La guerra comercial no ha terminado: la pelota está en el tejado de China
Algunos analistas sugieren que Trump ha querido forzar una coalición occidental contra China ofreciendo acceso a su mercado a Europa, Japón o Corea del Sur y excluyendo las relaciones comerciales con Pekín

Después de la tregua parcial de 90 días en los aranceles de Trump que incluye a la Unión Europea pero no a China, llega la gran pregunta. ¿De verdad ha terminado la guerra comercial y el mundo puede dormir tranquilo? Vista la recuperación explosiva de las bolsas desde el pasado miércoles, muchos inversores parecen confiar en que los aranceles no se van a implementar en su forma más dura. Pero una cosa es lo que se cree y otra lo que realmente puede pasar. ¿Está el riesgo bajo control?
La bolsa estadounidense se había desplomado casi un 20% desde que arrancó la escalada comercial, pero en solo 24 horas el S&P 500 se disparó un 10%. Y una subida de este calibre no ocurre todos los días. La Casa Blanca, tras una semana de tono duro, decidió echar el freno en el último momento. Suspendió la entrada en vigor de los aranceles más agresivos, con la excepción de China. Ese mismo día, miércoles 9 de abril, el equipo de Trump anunció que los nuevos aranceles quedaban fijados en un 10% generalizado durante tres meses. Mientras tanto, China quedaba fuera de esa tregua y los aranceles contra el gigante asiático subían del 104% al 145%.
¿Cambio de guion o retirada forzosa?
Entre el 2 y el 9 de abril, el discurso oficial era que los aranceles iban a quedarse. Se hablaba de ingresos históricos para reindustrializar Estados Unidos, de indiferencia frente a los mercados y de que la bolsa no influía en las decisiones políticas, porque Wall Street solo importaba a un 10% de ricos, según el secretario del Tesoro, Scott Bessent. Pero en cuanto la rentabilidad del bono a diez años se acercó al 4,5% y los mercados amenazaron con entrar en pánico real, algo hizo click. El propio Trump reculó. ¿Fue por presión del mercado o parte de un plan negociador? Sea como sea, dio marcha atrás.
Ahora mismo el nuevo esquema arancelario, aunque más moderado, sigue siendo elevado. Un 10% generalizado supone cuadruplicar el nivel promedio anterior. Si se mantiene, puede seguir haciendo daño, tanto a la economía real como a los mercados financieros. No es el escenario más agresivo posible, pero sigue siendo un escenario dañino si se convierte en permanente.
En estas circunstancias, ningún banco central quiere apresurarse a tomar grandes decisiones. Por lo que indican los acontecimientos, la política cambia a diario. Por ahora, la incertidumbre y la volatilidad seguirán siendo altas y “los rumores sobre una recesión continuarán”, según los analistas de eToro. Esto mantendrá a los activos de riesgo bajo presión hasta que tengamos una dirección más clara sobre los aranceles, las negociaciones y las medidas de los bancos centrales.
¿Y ahora qué? La pausa abre una ventana para negociar con los socios comerciales. Pero si Trump insiste en exigir balanzas comerciales equilibradas con cada país, los acuerdos serán imposibles. Ninguna economía moderna puede funcionar bajo esas condiciones. Así que o cambia la postura o en 90 días la tensión volverá a estallar.
Hay quien dice que esta pausa es solo una fachada. Que Trump ha recogido cable y ahora busca pactos que le permitan declarar victoria sin necesidad de imponer aranceles tan agresivos. Pero todo dependerá de qué pida realmente Estados Unidos. Si lo que quiere es volver a la situación inicial, habrá espacio para acuerdos. Si insiste en condiciones imposibles, se volverá al punto de partida.
¿Puede China parar a Trump?
Y luego está China. El gran elefante en la habitación. En primer lugar, Pekín ha quedado fuera de la tregua. En segundo lugar, el proceso de negociación que ahora se abre podría ser tanto una oportunidad para reconstruir relaciones como una simple fachada que acabe en un nuevo fracaso. De hecho, China ha respondido y ha subido al 125% los aranceles a Estados Unidos, un día después de que Trump elevara al 145% los gravámenes a los productos chinos. Y, en tercer lugar, porque la estrategia más compleja, una posible alianza de Estados Unidos con otros socios para cercar comercialmente a China, sigue sobre la mesa.
La clave, por tanto, sigue siendo Pekín. La tensión comercial entre Estados Unidos y China no solo no se ha resuelto, sino que se ha congelado en un estado de máxima fricción. Los aranceles recíprocos alcanzan ya el 125%, dejando prácticamente paralizado el comercio entre ambas potencias. Este equilibrio es inestable. O bien ambas partes se sientan a negociar y alcanzan un nuevo acuerdo, o bien la situación se rompe por el lado más impredecible.
Y es ahí donde surgen temores reales. ¿Y si China decide devaluar el yuan como respuesta? ¿Y si se intensifican las represalias financieras en lugar de las comerciales? Ya han circulado rumores sobre posibles ventas de bonos del Tesoro estadounidense por parte del Banco Popular de China, aunque por ahora sin confirmación. Sería un movimiento muy agresivo, pero no imposible en este clima de desconfianza creciente.
La pregunta es si esta guerra comercial ha sido desde el principio algo más que una cuestión de balanzas comerciales. Algunos analistas sugieren que Trump ha querido forzar una coalición occidental contra China. Bajo esa lógica, Estados Unidos ofrece acceso a su mercado a Europa, Japón o Corea del Sur, pero a cambio exige una exclusión total de relaciones comerciales con Pekín. Sería una jugada de máxima presión geoestratégica. Y el riesgo de una escalada así es inmenso.
Mientras tanto, los mercados respiran. Pero ese respiro puede ser corto. Las promesas de aranceles más bajos han devuelto algo de apetito por el riesgo, pero la incertidumbre sigue ahí. Julius Baer advierte que la volatilidad persistirá. Recomienda aprovechar cualquier fortaleza a corto plazo en la renta variable estadounidense durante las próximas semanas para vender y diversificar aún más hacia acciones no estadounidenses, como las europeas”, señalan.
La guerra comercial no ha terminado. Solo se ha moderado. El mercado de deuda sigue inquieto. Las cadenas de suministro no se han normalizado. Y China, la gran pieza del puzzle, está fuera del acuerdo. Hasta que no haya un pacto real con Pekín y una estrategia clara entre los aliados, cualquier calma será solo temporal. Por ahora, hay una pausa. Pero nada más.