Las imagénes en Palma que confirman que Mario Conde y María José Castellví salen juntos
Una noticia que la casualidad ha querido regalarme en forma de exclusiva ya que me los he encontrado esta mañana última de abril observando con interés los edificios del Puerto de Palma y oh sorpresas de la vida, paseando como dos enamorados más, que lo son, en teoría. Hablamos de la relación entre el ex … Continuar leyendo "Las imagénes en Palma que confirman que Mario Conde y María José Castellví salen juntos"

Una noticia que la casualidad ha querido regalarme en forma de exclusiva ya que me los he encontrado esta mañana última de abril observando con interés los edificios del Puerto de Palma y oh sorpresas de la vida, paseando como dos enamorados más, que lo son, en teoría. Hablamos de la relación entre el ex banquero Mario Conde y María José Castellví, la que fue una de las galeristas más afamadas de Barcelona y después, tras instalarse en Palma junto a su marido el financiero Carlos Arbó, enviudó durante la terrible etapa pandémica. Una muerte inesperada que todos sus amigos sentimos de corazón pues ambos, junto a sus dos hijos, formaban una pareja querida y admirada por la buena armonía que transmitía la familia.
A Mario no hace falta presentarle, pero a María José, pese a que es una figura importantísima de la sociedad catalana, heredera de un inmenso patrimonio inmobiliario, quizás sea conveniente ponerla en contexto para que la conozcan un poco mejor. Y quizás la admiren tanto como yo. Es dulce, risueña, inteligente y buena persona, así, tal cual, definido en unas pocas palabras que espero digan mucho.
Tras llegar a Mallorca para que la familia Arbó Castellví pudiera llevar una vida más tranquila enfocada sobre todo en la educación de sus hijos, entonces todavía muy pequeños, el matrimonio fue rápidamente aceptado en la elitista sociedad mallorquina. Su círculo de amistades recorría kilómetros de poder, desde la genial María José Hidalgo, a Marieta Salas o Cristina Macaya, entre otros muchos personajes destacados de este barco llamado Mallorca en el que se embarcaron para siempre. O no, cuando sus hijos fueron creciendo la pareja compró casa en Madrid, en uno de los edificios más caros de la capital, y pese a ese poder que ambos poseían, jamás hicieron ostentación de nada, al contrario, ambos siempre fueron una pareja más, que hizo de la normalidad escuela.
A María José es habitual verla siempre impecablemente vestida, normalmente de Chanel, de la que es devota y apasionada, quizás por su moderno clasicismo, muy acorde con su personalidad.
En fin, voy a lo más duro, pero prometo acabar esta crónica de urgencia saltando de alegría. Carlos falleció, así de repente, y todos sus conocidos nos preguntábamos qué sería de esta familia que parecía tener en el padre el capitán de barco. Pensé mucho en esa época en los tres que quedaban y pensé en la dureza que provoca la marcha del jefe. O de la jefa. Y ahí es donde la gran señora de toda la vida, la apasionada de las joyas mallorquinas convertidas en objeto de deseo tras una revisión muy acertada que llamó Jouells, en la que las botonades volvieron a usarse por todas las señoras bien de la isla, entró en escena.
Pues bien, no he de enrollarme más, la gran María José no dio jamás un escándalo de lágrimas exageradas, ni se supo mucho de ella durante una buena temporada. Se instaló en su magnífica casa de Madrid y hoy felizmente unida e ilusionada con Mario, al que también quiero por ser escuela de vida, de cielo e infierno, y siempre un señor, ha vuelto a nuestra vida para regalarnos su triunfo. No porque esté saliendo desde hace dos meses y medio con Mario Conde, o si, no tengo ni idea. Pero miren en la foto su cara de felicidad, la paz que transmiten esas imágenes bajo el sol palmesano, ese amor casi adolescente de la relación en su estado de máxima esperanza e ilusión. «Somos muy, muy felices», me cuentan.
Mario, al hablar con ellos, me ha dicho lo que yo siempre he sabido, que su novia es inteligente y buena, y añado, fuerte y muy elegante en el mejor y único sentido que tiene la palabra peor utilizada del mundo. En ambos esta mañana última de abril se ve esa elegancia innata que ni el tiempo ni las desgracias quitan, pero también las alegrías, que las hay y las habrá. Qué buena pareja, de las de amor y lujo, benditos sean los cuentos y benditas las meigas gallegas que acunaron a don Mario. Sed muy felices y que los demás lo veamos y los disfrutemos.
Por cierto, Mario habla un mallorquín casi perfecto, ha vuelto a su tierra.