Primera fumata negra

Desde primeras horas de la tarde, la Plaza de San Pedro fue llenándose poco a poco. Familias enteras, peregrinos solitarios, cámaras de televisión apostadas como testigos mudos, sacerdotes, monjas, turistas desconcertados, romanos indiferentes: todos compartían el mismo punto de fuga, una chimenea solitaria asomando sobre la Capilla Sixtina. Había una tensión que no se decía, pero se sentía. No era expectativa de espectáculo; era algo más íntimo, más denso. El recuerdo aún reciente del Papa Francisco —su renuncia al protagonismo, su muerte sencilla, sin pompa— flotaba entre la gente, como una bruma leve. A las 16:30, los cardenales entraron en la Capilla y, desde ese momento, la plaza se volvió un enorme oído. Esperaban. Miraban . Rezaban en silencio. Los... Ver Más

May 8, 2025 - 09:11
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Primera fumata negra
Desde primeras horas de la tarde, la Plaza de San Pedro fue llenándose poco a poco. Familias enteras, peregrinos solitarios, cámaras de televisión apostadas como testigos mudos, sacerdotes, monjas, turistas desconcertados, romanos indiferentes: todos compartían el mismo punto de fuga, una chimenea solitaria asomando sobre la Capilla Sixtina. Había una tensión que no se decía, pero se sentía. No era expectativa de espectáculo; era algo más íntimo, más denso. El recuerdo aún reciente del Papa Francisco —su renuncia al protagonismo, su muerte sencilla, sin pompa— flotaba entre la gente, como una bruma leve. A las 16:30, los cardenales entraron en la Capilla y, desde ese momento, la plaza se volvió un enorme oído. Esperaban. Miraban . Rezaban en silencio. Los... Ver Más