La icónica librería Sant Jordi se reinventa como "espacio cultural" para evitar el cerrar frente a la subida del alquiler

El negocio familiar ha sido adquirido por la agencia de viajes Temps d'Oci, que lo convertirá en un local "polivalente" con una pequeña cafetería y donde se organizarán diversas actividadesColas de lectores para salvar la Sant Jordi, la librería de Barcelona que se niega a perecer ante la gentrificación La librería Sant Jordi sobrevivirá. Después de meses de incerteza, este local situado en la céntrica calle barcelonesa de Ferran, podrá mantener sus puertas abiertas a pesar de las embestidas de la propiedad que, tras la muerte de Josep, dueño y titular del contrato, exigió subidas de alquiler “imposibles” para sus herederos. Cristina Riera, la mujer de Josep y quien quedó a cargo del negocio, intentó por todas las vías que la librería, un símbolo de resistencia en medio de una calle plagada de negocios dedicados a los turistas, no tuviera que cerrar. Y finalmente, lo ha conseguido. Lo ha hecho de la mano de la agencia de viajes Temps d'Oci. Se trata de una empresa barcelonesa que, además de ofrecer propuestas vacacionales, en los últimos meses ha abierto su línea de negocio comprando librerías en riesgo de cierre. “Preservamos el carácter y legado, pero la abrimos a nuevos públicos y las adaptamos a los nuevos tiempos con una mirada redentora”, apuntan. Lo que acaban de hacer con la Sant Jordi ya lo hicieron hace poco con la librería Quera, la más antigua de Barcelona. Así, el local de la calle Ferran pasará a llamarse Espai Sant Jordi, un “espacio polivalente donde convivirán la pasión por la lectura el placer de la gastronomía y la actividad cultural”, tal como lo describen desde Temps d'Oci. Aparte de los libros, en este espacio se abrirá una cafetería, -“un complemento natural a la experiencia de lectura y encuentro”- y se programarán actividades culturales. Las adquisiciones de estas dos librerías se enfocan en una voluntad de “compromiso con aquello que es auténtico y arraigado. Una preservación del patrimonio de la cultura local”, añaden. El nuevo local prevé abrir sus puertas este verano, cerrando así casi medio año de angustia de Cristina Riera, que ha podido preservar el legado de Josep. Ella tenía claro que no dejaría que su librería se convirtiera en un negocio para turistas y ahora celebra haber encontrado una solución “digna”. Y reconoce que todo ha sido gracias al “apoyo de la ciudadanía, que salió a la calle para defender este espacio tan querido”. Se refiere a la respuesta que se dio tras la muerte de Josep. Al no poder hacer frente a las subidas de precio que exigía la propiedad, un fondo inversor que se negó en todo momento a negociar, todo apuntaba a que tendrían que cerrar, pero la Sant Jordi tenía más de 4.000 volúmenes guardados en sus entrañas. Así que, frente a la incertidumbre, Cristina hizo un llamado a amigos y conocidos para que se pasaran por la librería a adquirir los libros que les interesaran. Ese mensaje corrió como la pólvora y acabó llegando a centenares de personas que, desde primera hora de la mañana, hacían cola frente al local para aligerar sus existencias, ayudar económicamente a la familia y, eventualmente, hacer más llevadero un traspaso. Pero esa era la última opción que contemplaba Cristina. Y es que, a pesar de que estaban de alquiler en el local, el característico mobiliario ocre, los marcos finamente decorados y las baldosas hidráulicas habían sido adquiridas por Josep y su padre, el fundador de la librería hace ahora 41 años. Todo aquello sí hubiera sido imposible de transportar y Cristina se negaba a que aquellos objetos pasaran a decorar un negocio “enfocado al turismo”. Por todo ello, una de las estrategias de la familia -que no tenía capacidad para heredar la gestión del negocio- era que el espacio pasara a ser catalogado como protegido y gestionado por la administración. Finalmente, el Ayuntamiento desestimó esa opción, recordando que hace años Josep ganó un concurso municipal que le daba derecho a ocupar un bajo comercial de protección oficial en la calle Rovadors, en el corazón del Raval. Pero el librero nunca se quiso ir porque, a pesar de que hubiera sido más barato, él se mantenía firme en su deseo de resistir en la calle Ferran. “Era un luchador y un ejemplo de resistencia en el territorio”. “Se quedó porque no quería regalar su barrio a los especuladores”. Así le recuerdan militantes de asambleas de barrio y de vecinos, a las que Josep acudía y donde se le recuerda con cariño sincero. Finalmente, la solución ha venido de una empresa privada, que asumirá el alquiler y la gestión del local. “En un momento en que Barcelona pierde establecimientos históricos, la reapertura de la librería Sant Jordi se presenta como un acto de resistencia cultural. En un barrio especialmente castigado por la gentrificación, los comercios locales se reivindican como el pequeño pueblo de Astérix: resistentes, com

May 6, 2025 - 15:09
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La icónica librería Sant Jordi se reinventa como "espacio cultural" para evitar el cerrar frente a la subida del alquiler

La icónica librería Sant Jordi se reinventa como "espacio cultural" para evitar el cerrar frente a la subida del alquiler

El negocio familiar ha sido adquirido por la agencia de viajes Temps d'Oci, que lo convertirá en un local "polivalente" con una pequeña cafetería y donde se organizarán diversas actividades

Colas de lectores para salvar la Sant Jordi, la librería de Barcelona que se niega a perecer ante la gentrificación

La librería Sant Jordi sobrevivirá. Después de meses de incerteza, este local situado en la céntrica calle barcelonesa de Ferran, podrá mantener sus puertas abiertas a pesar de las embestidas de la propiedad que, tras la muerte de Josep, dueño y titular del contrato, exigió subidas de alquiler “imposibles” para sus herederos.

Cristina Riera, la mujer de Josep y quien quedó a cargo del negocio, intentó por todas las vías que la librería, un símbolo de resistencia en medio de una calle plagada de negocios dedicados a los turistas, no tuviera que cerrar. Y finalmente, lo ha conseguido. Lo ha hecho de la mano de la agencia de viajes Temps d'Oci.

Se trata de una empresa barcelonesa que, además de ofrecer propuestas vacacionales, en los últimos meses ha abierto su línea de negocio comprando librerías en riesgo de cierre. “Preservamos el carácter y legado, pero la abrimos a nuevos públicos y las adaptamos a los nuevos tiempos con una mirada redentora”, apuntan.

Lo que acaban de hacer con la Sant Jordi ya lo hicieron hace poco con la librería Quera, la más antigua de Barcelona. Así, el local de la calle Ferran pasará a llamarse Espai Sant Jordi, un “espacio polivalente donde convivirán la pasión por la lectura el placer de la gastronomía y la actividad cultural”, tal como lo describen desde Temps d'Oci.

Aparte de los libros, en este espacio se abrirá una cafetería, -“un complemento natural a la experiencia de lectura y encuentro”- y se programarán actividades culturales. Las adquisiciones de estas dos librerías se enfocan en una voluntad de “compromiso con aquello que es auténtico y arraigado. Una preservación del patrimonio de la cultura local”, añaden.

El nuevo local prevé abrir sus puertas este verano, cerrando así casi medio año de angustia de Cristina Riera, que ha podido preservar el legado de Josep. Ella tenía claro que no dejaría que su librería se convirtiera en un negocio para turistas y ahora celebra haber encontrado una solución “digna”. Y reconoce que todo ha sido gracias al “apoyo de la ciudadanía, que salió a la calle para defender este espacio tan querido”.

Se refiere a la respuesta que se dio tras la muerte de Josep. Al no poder hacer frente a las subidas de precio que exigía la propiedad, un fondo inversor que se negó en todo momento a negociar, todo apuntaba a que tendrían que cerrar, pero la Sant Jordi tenía más de 4.000 volúmenes guardados en sus entrañas. Así que, frente a la incertidumbre, Cristina hizo un llamado a amigos y conocidos para que se pasaran por la librería a adquirir los libros que les interesaran.

Ese mensaje corrió como la pólvora y acabó llegando a centenares de personas que, desde primera hora de la mañana, hacían cola frente al local para aligerar sus existencias, ayudar económicamente a la familia y, eventualmente, hacer más llevadero un traspaso.

Pero esa era la última opción que contemplaba Cristina. Y es que, a pesar de que estaban de alquiler en el local, el característico mobiliario ocre, los marcos finamente decorados y las baldosas hidráulicas habían sido adquiridas por Josep y su padre, el fundador de la librería hace ahora 41 años. Todo aquello sí hubiera sido imposible de transportar y Cristina se negaba a que aquellos objetos pasaran a decorar un negocio “enfocado al turismo”.

Por todo ello, una de las estrategias de la familia -que no tenía capacidad para heredar la gestión del negocio- era que el espacio pasara a ser catalogado como protegido y gestionado por la administración. Finalmente, el Ayuntamiento desestimó esa opción, recordando que hace años Josep ganó un concurso municipal que le daba derecho a ocupar un bajo comercial de protección oficial en la calle Rovadors, en el corazón del Raval. Pero el librero nunca se quiso ir porque, a pesar de que hubiera sido más barato, él se mantenía firme en su deseo de resistir en la calle Ferran.

“Era un luchador y un ejemplo de resistencia en el territorio”. “Se quedó porque no quería regalar su barrio a los especuladores”. Así le recuerdan militantes de asambleas de barrio y de vecinos, a las que Josep acudía y donde se le recuerda con cariño sincero.

Finalmente, la solución ha venido de una empresa privada, que asumirá el alquiler y la gestión del local. “En un momento en que Barcelona pierde establecimientos históricos, la reapertura de la librería Sant Jordi se presenta como un acto de resistencia cultural. En un barrio especialmente castigado por la gentrificación, los comercios locales se reivindican como el pequeño pueblo de Astérix: resistentes, comprometidos y arraigados a la comunidad”, reivindican desde Temps d'Oci.

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