Marilina Ross: del año que marcó su vida a fuego a sus grandes amores y el proyecto que guardó bajo llave hasta ahora

En 2025 se cumplen 50 años de la emisión de la telenovela Piel Naranja, del lanzamiento de su primer álbum y del estreno del film La Raulito, en una entrevista con LA NACION, la artista repasa su carrera y su historia

May 11, 2025 - 06:14
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Marilina Ross: del año que marcó su vida a fuego a sus grandes amores y el proyecto que guardó bajo llave hasta ahora

1975, año fundamental en la carrera de Marilina Ross. “El mejor de todos”, al decir de la propia protagonista. En un lapso de pocos meses Canal 13 emitió con picos de rating históricos la telenovela Piel naranja (que protagonizaba junto a Arnaldo André), RCA Víctor lanzó a la venta su álbum solista Estados de ánimo, que lideró los rankings de difusión, y se estrenó el film La Raulito, que, con dirección de Lautaro Murúa, le hizo ganar premios en todo el mundo y, más tarde, le abriría las puertas del mercado laboral español.

Es cierto que para ese entonces María Celina Parrondo –tal su verdadero nombre- ya era una figura popular en el medio: a mediados de los 60 había protagonizado la telecomedia La nena (en dupla con Osvaldo Miranda) y a comienzos de los 70, el ciclo testimonial Cosa Juzgada (junto al Clan Stivel). También había hecho teatro, cine (¿cómo no recordar, por ejemplo, su participación en La tregua?), grabado algunos simples y hasta cantado en el ciclo Yo soy porteño, pero nada se comparó a lo de aquel año de gracia, en que los planetas se alinearon para convertirla, sin ningún tipo de dudas, en la actriz del año.Arnaldo André y Marilina Ross, los protagonistas de una historia de amor prohibida que tuvo un final trágico y polémico

Sin embargo, tras ese período de grandes logros y de reconocimiento laboral, sufriría la peor de las pesadillas: las amenazas de muerte, la prohibición y el exilio. Hoy, a 50 años de todo aquello, y en exclusiva para LA NACION, Marilina acepta hacer un repaso de esa difícil etapa, la que marcó tan intensamente su vida y solidificó su carrera para siempre.

-Hablemos de 1975, un año bisagra en tu vida y en tu carrera, ¿no?

-Todo empezó un poco antes, a mediados de 1974, cuando grabo el disco y empiezo a filmar la película. El tema es que todo eso se hace público recién al año siguiente, y con la telenovela ya al aire. El disco fue lo primero que vio la luz, a comienzos del 75, yo ahí se lo regalo a Alberto Migré y se pone como loco, me dice que piensa usar las canciones en algunos episodios y hasta me pide que las cante en vivo, acompañándome con una guitarra. Fue pura idea de Alberto porque las canciones no estaban hechas para la novela. Pero él siempre encontraba la manera de incluirlas, las teatralizaba. Como cuando me hizo cantar, recluida en la buhardilla: ‘Cómo habré llegado hasta aquí si no salí…'

-¿Cuándo surge la necesidad de cantar y componer?

-Desde siempre. Con el primer sueldo que cobré por mi primer trabajo en teatro, ¡en 1960, en la obra Lucy Crown, junto a Luisa Vehil!, me compré una guitarra. Ahí empecé a tocar de oído porque nunca estudié ni guitarra ni música ni nada. O sea que todo lo aprendí “de oreja” y de copiar la posición de los dedos de los guitarristas profesionales. Lo primero que me animé a componer fue una zamba, dedicado a un romance de aquella época.

-¿Cómo llegaste, con el tiempo, a grabar un disco?

-Por Piero y la productora Buenas ondas, que tenía con José Tcherkaski. Él conocía mis canciones, quiso juntarlas y producirme Estados de ánimo. Yo antes había grabado cosas sueltas, pero no las había comprado ni mi familia [risas]. Así que hasta entonces lo mío con la música era un fracaso absoluto. Todo cambió con Estados de ánimo y con el hecho de que Alberto, tan generosamente, las incluyera en la novela. En eso radicó el éxito de ventas del disco.

Marilina Ross interpreta el tema principal de la novela Piel naranja

-¿Cómo nacieron cada una de las canciones?

-En principio le puse música a un tema de Cristina Banegas: “Carta a papá”. Digamos que me apropié del tema como si fuera para mi propio padre. Después rescaté dos tangos viejos de distintos autores (“Guapo sin grupo” y “Pedime lo que querés”) que venía de cantar en el programa Yo soy porteño, y que me hacían mucha gracia. Y a eso le siguió versionar en castellano un tema de Chico Buarque: “Soneto”.

-A propósito, ¿fue por entonces que viviste una historia de amor con Chico Buarque o fue después?

-No, la historia fue posterior a la grabación. Y nuestra historia no tuvo nada que ver con este tema ni con la música. Digamos que fue una cuestión de atracción física o, si preferís, amor a primera vista. Yo acababa de separarme de Emilio Alfaro y de repente lo conocí aquí, en Buenos Aires, en una reunión de amigos. Fue una relación breve y con espacios en el tiempo, con encuentros aquí y en Brasil. Pero ojo que era una relación sotto voce, no sé cómo te enteraste.

-En “Canción de cuna para despertar a un hijo” –de la que sos autora de letra y música- te imaginabas siendo madre. ¿Fue una frustración, luego, no llegar a serlo?

-Sí. Esa canción está dirigida a mi panza, pidiéndole que me haga madre. En ese momento yo aún estaba con Emilio y quería fervientemente ser madre. Hice todo tipo de tratamientos con diferentes médicos y no logré nada. Perseguí durante muchos años tener hijos, pero, bueno... es algo que me quedó en el tintero. No vinieron y fue una pena.

-Tal vez sea un objetivo a cumplir en una próxima vida...

-No creo, porque me dijeron que tuve muchos hijos en la anterior. Ahí me empezó a cerrar el tema, ahí empecé a entenderlo todo. Parece que yo ya agoté el stock [risas].Se cumplen 50 años del primer disco de Marilina Ross, Estados de ánimo

-¿Para quién fue escrito “Quereme... tengo frío”?

-¡Pero qué cosa, che! Y, bueno… “quereme como en el mar esa mañana”... es para Juanjo Camero. Ya está, te lo dije.

-¿Estuviste muy enamorada de él?

-Sí, pero él me dejó. Al principio me lo tomé muy mal, esas cosas siempre duelen. Pero con el tiempo quedamos muy amigos y hoy, felizmente, mantenemos una linda relación.

Piel naranja y los 68 puntos de rating

-Nunca antes habías hecho una telenovela, ¿cómo te convenció Alberto Migré?

-Sí, Piel naranja fue la primera y la última telenovela en la que trabajé. Alberto me convenció en la pizzería de Canal 13. Me conquistó la pasión con la que me narró la idea primigenia de la novela. Ojo, él no sabía bien de qué iba a ir toda la historia, pero le puso tanta pasión a lo que me contó que me dio ganas de arriesgarme a su lado. ¿Sabías lo que hacía Alberto? Mientras veía un capítulo decidía qué iba a pasar en el siguiente, ¡no tenía nada planeado previamente! Escribió toda Piel naranja en una máquina de escribir ubicada en una mesita con ruedas inestable que se le iba patinando por toda la casa [risas].

Apertura de la telenovela Piel naranja

-¿En algún momento pensaste que la telenovela lograría índices históricos de audiencia, y que se convertiría en el programa más visto en muchos años?

-No, claro que no. Nunca me imaginé algo tan importante. Cuando se emitía la novela se paraba el país. Lo de Piel naranja fue una locura, ¡tuvo más rating que el retorno de Perón a la Argentina! ¡Llegamos a tener 68 puntos de rating!

-Piel naranja marcó un precedente: el del desenlace trágico. ¿Estuviste de acuerdo con el final que generó tanta controversia entre el público?

-Se acercaba el final y Alberto me preguntó: `¿y vos qué harías?´. Y yo le dije: dejaría a mi marido (Raúl Rossi) y me iría con Juan Manuel (Arnaldo André). Fue entonces que Alberto decidió el viaje de la pareja de amantes a Paraguay. Y bueno... ahí se desencadena toda la tragedia, cuando Joaquín los encuentra y los mata [además, él sufre un ataque cardíaco y también muere]. Al día siguiente del último capítulo, Alberto salió a la calle y la gente no paraba de gritarle: “Asesino, asesino”. Yo quedé conforme con el final porque se trataba de una tragedia, no había escapatoria. Me encantó hacer Piel naranja y me encantó trabajar con Arnaldo y con China (Zorrilla); y por supuesto, con Alberto, que me permitía irme a veces del libreto, cosa que sé que no se lo toleraba a nadie. A mí, en cambio, me dejaba hacer.

-En el medio de la temporada televisiva se produce el estreno de La Raulito.

-Sí, y justo ese día, el de la premier en la calle Lavalle, me tocaba cumplir con una larga jornada de grabaciones en el canal. Pero Alberto hizo todo y más para que yo pudiera llegar a tiempo al estreno y a la semana siguiente, en el libreto que repartió a todo el mundo (incluido los capos del canal), se encargó de hablar maravillas de mi actuación en la película. En todo sentido él fue muy generoso conmigo.

La Raulito, ese personaje de película

Marilina Ross como La Raulito, personaje que asegura

-¿Cómo nace el proyecto de La Raulito?

-En realidad yo interpreto por primera vez a La Raulito en televisión, en 1970, en un episodio de Cosa Juzgada. Y me quedo prendida de la historia y del personaje, de su búsqueda incesante de la libertad, a como de lugar, y de la imposibilidad constante de obtenerla. Entonces le pido a Juan Carlos Gené que escriba un guion para cine y cuando me lo da empiezo a ofrecérselo a cada uno de los directores de aquel momento, de Sergio Renán a Alejandro Doria y, todos por distintos motivos, me terminan diciendo que no. Hasta que caí en la productora de Sabina Sigler, a quien finalmente le debo que se haya hecho La Raulito.

-¿Cuándo y cómo se suma Lautaro Murúa como director?

-Bueno, eso fue todo un tema. Lo convoca la productora y él dice: “Pero Marilina no puede hacer de La Raulito”. Es que parece que solo me había visto en La nena... Digamos que lo asaltan los prejuicios. Pero Sabina insistió, porque al fin y al cabo yo era la que había llevado el proyecto, él se tomó una semana para contestar y después dijo que aceptaba tomarme una prueba, siempre y cuando me animara a cortarme el pelo, que yo tenía larguísimo, como aparezco en la tapa de Estados de ánimo. Dije que sí y con la prueba lo convencí.

-¿Qué recuerdos tenés de la filmación?

-La filmación se hizo en secreto, todas mis escenas en la calle se hicieron con cámara oculta. La cámara estaba ubicada dentro de una cabina tipo telefónica, y desde allí filmaba el camarógrafo. Así que no hubo extras, en todas mis escenas hubo gente de verdad, la que justo circulaba alrededor mío. Yo estaba irreconocible, al punto que en la escena en la que me tocaba escaparme de Tribunales me persiguió un tipo de seguridad, con el revolver en la mano y a los gritos de “pará o te tiro”, y yo no pude detenerme porque si lo hacía arruinaba la toma. Mirá qué locura, ¡me podría haber matado! De todos modos, ese riesgo no fue tan grave si recordamos que en aquel momento yo estaba amenazada de muerte por la Triple A, y la orden era ejecutarme donde se me encontrara. ¿Y yo que hacía? ¡Salía a filmar por la calle!

-¿Podríamos decir que la metamorfosis física a la que te obligó el personaje fue tu escudo salvador?

-Tal cual. Si mi mamá hubiese pasado al lado mío por la calle no me hubiera reconocido. Podríamos pensarlo así, sí señor: La Raulito me salvó.

-Tu monólogo a cámara, tan emotivo, de cinco minutos, aún es considerado uno de los mejores de toda la historia del cine. ¿Es verdad que fue improvisado y que debió cortarse porque el director se emocionó?

-Yo creo que por ese monólogo me premiaron en todo el mundo, menos en mi país... Sí, fue improvisado. Lautaro me dio a leer unas páginas con la vida de La Raulito, y me dijo: `no te la aprendas de memoria, solo decí lo que recuerdes´. Y así lo hice. A los 5 minutos hubo que cortarlo porque Lautaro se emocionó y empezó a moquear, y como rodábamos con sonido directo eso no se podía omitir. Si no, qué se yo, hubiera podido durar como 10 minutos. Yo no podía parar de llorar porque lo que decía en el monólogo, como La Raulito, era exactamente lo que me estaba pasando a mí en la realidad. ‘¿A quién jodo yo, a quién jodo jugando al fútbol, por qué no me dejan tranquila?´, se quejaba ella. En mi caso era: ¿a quién jodo si lo único que quiero es filmar, por qué me amenazan, por qué me mandan a matar si no molesto a nadie? En el momento del monólogo me conecté tan profundamente con el reclamo de La Raulito que la emoción me brotó del alma, o del más allá, bah.

-Cuenta la leyenda que Lautaro te impedía lavarte los dientes y hacía que te maquillaran con basura de la calle.

-Sí, él mismo me ensuciaba el pelo con roña de la calle, con agua podrida de las zanjas. Y lo de los dientes... era terrible. Imaginate que yo estaba de novia con Jorge Martínez... ¿qué hacía durante todo el día, no lo besaba? [risas]. En fin, por La Raulito hice y acepté cada cosa... evidentemente estaba tomada por el personaje.

-Antes, durante y después del film, ¿cómo fue la relación con la verdadera Raulito, con María Esther Duffau?

-Lautaro no quería que la conociera por temor a que terminara copiándola, pero yo igualmente me encontré con ella antes del rodaje. En ese momento estaba internada en un loquero. Me pareció encantadora y tan fresca... era un ser extraordinario, muy especial. Después del estreno me envió una carta diciendo: “y qué lindo final el de la película porque la policía pasaba sin vernos”. Evidentemente ella quiso entender eso, ella eligió quedarse en libertad frente a la inmensidad del mar. Después fui muchas veces a su cumpleaños y siempre le llevaba una torta con los jugadores de Boca, como a ella le gustaba.

-María Esther hoy descansa en una parcela privada solventada por los jugadores de Boca Juniors en retribución a su fidelidad con el cuadro de fútbol, en el cementerio boquense de Hudson.

-Desconocía ese dato, pero yo fui la primera en llegar a su velatorio. Y puse el grito en el cielo cuando la vi en una mortaja llena de puntillas. Dije: no, hay que enterrarla con una camiseta de Boca. Y ahí nomás fueron a buscar una y se la pusieron. Y así fue enterrada. Yo ahora quisiera homenajearla para el aniversario de la película, el 10 de julio, con la proyección de una copia remasterizada de La Raulito en el mismísimo club Boca Jr., donde fue tan feliz, junto con una exposición de fotos que estoy organizando. Digamos que sería un doble homenaje: a ella y a los 50 años del film. Ojalá que pueda cumplir con mi deseo.Marilina Ross y Jorge Martínez, en los tiempos en que los medios hablaban de su romance

-Volviendo al rodaje del film, ¿fue una casualidad la participación de Jorge Martínez o vos lo propusiste?

-Lo convocó Lautaro y yo luego le devolví el favor haciendo un cameo en la película que filmaba como protagonista: Los irrompibles. Tal vez nadie se acuerde, pero yo aparecía en medio de una de sus peleas; y cuando a él se le volaba el sombrero yo lo levantaba del piso y se lo devolvía. Ahí Jorge me decía “gracias” y seguía peleando nomás.

-¿Cuánto duró el romance?

-Fueron dos años, todo 1974 y 1975. Luego, a pesar de la separación, nos seguimos llevando muy bien. Y hasta una vez volvimos a hacer una nota juntos.

-¿Cómo tomaste su reciente intento de suicidio? ¿Te sorprendió?

-¿Podés creer que no me enteré en el momento? Sabía que estaba viviendo en la Casa del Teatro, pero no más. Ahora sé que está muy bien gracias a una vieja novia de México. Y eso me alegra mucho.

El exilio, el regreso y la Argentina de hoy

-A la hora del exilio, en 1976, La Raulito termina siendo tu salvoconducto para ser recibida con todos los honores en España y poder insertarte laboralmente, ¿no?

-Sí, porque La Raulito se había dado un año antes en el Festival de San Sebastián; y los críticos la habían definido como “la mejor película fuera de concurso”. Luego, cuando se estrenó en los cines españoles, ¡superó a Tiburón! Por otro lado, la revista Fotogramas me había concedido el premio a la mejor actuación extranjera, superando a candidatos como Jack Nicholson, Liv Ullmann, Dustin Hoffman y Dominique Sandá. Por eso, cuando no me quedó más remedio que irme del país, allí me recibieron con los brazos abiertos y en seguida surgió lo de filmar la continuación de La Raulito.

-Claro, pocos saben que La Raulito tuvo una secuela, rodada en Madrid en 1977: La Raulito en libertad. ¿Qué sabor te dejó ese trabajo? ¿Quedaste conforme?

-No, no quedé conforme. Ya había rechazado dos guiones para hacer la continuación, escritos por Lautaro [también exiliado en España] que no me terminaban de convencer, y entonces me dio cosa rechazarle un tercero. Así que medio a regañadientes le dije que sí y lo hice. Me equivoqué. Todo en ese film estuvo medio traído de los pelos.

-¿Es cierto que en el exilio Mario Vargas Llosa te propuso protagonizar en teatro la obra La Señorita de Tacna? ¿Por qué dijiste que no?

-Sí, es cierto. Lo que pasó es que la leímos juntas, Norma (Aleandro) y yo, con luz de velas, en un molino que alquilaba Piero en España. A medida que la leíamos íbamos haciendo los distintos personajes, y cuando terminamos de hacerlo, muy conmovidas las dos, llorando, le dije: “Esto no lo tengo que hacer yo, este personaje es para vos y significará tu regreso triunfal a la Argentina”. Y así fue.

-Regresaste a la Argentina antes del advenimiento de la democracia, en 1980, cuando realmente era muy peligroso hacerlo. ¿Por qué? ¿Temiste morir de tristeza como Luis Politti?

-Sí, si me quedaba allá me iba a pasar lo mismo que a él. Luis se dejó morir... Sufría mucho. Y yo también sufrí mucho, lloraba todos los días. Poco antes de morir trabajamos juntos en una versión para televisión de Pigmalión, donde hacía de mi padre. Tras su muerte me volví, en 1980, cuando aún estaba Videla. Yo siempre punta de lanza...

-¿En algún momento te arrepentiste de haber abandonado tu carrera en Europa?

-No, no, porque me costaba mucho hacer de española. Hice seis películas y siempre fui muy reconocida [llegó a ganar en 1979 el premio como Mejor actriz por Al servicio de la mujer española, de Jaime de Armiñán, otorgado por el CEC, que reúne a los críticos cinematográficos de España]. No me encontraba haciendo de española, cuando me veía en la pantalla grande y me escuchaba, pensaba: `¿quién está hablando?´. No me reconocía y no me parecía que lo que hacía tuviera verdad. Y eso, la verdad, en el trabajo de una actriz, es fundamental. En la última película que hice en España, en El hombre de moda, en cambio, me tocó hacer de argentina y me volví a sentir cómoda. No creo que hubiera funcionado, después de eso, insistir con hacer de española.

-Siempre has sido una persona muy comprometida con la realidad del país. ¿Sos feliz en la Argentina de hoy?

-Ay, las autoridades que tenemos no nos lo están haciendo fácil, así que no, no estoy feliz, no estoy nada feliz. Pero, bueno, es lo que hay, y es lo que votó el pueblo y hay que respetarlo. Todo el mundo sabe que yo soy peronista de toda la vida, desde siempre, así que me gustaría que, tarde o temprano, se volviera al 50 y 50, algo que solo ocurrió durante los gobiernos peronistas.

-¿A qué te referís?

-El 50 por ciento de lo que haya, para la gente, para los trabajadores; y el otro 50 por ciento, para los demás, digamos que para los empresarios. Eso quiero, más justicia social.

-Por último, ¿volverás a la actuación, volverás a la música?

-A la actuación, no. Estoy retirada, pero a la música sí, porque es lo que en realidad me hace más feliz. ¿Te cuento una primicia? Acabo de grabar un álbum (con arreglos de Lito Vitale) que se llama Canciones dedicadas, con cinco temas, y se llama así porque cada canción está dedicada especialmente a alguien: a Patricia (Rincci, su mujer), a Norma Aleandro, a mi mamá, a Lola Mora más una zamba hecha a pedido de Julia Zenko, que aquí canto con Sandra (Mihanovich). Como ya casi no existen los discos físicos, todos los temas serán subidos muy pronto a las plataformas. De la misma manera en que Sony Music acaba de publicar Estados de ánimo y continuará con mis otros álbumes. Así que, mirá vos, a los 82 años dejaré, digitalmente hablando, de ser virgen [risas].