Esperando la carroza: Betiana Blum, Diana Frey y Mónica Villa, entre las anécdotas y el orgullo de haber sido parte de un fenómeno
Dos de las protagonistas y la productora del film de Alejandro Doria dialogaron con LA NACION acerca del legado del film que regresa a las salas, a 40 años de su estreno
El viernes 7 de junio de 1985, un día después del estreno de Esperando la carroza (no, no fue en mayo), se podían leer en los diarios apuntes críticos como este: “Esperando la carroza no ganó casi nada en su trasplante al cine y en cambio perdió bastante”. O este: “En lo interpretativo, ganan los que pudieron sustraerse al grito, principalmente Luis Brandoni y Betiana Blum, ambos muy oportunos en el manejo de la intención, pero también Juan Manuel Tenuta. Pierden los demás, empezando por China Zorrilla, perjudicada como nunca por la línea impuesta”. También este: “El elenco es muy importante y los actores se sacan chispas hasta el punto de que, por momentos, se advierte que algunos se apartan del dominio de Doria y andan solos en busca de la sobreactuación”. Y por qué no este: “Una versión cinematográfica que abusa de la exasperación y el grito”.
Los ejemplos no son para denostar al periodismo crítico de la época, sino para ejemplificar la disrupción que significó para el cine y para la cultura argentina, el estreno de Esperando la carroza. No fue solo la prensa, también le pasó a los espectadores, a los actores, a todo el que tomaba contacto con la historia tan real y cruel que planteaba el texto de Jacobo Langsner, tan bien entendido y reinterpretado por director y elenco.
Cuarenta años después, “la Carroza” sigue en pie y lista para festejar su cumpleaños con una copia restaurada, que se podrá ver en más de 60 salas de todo el país. Y aunque algunos integrantes fundamentales del film ya no están entre nosotros, a otros todavía les gana la sonrisa y la emoción cuando la memoria emotiva se dispara a los días de rodaje en la casa de Versalles, aun cuando cada una hizo su camino individual y exitoso.
Mónica Villa -la sufrida Susana- hoy es directora de la excelente obra La tentación de vivir (que se presenta los sábados en Espacio Callejón), Betiana Blum -la escondedora Nora- protagoniza Mamá en el Multiteatro. Junto a la productora de la película, Diana Frey, las actrices se reúnen después de mucho tiempo para ser parte de un viaje en el tiempo a cuando la tragicómica historia de Mamá Cora era un guion, algunas locaciones, y la incertidumbre de imaginar cómo se la iba a tomar el público.
-¿La vigencia de Esperando la carroza tiene explicación?
Betiana Blum: -Creo que sí. El éxito de Esperando la carroza se da porque el público se reconoce. Está mostrado de tal manera, por el libro de Jacobo (Langsner) y la dirección de Alejandro (Doria), que todos decimos: “Somos así”. Además, el humor es una gran entrada para poder hablar de la realidad, de todas estas cosas que son tan difíciles.
-Aun cuando al principio se los acusaba de ser exagerados.
Blum: -Esperando la carroza no es exagerada, está mostrando lo que realmente es.
Diana Frey: -La película tiene un punto, un tono, que nos muestra lo monstruosos que son los personajes, y a la vez que somos todos nosotros. Volviendo a tu pregunta, por eso es el éxito de la película, por la identificación. No está para nada exagerado lo que vemos, y así lo entendimos desde el principio.
Mónica Villa: -Alejandro lo dejó muy claro desde los primeros encuentros: “Vamos a reírnos de nosotros mismos”.
-Seguramente hace 40 años no se imaginaban que hoy íbamos a seguir hablando de Esperando la carroza, ¿pero qué recuerdos tienen de la primera vez que la vieron?
Frey: -Lo primero que hicimos fue una función privada un domingo a las 11 de la mañana, en un cine que estaba en la calle Carlos Pellegrini, casi llegando a Córdoba (se refiere al Cine Maxi). Una sala hermosa que después tiraron abajo. Entre la gente de la película y familiares seríamos alrededor de 80 personas, en un momento noté que la mitad de la sala se reía, y la mitad lloraba. Me acuerdo perfectamente. Y la verdad es que me agarró un poco de miedo, a ver si habíamos metido la pata. A la salida, veo a una mujer que saluda rápido y dice “me voy corriendo a ver a mi mamá”. Andá a saber si la tenía en su casa o en un hogar, pero la película provocaba ese tipo de reacciones ya entonces.
Blum: -Es que, independientemente de lo divertida que es, lo que cuenta es muy movilizante. Yo creo que el hecho de que Antonio Gasalla hiciera de Mamá Cora atenuó la dureza de la historia original. Si ese personaje estaba compuesto por una viejita de verdad, no habría causado tanta gracia.
Villa: -Yo la llevé a mi mamá, Catalina, ese domingo a las 11 de la mañana. A la salida me dijo: “Presentame al director, quiero hablar con él”. Yo preocupada pensaba: “¿Qué le irá a decir?”. Cuando se lo presenté se le llenaron los ojos de lágrimas y le dijo. “Gracias, gracias por haber hablado de nosotros. Me hizo reír y me hizo llorar, usted está diciendo grandes verdades. Además es la primera vez que estamos nosotros representados en una película argentina”. Se me hace un nudo en la garganta al recordar esto. Alejandro la escuchó en silencio, y enseguida la abrazó con mucho cariño, como trataba él a todos. Me impresionó su reacción.
-Es que la película conecta con historias individuales, que a su vez pasan de generación en generación. Primero por los abuelos, después por los padres, y después convirtiéndose en ellos…
Villa: -Es así. Ella había tratado muy bien a su mamá, porque mi abuela vivió con nosotros hasta que falleció, y también había tratado muy bien a su suegra. Pero de todos modos conectó con la historia. A su manera, pero le llegó mucho.
Blum: -Es que a veces, no poder cuidar de una persona mayor no necesariamente es desamor. A lo mejor necesitan otros cuidados, gente especializada que los acompañe y los ayude, o sufren enfermedades. Si no es así, y podrían haberse ocupado, queda una herida. Pero sea por lo que sea, te identificás con algo de la historia.
-¿Recuerdan lo que sintieron después de aquella primera función?
Blum: -Sí, claro. A la mayoría de los actores, o a mí por lo menos, nos cuesta ver nuestros trabajos. Es un impacto muy grande cuando te ves en una pantalla de cine, por ejemplo. Me acuerdo que estábamos sentados, Doria, Gasalla, yo, y Oscar Viale que en ese momento era mi pareja. Cuando terminó me quedé en silencio, no es que me hubiera disgustado, pero me había impactado. Gasalla se paró, lo saludó a Doria, vio cómo estaba y me dijo muy generoso: “Sos lo mejor de la película”. Me salvó la tarde, porque dije: “Si a Antonio le gustó debo estar bien”.
Villa: -Yo me quise ir corriendo del cine, me agarró como pánico. Estaba en las últimas filas, salí al hall, ahí me agarró mi marido y me dijo: “Te quedás y te la bancás, porque sos actriz”. Y la gente pasaba, me felicitaba, y yo estaba dura. Y eso que el día anterior me había llamado Alejandro para decirme “estás excelente”, pero fue como un cachetazo. Recién años después me pude ver, y disfrutar de lo que hice.
-¿Cómo vivieron el hecho de que las críticas de Esperando la carroza al momento de su estreno no fueran tan positivas como, seguramente, esperaban?
Blum: -Las ignoré, seguí haciendo otras cosas. No habían entendido nada.
Villa: -Sentí algo parecido, pero también me dolió porque yo quiero que acompañen al cine argentino, cuesta mucho hacer una película. Hay críticos que desprecian o desvalorizan todo el esfuerzo que es poner en marcha una maquinaria monstruosa, de la cual el actor es solo una parte. No podés en un minuto que la ves hablar tan livianamente, tomate más tiempo.
Blum: -La película es buena, no se les tiene que perdonar nada.
Frey: -Fueron dos críticas que no fueron buenas. Y lo que pasó después fue que el fin de semana siguiente se llenó la sala. Cuando pasa eso te olvidás de la opinión de una persona que, por otra parte, puede tener argumentos recontra válidos. Cuando la pasaron por primera vez en televisión, en el programa Función privada, Rómulo Berruti nos pidió perdón. Igualmente, mientras no sea con mala leche, yo creo que a la crítica hay que aceptarla, todo es muy subjetivo. Mi filosofía es: “Si a mí me gusta, va a haber mucha gente como yo a la que le va a gustar”. A lo mejor tienen la misma sensibilidad, o les preocupan las mismas cosas. Las críticas negativas te acepto que me duelen, pero las tengo que bancar. La exposición es así.
Villa: -Está muy bien lo que decís, pero no coincido en que es “solo una opinión”. Si sos crítico tenés que tener otra formación intelectual. Evaluar las actuaciones, el vestuario, las locaciones, la luz, si está basada en una obra de teatro como Esperando la carroza, tomarte el tiempo de leerla para ver las diferencias...
-¿En algún momento les dio miedo quedar encasilladas en esos personajes?
Blum: -A mí no. Ya había hecho otras cosas dramáticas, también cómicas, así que nunca se me ocurrió.
Villa: -A mí me pasó que me empezaron a llamar para hacer mujeres que gritaran, histéricas, obsesivas, y yo no quería saber nada con eso. Así que estuve un período importante sin trabajar por esa razón.
-Creo recordar que habías tenido un problema de salud por gritar tanto en la película.
Villa: -En realidad lo que tuve fue una contractura de laringe. Pero no pasó a mayores porque, afortunadamente, tengo muy buena técnica respiratoria y vocal, sino no creo que hubiera podido pasar tantas horas gritando, entre ensayos y escenas.
-Diana, ¿cómo llegaste a Esperando la carroza?
Frey: -Había terminado de hacer La República Perdida, y entonces Alejandro Doria se acercó a mí, para ver si me interesaba acompañar un proyecto de él, que era Darse Cuenta, para mí su mejor película, incluso por encima de Esperando... Empezamos a pensar la producción y se la ofrecimos a Alejandro Romay, que le interesó como excusa para que el hijo volviera de los Estados Unidos a ocuparse de la producción ejecutiva. Pero como no quiso, Romay se bajó del proyecto. La terminamos produciendo nosotros. Así después seguimos con Esperando la carroza. Me acuerdo que la pudimos hacer gracias a un crédito del Instituto, más la plata que conseguimos nosotros.
-Qué interesante que remarques esto cuando hoy se cuestiona tanto la participación del Incaa a la hora de acompañar la puesta en marcha de nuevos proyectos cinematográficos...
Frey: -Es que es muy importante, y te lo voy a decir con un ejemplo del presente. Ponele que a vos te financia una plataforma: está todo perfecto, maravilloso... ¿Pero pensaste que se queda con todo? Te paga los honorarios por los servicios de producción, pero la película es de ellos. Vos terminaste y “tu ruta”. Esa es la realidad. La diferencia es que antes, si la película gustaba, o era valiosa, vos podías seguirla mostrando, vendiendo, llevándola a distintas pantallas alrededor del mundo. Hoy en día es imposible. Si yo puedo estar ahora hablando con vos, y pensando en reestrenar Esperando la carroza, es porque soy la dueña de la película.
-¿Qué comentario les sorprendió más de los que recibieron en estos cuarenta años de Esperando la carroza?
Villa: -A mí me pidieron la receta de la mayonesa (risas). Pero no como chiste, en serio. En un negocio cerca de casa al que iba a comprar, el hombre que atendía me dice: “¿Usted cómo hace la mayonesa?“. Yo le dije que nunca había hecho, que la compraba en el supermercado, y me contesta: “¿Cómo que no? Si yo vi en la película que usted la hace”. Ahí entendí a qué se refería. Pobre, para él fue una decepción total.
Frey: -A mí no me pasó nada en particular porque, lógicamente, la gente no me asocia con la película. Pero sí estar en un estacionamiento y escuchar a los que trabajan decir: “¿Hoy comemos empanadas? Sí, tres empanadas”. Y reírse. Cosas que te demuestran lo hondo que caló la película en la gente, la creación de un código común.
Blum: -Con relación a eso, me acuerdo de una vez que estaba sacando una entrada para el cine. En eso un señor se me acerca con mucha confianza, se acoda en el mostrador y me empieza a hablar, y a esperar que yo le responda. De la nada. Primero me asusté, porque dije “este es un loco”, y estuve a punto de llamar a la seguridad. Pero cuando presté atención a lo que me decía, me di cuenta de que me estaba recitando textos enteros de la película, y esperaba que yo le contestara como Nora (risas). Todos los que trabajamos en Esperando la carroza tenemos anécdotas así. La película es un hecho cultural, y siempre estaremos agradecidos de haber formado parte de ella.