¿Quién era Gollum de 'El Señor de los Anillos' y por qué acabó con ese aspecto tan peculiar?
Origen - A pesar de su origen hobbit, el personaje se había distorsionado tanto física como psicológicamente, adoptando una forma y comportamiento de bestia, con movimientos erráticos y una voz sibilante, reflejando la degradación total de su seGandalf y los hobbits: la historia no contada de una amistad ancestral Acobó con la vida de su primo por un anillo que ni siquiera sabía lo que era. Lo ahogó en barro y codicia sin pensarlo dos veces. No fue un crimen pasional ni un impulso fugaz: fue su cumpleaños, y exigía un regalo. Aquel día, Sméagol dejó de ser uno más entre los Stoors, la rama de los hobbits que vivía cerca del Anduin. En apenas unos minutos pasó de pescador a paria, de nieto a asesino, de habitante a sombra. A partir de entonces, su historia dejó de ser la de una criatura llamada Sméagol y empezó a convertirse en la lenta y asfixiante caída de Gollum. La depravación de un hobbit Cinco siglos después, cuando Bilbo se perdió en las profundidades de las Montañas Nubladas, no encontró a un ser, sino a dos: uno hambriento de carne, otro hambriento de perdón. Aquella criatura escuálida, deforme y completamente enajenada llevaba más de 500 años hablando sola, alimentándose de peces crudos y alimentando a su vez una doble personalidad construida sobre una vida enterrada. El anillo dominó a la criatura que acabaría siendo conocida como Gollum Ya nadie lo llamaba Sméagol. Ni siquiera él. Según se detalla en El Señor de los Anillos, Gandalf explicó en una conversación que “Gollum tanto ama como odia al anillo, de la misma forma que ama y odia a sí mismo”. Este amor y odio se entrelazaban profundamente, no solo porque el anillo era su objeto de obsesión, sino porque representaba todo lo que había perdido y lo que se había convertido. El anillo era el último vestigio de la vida que Sméagol había conocido, un recordatorio constante de su caída. Aunque nació como hobbit, su transformación fue tan extrema que ya ni se parecía a uno. Gollum se movía como una bestia, encorvado, con movimientos nerviosos y un siseo perpetuo. Su tos húmeda, parecida a un gorgoteo, acabó dándole ese nombre que le encajaba como un guante. Su forma de vida acabó siendo tan distorsionada como su cuerpo: evitaba la luz, comía lo que cazaba en la oscuridad y odiaba cualquier alimento que recordara a la superficie. Un tesoro que consume: el anillo y la pérdida de la identidad Pero no fue solo el Anillo Único lo que provocó esa degradación. La clave estuvo en cómo lo obtuvo. No lo encontró, lo arrebató con sangre. Al estrangular a Déagol por posesión del anillo, Sméagol activó una corrupción que fue tan rápida como devastadora. Como explicó Gandalf, “la manera en que uno adquiere el Anillo influye profundamente en la relación con él”. El suyo comenzó con un crimen. El de Bilbo, con un juego de acertijos. Durante su exilio bajo tierra, Sméagol se aferró al anillo como único consuelo, llamándolo mi tesoro o mi regalo de cumpleaños. Esa excusa autoimpuesta para justificar el asesinato de su primo acabó reforzando su delirio. Fue expulsado por su familia, repudiado por los suyos y olvidado por todos. Él también acabó olvidándose de sí mismo. Por eso, cuando Frodo le recuerda su antiguo nombre, en Las dos torres, la reacción de Gollum es pura derrota: “Sméagol ya no recuerda cómo era eso”.

Origen - A pesar de su origen hobbit, el personaje se había distorsionado tanto física como psicológicamente, adoptando una forma y comportamiento de bestia, con movimientos erráticos y una voz sibilante, reflejando la degradación total de su se
Gandalf y los hobbits: la historia no contada de una amistad ancestral
Acobó con la vida de su primo por un anillo que ni siquiera sabía lo que era. Lo ahogó en barro y codicia sin pensarlo dos veces. No fue un crimen pasional ni un impulso fugaz: fue su cumpleaños, y exigía un regalo. Aquel día, Sméagol dejó de ser uno más entre los Stoors, la rama de los hobbits que vivía cerca del Anduin.
En apenas unos minutos pasó de pescador a paria, de nieto a asesino, de habitante a sombra. A partir de entonces, su historia dejó de ser la de una criatura llamada Sméagol y empezó a convertirse en la lenta y asfixiante caída de Gollum.
La depravación de un hobbit
Cinco siglos después, cuando Bilbo se perdió en las profundidades de las Montañas Nubladas, no encontró a un ser, sino a dos: uno hambriento de carne, otro hambriento de perdón. Aquella criatura escuálida, deforme y completamente enajenada llevaba más de 500 años hablando sola, alimentándose de peces crudos y alimentando a su vez una doble personalidad construida sobre una vida enterrada.
Ya nadie lo llamaba Sméagol. Ni siquiera él. Según se detalla en El Señor de los Anillos, Gandalf explicó en una conversación que “Gollum tanto ama como odia al anillo, de la misma forma que ama y odia a sí mismo”. Este amor y odio se entrelazaban profundamente, no solo porque el anillo era su objeto de obsesión, sino porque representaba todo lo que había perdido y lo que se había convertido. El anillo era el último vestigio de la vida que Sméagol había conocido, un recordatorio constante de su caída.
Aunque nació como hobbit, su transformación fue tan extrema que ya ni se parecía a uno. Gollum se movía como una bestia, encorvado, con movimientos nerviosos y un siseo perpetuo. Su tos húmeda, parecida a un gorgoteo, acabó dándole ese nombre que le encajaba como un guante. Su forma de vida acabó siendo tan distorsionada como su cuerpo: evitaba la luz, comía lo que cazaba en la oscuridad y odiaba cualquier alimento que recordara a la superficie.
Un tesoro que consume: el anillo y la pérdida de la identidad
Pero no fue solo el Anillo Único lo que provocó esa degradación. La clave estuvo en cómo lo obtuvo. No lo encontró, lo arrebató con sangre. Al estrangular a Déagol por posesión del anillo, Sméagol activó una corrupción que fue tan rápida como devastadora. Como explicó Gandalf, “la manera en que uno adquiere el Anillo influye profundamente en la relación con él”. El suyo comenzó con un crimen. El de Bilbo, con un juego de acertijos.
Durante su exilio bajo tierra, Sméagol se aferró al anillo como único consuelo, llamándolo mi tesoro o mi regalo de cumpleaños. Esa excusa autoimpuesta para justificar el asesinato de su primo acabó reforzando su delirio. Fue expulsado por su familia, repudiado por los suyos y olvidado por todos. Él también acabó olvidándose de sí mismo. Por eso, cuando Frodo le recuerda su antiguo nombre, en Las dos torres, la reacción de Gollum es pura derrota: “Sméagol ya no recuerda cómo era eso”.
La dualidad que marcó sus últimos años se reflejaba en la forma en la que hablaba. Se refería a sí mismo en plural y discutía consigo mismo como si compartiera cuerpo con otro ser. Y no era un mero desdoblamiento: era una lucha diaria entre lo poco que quedaba del hobbit y la criatura en la que se había convertido.
El principio del fin para Gollum y el Anillo
El destino hizo el resto. El Anillo lo abandonó. Bilbo lo recogió sin saberlo, justo en la misma cueva donde Gollum había vivido su encierro voluntario. Jugaron a los acertijos, con una apuesta mortal de por medio: si Bilbo ganaba, Gollum le enseñaría la salida; si perdía, se convertiría en cena. Pero cuando el hobbit preguntó “¿qué tengo en el bolsillo?”, Gollum se dio cuenta demasiado tarde de que su anillo había desaparecido. La frase con la que Gollum maldice a Bilbo, recogida en El hobbit, no deja lugar a dudas: “¡Que se pudra y se rompa! Lo odiamos para siempre”.
Y así empezó la persecución. Pero el fondo de todo aquello no era la venganza. Era la imposibilidad de soltar lo único que había tenido durante cinco siglos. Gollum no luchaba por un objeto, luchaba por conservar el único vínculo que le quedaba con la vida que había perdido. Y lo perdió todo en el mismo segundo en que decidió quitarle el anillo a su primo.