«La meritocracia en España son contactos, el talento es secundario»

Lorenzo Silva dijo una vez que el pasado no se cierra nunca, se acarrea. Precisamente porque el pasado lo llevamos a cuestas, José Ángel Mañas (Madrid, 1971) vuelve al bar favorito de su juventud más de treinta décadas después. El joven madrileño que logró poner nombre a toda una generación de escritores y tocar el cielo de la literatura, el mismo que vivió a todo gas la década de los 90, es ahora un autor consagrado que publica ‘Una historia del Kronen’ (Aguilar, 2025), una autobiografía personal y generacional. ‘Historias del Kronen’, su novela más conocida, quedó finalista del Nadal […] La entrada «La meritocracia en España son contactos, el talento es secundario» se publicó primero en Ethic.

May 9, 2025 - 10:43
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«La meritocracia en España son contactos, el talento es secundario»

Lorenzo Silva dijo una vez que el pasado no se cierra nunca, se acarrea. Precisamente porque el pasado lo llevamos a cuestas, José Ángel Mañas (Madrid, 1971) vuelve al bar favorito de su juventud más de treinta décadas después. El joven madrileño que logró poner nombre a toda una generación de escritores y tocar el cielo de la literatura, el mismo que vivió a todo gas la década de los 90, es ahora un autor consagrado que publica ‘Una historia del Kronen’ (Aguilar, 2025), una autobiografía personal y generacional. ‘Historias del Kronen’, su novela más conocida, quedó finalista del Nadal y fue llevada a la gran pantalla por Montxo Armendáriz, convirtiéndose en la película más taquillera de 1995 en España. Ahora, Mañas espera cerrar una etapa y acabar de una vez por todas con la sombra que le lleva acompañando tanto tiempo.


El crítico Germán Gullón afirmó que se moriría y solo quedaría el Kronen. ¿Publicar este último libro no es enredarse en el bucle de siempre?

Esa predicción me hizo reír, tenía 23 años y toda la vida por delante, pero está a punto de cumplirse. Me había alejado de ese drama, pero sentí la necesidad de volver a mirar atrás. Puede parecer contradictorio, pero a veces para cerrar una etapa tienes que volver sobre tus pasos, incluso cansarte de ti mismo. Psicológicamente es algo muy peculiar y es devastador: Kronen se ha convertido en una especie de monstruo, un Frankenstein que ha cobrado vida propia y no puedo controlar. Pese a todo, le estoy muy agradecido al chaval que decidió enviar el manuscrito en 1993. Gracias a él he podido dedicarme a escribir, sería injusto quejarme.

¿Alguna vez se ha planteado dejar de escribir?

Alguna vez he dicho que me hubiera gustado hacer como Rimbaud, dejarlo todo. Hay un cuento de Alphonse Daudet, llamado El secreto de maese Cornille, que cuenta la historia de un hombre que tiene un molino y da igual cuántos clientes tenga, porque él sigue con su molino removiendo el trigo. Soy un poco así, sigo por inercia porque lo único que sé hacer es escribir libros. Yo ando siempre desubicado, el sino de mi vida es estar donde no debo, pero al menos cuando escribo siento que encuentro un lugar tranquilo en el mundo, que puedo proyectar una visión original. Escribir no es otra cosa que tener una mirada especial sobre lo que ves.

«Escribir no es otra cosa que tener una mirada especial sobre lo que ves»

Su mirada tiene mucho que ver con Madrid, incluso diría que sus novelas tienen un oído madrileño. ¿Cómo se lleva con la ciudad?  

Me gusta mucho lo que dices del oído, es realmente así. He vivido muchos años en Francia, pero soy incapaz de escribir sobre ella. Falta esa dimensión auditiva, la capacidad de recrear diálogos. También está el localismo: dijo Jane Austen que para escribir basta con conocer a cuatro familias en profundidad. Conozco muy bien Madrid, y a veces me irrita. Todo madrileño tiene una relación de amor-odio con esta ciudad. He intentado huir de aquí, pero siempre he terminado volviendo. Hay algo en Madrid que te atrapa, pero también te desquicia. Es una ciudad en la que nunca puedes aburrirte, pero sí agotarte.

Releyendo su novela, dibuja una ciudad que ya no existe. ¿Echa de menos el Madrid de los 90?

Procuro no idealizar el pasado, aunque Madrid en los 90 era muy distinto al de hoy. El centro era más caótico, menos domesticado. Ibas a la plaza del Dos de Mayo y había más broncas, menos seguridad. No había bolardos, metías el coche donde querías. Ese Madrid tenía más peligro que el actual, pero también un gran encanto. Había bares maravillosos donde solo había música, cuatro botellas de whisky y una barra, y bastaba con eso para pasarlo bien. La energía que se palpaba en las calles era vibrante, hoy en día es diferente. Ahora tengo la sensación que la ciudad está hecha para los turistas.

¿Cómo ve la evolución del dinamismo cultural en la ciudad?

Quizá donde antes había más interés en el libro y el arte, ahora lo encuentras en otros sitios. Dicen que los jóvenes leen más ahora, yo soy bastante escéptico con esto. La gente joven procesa mucho texto, pero no lo hace a través de los libros físicos. Si vas en el metro, todo el mundo mira el móvil y hay cuatro gatos leyendo. Creo que la literatura está en decadencia, antes el libro estaba en el centro del debate cultural. Y sucede lo mismo con los críticos, en los 90 una buena crítica implicaba grandes ventas, ahora no. Ya no existe la figura del escritor de periódicos. ´

«La gente joven procesa mucho texto, pero no lo hace a través de los libros físicos»

¿Cree que la lectura no casa con la época actual?

Lo que creo es que los valores, las ideas y sobre todo la velocidad ha cambiado. Un libro necesita que le dediques concentración y tiempo, pero también necesita tiempo para editarse. Se me hace raro ver que hoy en día, cuando nadie tiene tiempo y anda a mil por hora de una cosa a otra, haya tantos libros publicándose. Si el mercado editorial se mantiene en pie, es porque se compran. Pero dudo mucho que se lean. También me da pena ver cómo el libro se ha devaluado, ahora parece que publicar una novela se ha convertido en un accesorio que te da capital social. Pero está bien que haya libertad para que cada uno decida qué hacer y cómo hacerlo.

Ahora que habla de libertad, ¿qué opina de los límites de la libertad creativa, con el debate que se ha planteado por la retirada de la novela de Luisgé Martín

Hay muchas series que plantean temas igual de oscuros y nadie las retira. No estoy a favor de censurar libros, y creo que la libertad de expresión tiene varios niveles. Si insulto a alguien en una columna, entiendo que me llamen al orden, pero si un personaje lo hace en una novela, ahí no se puede hacer nada. La gracia del arte es que no hay reglas, y es positivo para la sociedad. Me alegro de que ahora seamos más conscientes de muchos temas, como la importancia del feminismo, y veamos las obras con otro prisma, pero no me gustan los moralismos ni tratar a los ciudadanos como si no pudieran pensar críticamente.

«No me gustan los moralismos ni tratar a los ciudadanos como si no pudieran pensar críticamente»

¿Cómo se ha llevado con la nostalgia escribiendo este libro?

Lucho contra ella porque es una trampa. Es un sentimiento muy atractivo y pornográfico, tiene un punto de tristeza, pero también de gracia, entonces personalmente la evito, pero artísticamente la alimento. Escribiendo este libro he recordado cosas del pasado y sí que he echado de menos algunas, y he forzado ese juego. Lo decía Pessoa: «el poeta es un fingidor: finge tan completamente, que finge que es dolor el dolor que de veras siente». Hay un trabajo de actor en la escritura, y a mí me gusta jugar.

Comienza su libro afirmando que se odia a sí mismo, ¿También es un juego?

Sí, quería captar la atención del lector, en una primera página quiero picar su curiosidad. Es una técnica literaria, pero sucede igual en la vida. La primera vez que conoces a alguien, es mejor no aburrirle. En realidad, la literatura y la vida se parecen en que son un teatro constante. Pero sí es cierto que hay parte de verdad, tengo un componente psicológico peculiar. Tengo una relación complicada conmigo mismo.

¿A qué se refiere con esto último?

Siempre he tenido fobia social, y he sido bastante torpe relacionándome. Me ha costado mucho llegar a dar conferencias, hablar en público, relacionarme como la mayoría de personas. Esto me ha ocasionado muchos problemas, porque la inseguridad puede confundirse con arrogancia. Cuando salió Kronen, no controlaba el contexto mediático y quedaba mal. A veces miro a autores como Elena Ferrante y pienso en la paz que debe dar estar fuera del teatro social y a la vez publicar. Cuando doy buenas entrevistas o conferencias estoy satisfecho, o cuando estoy a gusto contigo como ahora, pero no es algo que me salga natural.

Sorprende que se haya atrevido con una autobiografía, incluso hablando de temas personales como su matrimonio y sus relaciones personales. ¿Qué ha aprendido escribiéndola?

Soy muy púdico, te confieso que me daba un miedo atroz caer en el ridículo. La autoficción es un género muy resbaladizo y puedes estropearlo fácilmente, pero sentí que era el momento. Me vi capaz de mirar atrás y asumir las tonterías que hice. Hay una canción francesa que dice que con 18 años no tienes el corazón lo suficientemente grande. Va creciendo tu capacidad de empatía y de generar afecto. He crecido mucho en ese sentido, y mis hijos me han dado una dimensión suplementaria. Tuve una madre fría, y con esto quiero decir que la base de la que partes te condiciona. A querer se aprende, y con veinte años no tienes ni idea.

Luis Mancha apodó a toda una generación de escritores con su novela. ¿Cómo se llevó entonces con la etiqueta de ‘Generación Kronen’?

Me sorprendió, aunque eso de etiquetar es muy español. Luis entendía que era una generación editorial más que biológica. Esa tendencia literaria un poco vinculada a la noche, al sexo, a las drogas, al desenfreno… Y es verdad que se generó esta tendencia para mucha gente. Yo nunca me identifiqué con Ray Loriga o Lucía Etxebarría, ellos eran más ochenteros, pero no me molesta la etiqueta, convivo con ella. Luis Mancha replicó una idea de Bourdieu: la importancia del capital social. La meritocracia en España implica relacionarte bien, el talento es secundario. En la literatura triunfa las relaciones que te abren puertas, es un mundo muy endogámico. Ocurre igual en el cine y en otras artes.

Hablando de cine, la adaptación de Kronen fue la película más taquillera en España en 1995. ¿Qué le pareció?

Era una buena película y una mala adaptación. Desaparecí el segundo día del rodaje, porque a Elías Querejeta no le gustó que le señalase cosas que me chirriaban. ¿Si en mi libro beben whisky cola, por qué en la película beben vodka con naranja? Creo que Armendáriz y él no entendieron el espíritu de mi novela. Yo respeto mucho el cine, le agradezco la capacidad de síntesis y un guion es de una precisión loable, pero no entendía por qué los actores no parecían madrileños de los noventa, sino navarros de los setenta. Hay muchos detalles que hacen que la película, por buena que fuera, no representara a mi Kronen.

En la gestión de este asunto y de otros, afirma que ha tenido una maduración lenta.

En el terreno intelectual no, pero sí en el emocional. Fui un poco caótico y desordenado, con poca disciplina. Me lo pasé muy bien de joven, había días que salía con la intención de tomar algo y me tiraba tres días fuera de casa. Gané mucho dinero a una edad temprana. Quizá podía haber salido menos y ser más ordenado, no ser tan impulsivo, pero todas esas noches me dieron mucho material para escribir. Es que a mí me gustó mucho la noche madrileña, los personajes con los que te encuentras y cómo tienes conversaciones absurdas que tienen tanto encanto. Para escribir y para salir hay que tener buena espalda. Ahora prefiero el mediodía, los ritmos cambian con la edad, y sigo escribiendo igual.

«La literatura es el mejor ansiolítico»

¿Qué supone la literatura en su vida?

La novela ha sido siempre mi gran obsesión, creo que todos los que escribimos somos bastante obsesivos con algo. La literatura es el mejor ansiolítico, es lo que te saca de ti mismo y te da un lugar en el mundo. A mí no hay nada que me dé tanta paz como estar metido en una buena novela. Y luego por supuesto es la conversación con los clásicos, la forma de hablar con las mentes más brillantes de la historia. Esa sensación de intimidad, la que consigue un lector y un autor, incluso muerto, no se puede comparar con nada.

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