La facilidad para dar a luz ha rediseñado nuestras caderas y no para mejor
¿Evolución a peor? - La necesidad de caminar erguidos llevó a una reconfiguración de la pelvis que hizo más complejo el parto Las caderas humanas no están diseñadas para contentar a nadie. Dan más problemas de los que resuelven: dificultan el parto, complican la recuperación y aumentan el riesgo de lesiones en el suelo pélvico. Aunque parezca contradictorio, dar a luz con mayor facilidad ha tenido efectos secundarios poco favorables en nuestra estructura ósea. La genética ha hecho sus ajustes, pero no siempre con resultados prácticos. La pelvis, más que una solución, es una concesión evolutiva. Una cadera que no acaba de cumplir con lo que promete Quienes investigan la anatomía humana llevan años rastreando esta contradicción sin encontrar una salida clara. Un equipo liderado por Liaoyi Xu ha escaneado el cuerpo de más de 42.000 personas, analizando con algoritmos de aprendizaje automático cada detalle del hueso pélvico en imágenes obtenidas con absorciometría de rayos X de doble energía. En ese trabajo, publicado en Science, se identificaron 180 regiones del genoma asociadas a la forma de la pelvis. En sus palabras, “las diferencias genéticas entre sexos son relevantes y afectan de manera distinta a la estructura ósea pélvica”. La duración del embarazo humano y el tamaño del recién nacido no parecen haber cambiado para compensar un canal del parto difícil Uno de los datos más contundentes tiene que ver con la relación entre la forma del canal del parto y la velocidad al caminar. Las personas con caderas más anchas tienden a tener un paso más lento, pero un riesgo menor de sufrir complicaciones durante el alumbramiento. A cambio, la probabilidad de padecer trastornos en el suelo pélvico aumenta. Aunque se trate de una adaptación a una necesidad tan vital como el parto, no es una mejora estructural desde el punto de vista biomecánico. El estudio también señala que no hay evidencias que apoyen la teoría de que la gestación humana se haya acortado para facilitar el parto. La duración del embarazo, así como el tamaño de los recién nacidos, son comparables a los de otros primates de proporciones similares. En lugar de resolver el problema con nacimientos más tempranos, parece que el cuerpo humano ha optado por otras vías. La pelvis se ha transformado con el tiempo, pero lo ha hecho a costa de generar otros desequilibrios. El dilema de caminar derechos y dar a luz sin complicaciones La evolución del bipedismo marcó un antes y un después. Para caminar erguidos, los primeros homínidos necesitaron acortar y ensanchar la pelvis. Esta nueva configuración facilitaba el equilibrio y la marcha, pero complicaba el parto. El llamado dilema obstétrico lleva décadas estudiándose: una pelvis eficiente para andar no es la mejor para parir. Según Xu y su equipo, “la morfología pélvica está relacionada genéticamente con el tamaño de la cabeza, lo que sugiere una respuesta evolutiva a los partos de bebés con cerebros más grandes”. Tener una pelvis

¿Evolución a peor? - La necesidad de caminar erguidos llevó a una reconfiguración de la pelvis que hizo más complejo el parto
Las caderas humanas no están diseñadas para contentar a nadie. Dan más problemas de los que resuelven: dificultan el parto, complican la recuperación y aumentan el riesgo de lesiones en el suelo pélvico. Aunque parezca contradictorio, dar a luz con mayor facilidad ha tenido efectos secundarios poco favorables en nuestra estructura ósea. La genética ha hecho sus ajustes, pero no siempre con resultados prácticos. La pelvis, más que una solución, es una concesión evolutiva.
Una cadera que no acaba de cumplir con lo que promete
Quienes investigan la anatomía humana llevan años rastreando esta contradicción sin encontrar una salida clara. Un equipo liderado por Liaoyi Xu ha escaneado el cuerpo de más de 42.000 personas, analizando con algoritmos de aprendizaje automático cada detalle del hueso pélvico en imágenes obtenidas con absorciometría de rayos X de doble energía.
En ese trabajo, publicado en Science, se identificaron 180 regiones del genoma asociadas a la forma de la pelvis. En sus palabras, “las diferencias genéticas entre sexos son relevantes y afectan de manera distinta a la estructura ósea pélvica”.
Uno de los datos más contundentes tiene que ver con la relación entre la forma del canal del parto y la velocidad al caminar. Las personas con caderas más anchas tienden a tener un paso más lento, pero un riesgo menor de sufrir complicaciones durante el alumbramiento. A cambio, la probabilidad de padecer trastornos en el suelo pélvico aumenta. Aunque se trate de una adaptación a una necesidad tan vital como el parto, no es una mejora estructural desde el punto de vista biomecánico.
El estudio también señala que no hay evidencias que apoyen la teoría de que la gestación humana se haya acortado para facilitar el parto. La duración del embarazo, así como el tamaño de los recién nacidos, son comparables a los de otros primates de proporciones similares. En lugar de resolver el problema con nacimientos más tempranos, parece que el cuerpo humano ha optado por otras vías. La pelvis se ha transformado con el tiempo, pero lo ha hecho a costa de generar otros desequilibrios.
El dilema de caminar derechos y dar a luz sin complicaciones
La evolución del bipedismo marcó un antes y un después. Para caminar erguidos, los primeros homínidos necesitaron acortar y ensanchar la pelvis. Esta nueva configuración facilitaba el equilibrio y la marcha, pero complicaba el parto. El llamado dilema obstétrico lleva décadas estudiándose: una pelvis eficiente para andar no es la mejor para parir.
Según Xu y su equipo, “la morfología pélvica está relacionada genéticamente con el tamaño de la cabeza, lo que sugiere una respuesta evolutiva a los partos de bebés con cerebros más grandes”.
Además, se han encontrado diferencias estructurales según la lateralidad. La forma de la pelvis presenta pequeñas asimetrías ligadas a la dominancia manual, lo que añade un nuevo ángulo al análisis genético. Todo apunta a que esta parte del cuerpo no se entiende sin una visión multidisciplinar que incluya biomecánica, genética y desarrollo evolutivo.
La ciencia moderna desbanca teorías construidas sobre huesos antiguos
Hasta ahora, la mayoría de teorías sobre la pelvis humana se habían construido a partir de fósiles y suposiciones anatómicas. Este nuevo planteamiento basado en imágenes modernas y análisis genéticos ofrece una base mucho más amplia para comprender por qué nuestros cuerpos son como son.
Lo que está claro es que no hubo una solución perfecta, solo una serie de concesiones evolutivas para intentar que caminar y parir fueran compatibles. La historia, en realidad, va de eso: de cómo el cuerpo humano aprendió a salir del paso.