Los otros barrios que se construyeron en los estudios de TVE antes de 'La familia de la tele'

Carlos Herrera o Raffaella Carrà tuvieron grandes escenografías que remitían a nuestros barrios.

May 8, 2025 - 06:54
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Los otros barrios que se construyeron en los estudios de TVE antes de 'La familia de la tele'

La familia de la tele ha construido una plaza pública en la que reunirse en el Estudio 5 de TVE. Una plaza muy luminosa, muy colorista, muy película de Barbie y muy llena de recovecos pensados para que pasen cosas. Aunque, de momento, les ha faltado pensar las cosas. Pero no es la primera vez que en los platós de Prado del Rey se levanta el decorado de un barrio para acoger una apuesta de un programa de entretenimiento. Y no, no me refiero a Barrio Sésamo, que también. O al programa Plaza Mayor (2005) de La 2, con Mon Santiso y donde debutó una joven Sandra Daviú. Directamente se desarrollaba en una plaza con casonas que podrían estar en cualquier provincia española. No cumplió las expectativas de audiencia.

Pero una de las escenografías más espectaculares de la historia de Televisión Española fue la de Primero Izquierda (1991), que presentó en los noventa Carlos Herrera y que reprodujo la vida de una ciudad en el mítico Estudio 1 de Prado del Rey. Herrera contaba hasta con un ascensor panorámico que funcionaba de verdad y que le subía a su apartamento, en el primero izquierda, donde entrevistaba a grandes referentes de la cultura española.

También había un bar, un banco en el que sentarse y una calle en la que no paraban de aparecer paseantes. Presidiendo la avenida, un auditorio. Con su cartel de luces de neón. Carlos Herrera entraba por su puerta, mientras la cámara se elevaba para entrar por el tejado. Allí, entonces, aparecía el interior de un gran teatro con sus palcos, con su público, con su elegante escenario.

Todo estaba medido con un guion escrupuloso y una realización que bailaba con el espectador. Se contaba una historia con un Carlos Herrera hecho vecino de irónica elegancia. Y, por allí, lo mismo se encontraba a Camarón de la Isla (una de sus últimas entrevistas), a Rocío Jurado, a Verónica Castro, a Tomatito, a Margaret Thatcher... Estaba el ruido de la ciudad ordenado por la belleza de la televisión que se toma su tiempo para la liturgia audiovisual. La imagein mostraba la escenografía con tranquilidad, recordando que la tele no es solo hablar: sobre todo es saber filmar.

Cada movimiento de Carlos Herrera, los invitados y los figurantes que paseaban estaba muy medido para que la atmósfera callejera se comprendiera bien por la tele.

Años después en ese mismo Estudio 1, Raffaella Carrà rompió las audiencias con Hola Raffaella (1992). Aquí, en Prado del Rey, primero Raffaella tuvo como hogar una gran azotea sobre Madrid -con fuente ornamental real incluida-. A mitad de temporada, decidieron reinventar el decorado hasta convertirlo en una especie de platillo volante con vistas a un particular sistema solar.

De nuevo, una especie de plaza pública. Futurista, con sus columnas luminosas, con un marmol falso remarcando el centro de reunión y con un salón para la conversación de los invitados mientras intentaban adivinar el 'Si fuera', juego con el que Raffaella Carrà conseguía que la entrevista de siempre no pareciera un interrogatorio y se sintiera como una congregación de amigos.

Aquel estreno de escenografía se produjo la misma noche que Raffaella debía protagonizar una extensa promoción de un coche en el exterior de Prado del Rey. Ella misma condujo el FIAT por la misma calle en la que esta semana desfilaron los de Sálvame. Y entró por la gran puerta del Estudio 1 y el programa se tomó su tiempo para desarrollar una coreografía de cámaras, ballet y escenario que mostraban el nuevo decorado sin que se notara. Solo con la música hecha complicidad. En eso Raffaella era maestra. Había otros tempos de consumo audiovisual, pero para retener la atención del espectador Carrà cuidaba la liturgia escénica. Sabía por dónde había que entrar y salir del decorado para hacerlo más grande, más icónico, más televisivo.

Diva en el escenario, transparentemente y llanamente generosa en primer plano. Siempre comprendiendo que la tele es una plaza pública en la que conocerse más que imponerse. Ella se hacía grande acogiendo con la travesura de la ironía a su equipo, a su espectador, al tiempo de horas y horas de ensayo para que hubiera algo a que agarrarse si el directo se iba de las manos. Porque todo estaba ordenado en el decorado, con sus imaginativas plazas públicas, y sobre todo estaba ordenado en sus cabezas pensando en el público. La cabeza suya, y la de su compañero de aventuras. Como ella llamaba, el diablo Sergio Japino.