Signo de época: más vulgaridad y discriminación, menos educación

“Ya terminamos este curro del Inadi, a los negros se los llama negros, a los marrones se los llama marrones y a los ignorantes se los llama ignorantes, todo es un cúmulo de Riquelme”, comenzó diciendo el periodista Gabriel Anello en su programa de radio, atacando al ídolo y presidente del Club Boca Juniors. Luego, lanzó una frase absolutamente discriminadora: “Mándenme al Inadi, a la Justicia... Yo tengo la cultura de que los ignorantes, los burros, los que no van al colegio, como Riquelme, son unos negros ignorantes”.Vale aclarar que Anello es uno de los periodistas más cercanos al presidente Javier Milei, de hecho, desde que es presidente, Milei le otorgó ocho entrevistas al periodista, que no tiene problema en decir que “cada vez es más fácil estar del lado de Milei”. Nadie del gobierno repudió sus expresiones, es más, muchos partidarios de La Libertad Avanza las apoyaron en las redes sociales donde, desde un tiempo esta parte, devolvieron, sin pudor, en la conversación pública, los términos “marrones”, “negros”; “mogólicos”, etc. para referirse a quienes no comparten sus ideas, y lo hacen a sabiendas de que el propio Milei los convalida porque él mismo también utiliza esas mismas palabras como insultos. Los modos del presidente argentino superan al mismo Donald Trump, que suele decir barbaridades, por ejemplo, contra la comunidad latina. De eso también se habla en el mundo cuando se habla de Javier Milei.Si bien es un tema que ya hemos tratado otras veces, si se dejan pasar una y otra vez estas ofensas discriminatorias permitiremos que se vayan instalando como parte de la cotidianeidad. Es un retroceso enorme en términos culturales y sociales. No se trata de pedir que vuelva el Inadi, porque no se reduce a una simple acción de gobierno, es más profundo: se están abandonando las formas correctas de tratar al otro, del respeto en el diálogo y en el debate político. Se puede coincidir o no con el adversario, pero tratar al otro de “negro ignorante” es una regresión social demasiado peligrosa.Podríamos citar otros ejemplos que vienen de parte de las “espadas libertarias” que actúan en su escenario preferido, las redes sociales. Allí se despachan contra todo aquel con pensamiento crítico, abusando de insultos agraviantes, con el objetivo de acallar y segregar esas voces desde un lugar de poder, donde la razón se obtiene por solo pertenecer al espacio político que se adueña de la verdad, como hizo el kirchnerismo durante dos décadas. Ahora ocurre desde la vereda de enfrente.“Cada uno dice lo que quiere, somos libres” dicen voceros del gobierno, sin reparar en que ellos tienen el deber, como administradores de un estado -paradójicamente en el que no creen- de bajar la tensión y sancionar los agravios que encierran los dichos discriminatorios. Así lo marca el artículo 16 de la Constitución, que establece la igualdad ante la ley para todos los habitantes. Además, el artículo 14 garantiza la igualdad sin importar la raza, origen nacional, religión, ideología o cualquier otra condición. Por otro lado, la Ley 23.592, conocida como la ley antidiscriminación, prohíbe la discriminación basada en diversos motivos, incluyendo raza, etnia, género, religión, etc.. Todas estas normas fueron ignoradas en el Foro de Davos, en enero pasado, por el presidente Javier Milei, cuando atacó a las personas trans, a las parejas gay (a quienes trató de “pedófilos”) y a las mujeres, a las que acusó de querer obtener privilegios sobre los hombres. Si el Presidente comete esas faltas, ¿qué se puede esperar de sus seguidores?Hace meses que se habla del lenguaje político cargado de violencia utilizado por el Presidente, como llamar a los gritos “hijos de p...” a los periodistas en un acto partidario, convocar a la sociedad a odiarlos, tratar a los estudiantes universitarios de “zurdos de m…” y amenazar con “ir a buscarlos”. En contraposición, se habla poco de educación. Milei es el primer presidente de la reciente historia democrática que no menciona el tema. Esta semana se conocieron los resultados de las Pruebas Aprender, de evaluación de aprendizajes educativos, allí se indica que más de la mitad de los alumnos, que culminan el primer ciclo de la primaria, lo hacen sin comprender textos, y uno de cada 10 no lo hace al finalizar la primaria. Es un dato aterrador.¿Es responsable Milei del deterioro de la educación argentina? Definitivamente no, llevamos casi tres décadas de retroceso en la calidad educativa y, en el mejor de los casos, de un estancamiento alarmante. Basta ver cómo, con poco y muy despacio, los países vecinos lograron salir de los lugares más rezagados y mejorar su educación. La otra pregunta es: ¿estamos mejor con Milei?, absolutamente no, porque está demostrado su escaso interés por la educación, con el destrato y el desfinanciamiento que le otorga a la universidad pública y con la decisión de desentenderse, aun contra lo que indican las normas educativas vigentes, de las decisiones y el financiamiento de la educación de

May 8, 2025 - 04:38
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Signo de época: más vulgaridad y discriminación, menos educación

“Ya terminamos este curro del Inadi, a los negros se los llama negros, a los marrones se los llama marrones y a los ignorantes se los llama ignorantes, todo es un cúmulo de Riquelme”, comenzó diciendo el periodista Gabriel Anello en su programa de radio, atacando al ídolo y presidente del Club Boca Juniors. Luego, lanzó una frase absolutamente discriminadora: “Mándenme al Inadi, a la Justicia... Yo tengo la cultura de que los ignorantes, los burros, los que no van al colegio, como Riquelme, son unos negros ignorantes”.

Vale aclarar que Anello es uno de los periodistas más cercanos al presidente Javier Milei, de hecho, desde que es presidente, Milei le otorgó ocho entrevistas al periodista, que no tiene problema en decir que “cada vez es más fácil estar del lado de Milei”. Nadie del gobierno repudió sus expresiones, es más, muchos partidarios de La Libertad Avanza las apoyaron en las redes sociales donde, desde un tiempo esta parte, devolvieron, sin pudor, en la conversación pública, los términos “marrones”, “negros”; “mogólicos”, etc. para referirse a quienes no comparten sus ideas, y lo hacen a sabiendas de que el propio Milei los convalida porque él mismo también utiliza esas mismas palabras como insultos. Los modos del presidente argentino superan al mismo Donald Trump, que suele decir barbaridades, por ejemplo, contra la comunidad latina. De eso también se habla en el mundo cuando se habla de Javier Milei.

Si bien es un tema que ya hemos tratado otras veces, si se dejan pasar una y otra vez estas ofensas discriminatorias permitiremos que se vayan instalando como parte de la cotidianeidad. Es un retroceso enorme en términos culturales y sociales. No se trata de pedir que vuelva el Inadi, porque no se reduce a una simple acción de gobierno, es más profundo: se están abandonando las formas correctas de tratar al otro, del respeto en el diálogo y en el debate político. Se puede coincidir o no con el adversario, pero tratar al otro de “negro ignorante” es una regresión social demasiado peligrosa.

Podríamos citar otros ejemplos que vienen de parte de las “espadas libertarias” que actúan en su escenario preferido, las redes sociales. Allí se despachan contra todo aquel con pensamiento crítico, abusando de insultos agraviantes, con el objetivo de acallar y segregar esas voces desde un lugar de poder, donde la razón se obtiene por solo pertenecer al espacio político que se adueña de la verdad, como hizo el kirchnerismo durante dos décadas. Ahora ocurre desde la vereda de enfrente.

“Cada uno dice lo que quiere, somos libres” dicen voceros del gobierno, sin reparar en que ellos tienen el deber, como administradores de un estado -paradójicamente en el que no creen- de bajar la tensión y sancionar los agravios que encierran los dichos discriminatorios. Así lo marca el artículo 16 de la Constitución, que establece la igualdad ante la ley para todos los habitantes. Además, el artículo 14 garantiza la igualdad sin importar la raza, origen nacional, religión, ideología o cualquier otra condición. Por otro lado, la Ley 23.592, conocida como la ley antidiscriminación, prohíbe la discriminación basada en diversos motivos, incluyendo raza, etnia, género, religión, etc.. Todas estas normas fueron ignoradas en el Foro de Davos, en enero pasado, por el presidente Javier Milei, cuando atacó a las personas trans, a las parejas gay (a quienes trató de “pedófilos”) y a las mujeres, a las que acusó de querer obtener privilegios sobre los hombres. Si el Presidente comete esas faltas, ¿qué se puede esperar de sus seguidores?

Hace meses que se habla del lenguaje político cargado de violencia utilizado por el Presidente, como llamar a los gritos “hijos de p...” a los periodistas en un acto partidario, convocar a la sociedad a odiarlos, tratar a los estudiantes universitarios de “zurdos de m…” y amenazar con “ir a buscarlos”. En contraposición, se habla poco de educación. Milei es el primer presidente de la reciente historia democrática que no menciona el tema. Esta semana se conocieron los resultados de las Pruebas Aprender, de evaluación de aprendizajes educativos, allí se indica que más de la mitad de los alumnos, que culminan el primer ciclo de la primaria, lo hacen sin comprender textos, y uno de cada 10 no lo hace al finalizar la primaria. Es un dato aterrador.

¿Es responsable Milei del deterioro de la educación argentina? Definitivamente no, llevamos casi tres décadas de retroceso en la calidad educativa y, en el mejor de los casos, de un estancamiento alarmante. Basta ver cómo, con poco y muy despacio, los países vecinos lograron salir de los lugares más rezagados y mejorar su educación. La otra pregunta es: ¿estamos mejor con Milei?, absolutamente no, porque está demostrado su escaso interés por la educación, con el destrato y el desfinanciamiento que le otorga a la universidad pública y con la decisión de desentenderse, aun contra lo que indican las normas educativas vigentes, de las decisiones y el financiamiento de la educación desde el estado nacional. Pero basta ver sus gestos: desde que asumió solo se lo vio en una escuela, privada, la misma en la que cursaron sus estudios con su hermana Karina. Allí criticó duramente a la izquierda ante los alumnos en un acto con una fuerte carga ideológica.

Milei nunca habla de educación, e incorporó a regañadientes un compromiso en el fallido “Pacto de Mayo”, el año pasado, pero no ejecutó ninguna acción en consecuencia. Su gobierno solo emite vouchers- en realidad son subsidios- a las familias para ayudarlos a pagar la matrícula de sus hijos en escuelas privadas menos costosas, que se convierten en la única actividad privada con fines de lucro, más allá de la función educadora que realizan, donde el estado subsidia la oferta -con subsidios de los distritos a las escuelas- y ahora también a la demanda, con “vouchers” a las familias. Al mismo tiempo se realizan recortes presupuestarios que afectan la calidad y el funcionamiento equitativo del sistema educativo público.

La educación es el camino que podrá impedir que ese “lenguaje” discriminador, ofensivo, se termine de instalar como algo recurrente en nuestra cotidianeidad. La historia muestra que en muchos países las acciones violentas comenzaron con una guerra dialéctica desatada desde un sector. El primer hecho violento fue la palabra, siempre. Estamos a tiempo de ponerle un límite a esto, de impedir que la violencia verbal se desborde. Lamentablemente el gobierno no hace nada para aquietarlo y, por lo contrario, lo alienta, y, a la vez, se desentiende de la mejor llave con la que cuenta para abrir un mejor futuro de convivencia cívica entre los argentinos: la educación.