de autorización necesario. Justamente sobre este punto, el por aquel entonces senador por Florida Marco Rubio, también muy activo en este campo y uno de los pocos que participaba por aquel entonces en el Comité Selecto del Senado sobre Inteligencia (un grupo reducido con acceso superior a información sensible), afirmaría que algunos de los testigos habrían recibido fuertes presiones para no declarar. Hoy Marco Rubio es el secretario de Estado de la Administración Trump.
«No estamos solos»
Con el creciente interés en la investigación y desclasificación de archivos relacionados con el fenómeno UAP, el Congreso de Estados Unidos promovió diversas iniciativas para mejorar la transparencia en este campo. En el mismo 2023, se aprobó una enmienda a la Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA) que obliga a las agencias gubernamentales a divulgar información sobre UAP y a crear un archivo centralizado con todos los documentos desclasificados. En 2024, una nueva audiencia pública tuvo lugar en el Congreso con nuevos denunciantes, entre los cuales se contaba Luis Elizondo, que afirmó con rotundidad que «no estamos solos en el cosmos».
Tanto el Pentágono como la NASA negaron las afirmaciones de Elizondo. Sin embargo, el llamado «disclosure movement» (‘movimiento para la revelación’) parece no cesar. Otro whistleblower, Jack Barber, que trabajó primero en el Ejército y posteriormente como contratista privado para el Gobierno, afirmó haber participado en la recuperación de materiales «exóticos» no terrestres. Además, el pasado 10 de febrero la republicana Anna Paulina Luna anunció que estaría a cargo de un grupo especial de trabajo en el Congreso encargado de desclasificar documentos secretos relacionados con lo siguiente: los magnicidios del presidente John F. Kennedy y su hermano, el senador Robert Kennedy; el asesinato de Martin Luther King; y, por último, los documentos relacionados con los casos de UAP, así como con la «existencia de vida extraterrestre».
Luna, que participó en el interrogatorio a Grusch en el Congreso, compartió entonces su labor con la demócrata Alexandra Ocasio-Cortez. Aquel fue un ejemplo de bipartidismo inusual en un momento de extrema polarización política. Ocasio-Cortez, en cualquier caso, se abstuvo de hablar de visitas alienígenas, naves espaciales o marcianitos. Se centró, en cambio, en la seguridad nacional y el secretismo militar, y pidió transparencia al Departamento de Defensa, un estamento particularmente opaco en sus programas, su financiación y su relación con los contratistas.
Seguiremos informando.
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