El silencio que mata: suicidio e invisibilización de las personas autistas

Hace poco leí un artículo que señalaba que el Gobierno incumple con el 4% de contrataciones laborales destinadas a personas con discapacidad. Por curiosidad, se me ocurrió leer los comentarios debajo de la nota, algo poco habitual en mí, y me encontré con uno que afirmaba que el trabajo debe ser "para los más aptos, los más capacitados", argumentando que todos "somos iguales ante la ley".De inmediato pensé que es crucial seguir informando a la sociedad, ya que las acciones y comentarios dañinos no solo son perjudiciales, sino que contribuyen a menoscabar la vida de las personas, ya sea por hostigamiento o desconocimiento. Las injusticias acumuladas que han sufrido deben empezar a disiparse.Un tema que tenía ganas de abordar era autismo y suicidio. Al investigar las causas, descubrí que no hay una única razón, sino múltiples, y que cada experiencia humana es única e irrepetible. Esto nos debería llevar a reflexionar que es urgente empezar a mirar a las personas autistas -y por qué no, también a las no autistas- en su totalidad, considerando la interacción de factores sociales, psicológicos y contextuales. Desde la validación de su identidad hasta su reconocimiento en la sociedad, la falta de estas acciones contribuye a la invisibilización que termina apagando vidas.Si las personas autistas, que no representan la mayoría en la sociedad, siguen enfrentando acoso, bullying, ciberbullying, rechazo, manipulación, maltrato, indiferencia, violencia, abuso físico, emocional o negligencia, se intensifican problemas como la ansiedad, la depresión, el tabaquismo, el alcoholismo, los trastornos alimentarios y el consumo de drogas, entre otros. Creer que las personas autistas que requieren menor apoyo y no presentan discapacidad intelectual asociada suelen ser subestimadas en sus experiencias de vida y dolor -por ser invisibles para su entorno- y que se vean obligadas a recurrir al enmascaramiento para encajar, deteriora el respeto hacia la persona y la vida misma.Banalizar a las personas autistas y no reconocerlas en su totalidad como a cualquier ser humano es letal, considerando que las principales causas de muerte en personas autistas varían según la edad, el nivel de apoyo requerido y la presencia de condiciones médicas asociadas. Sin embargo, estudios recientes han identificado varios factores clave, siendo el primero el suicidio. Este hecho por sí solo es motivo suficiente para empezar a abordar este tema tabú. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud señala que el suicidio, entendido como el acto deliberado de quitarse la vida, afecta a unas 700.000 personas cada año en el mundo y se encuentra entre las principales causas de mortalidad global, superando incluso a enfermedades como la malaria, el VIH/SIDA o el cáncer de mama, así como a guerras y homicidios (Suicide Worldwide in 2019, OMS, 2021). Esta alarmante realidad subraya la necesidad de visibilizar y atender las experiencias de las personas autistas para prevenir desenlaces tan trágicos.Al tratarse de un tema multicausal, reflexioné sobre qué se puede aportar desde lo colectivo. Por el momento, creo que al menos buena predisposición e información son clave. Las personas autistas, en particular las mujeres, enfrentan un riesgo de suicidio significativamente mayor que la población general. Este riesgo se incrementa con el aislamiento social, el diagnóstico tardío, la comorbilidad con depresión o ansiedad y la falta de reconocimiento de su identidad. Se estima que el 80 % de las mujeres autistas no están diagnosticadas, en parte porque los criterios diagnósticos tradicionales se han centrado en patrones masculinos, lo que invisibiliza las manifestaciones del autismo en mujeres.Por su parte, las personas autistas presentan tasas notablemente más altas de diversidad sexual y de género en comparación con la población general. Esto no sugiere una relación patológica entre autismo e identidad de género, sino que destaca la necesidad de enfoques clínicos inclusivos y comprensivos. A su vez, los discursos de odio, como los transfóbicos o racistas, pueden impactar de manera especialmente negativa en la salud mental de las personas neurodivergentes. En este contexto, el Servicio Nacional de Salud británico (NHS) anunció la implementación de un nuevo protocolo que requerirá evaluar a todos los menores que se identifiquen como transgénero para detectar posibles condiciones del neurodesarrollo, como autismo o TDAH, según informó The Telegraph.Asimismo, las personas autistas enfrentan altas tasas de desempleo: el 80% se encuentran desocupadas, aun cuando cuentan con niveles educativos comparables o superiores a los de sus pares neurotípicos. Esta exclusión laboral contribuye de manera significativa al aislamiento, la dependencia, la violencia económica, la inseguridad social y la baja autoestima, todos factores que limitan una vida independiente y aumentan el riesgo de trastornos de salud mental y suicidio en la comunidad autista.Los entornos escolares y univers

May 14, 2025 - 17:46
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El silencio que mata: suicidio e invisibilización de las personas autistas

Hace poco leí un artículo que señalaba que el Gobierno incumple con el 4% de contrataciones laborales destinadas a personas con discapacidad. Por curiosidad, se me ocurrió leer los comentarios debajo de la nota, algo poco habitual en mí, y me encontré con uno que afirmaba que el trabajo debe ser "para los más aptos, los más capacitados", argumentando que todos "somos iguales ante la ley".

De inmediato pensé que es crucial seguir informando a la sociedad, ya que las acciones y comentarios dañinos no solo son perjudiciales, sino que contribuyen a menoscabar la vida de las personas, ya sea por hostigamiento o desconocimiento. Las injusticias acumuladas que han sufrido deben empezar a disiparse.

Un tema que tenía ganas de abordar era autismo y suicidio. Al investigar las causas, descubrí que no hay una única razón, sino múltiples, y que cada experiencia humana es única e irrepetible. Esto nos debería llevar a reflexionar que es urgente empezar a mirar a las personas autistas -y por qué no, también a las no autistas- en su totalidad, considerando la interacción de factores sociales, psicológicos y contextuales. Desde la validación de su identidad hasta su reconocimiento en la sociedad, la falta de estas acciones contribuye a la invisibilización que termina apagando vidas.

Si las personas autistas, que no representan la mayoría en la sociedad, siguen enfrentando acoso, bullying, ciberbullying, rechazo, manipulación, maltrato, indiferencia, violencia, abuso físico, emocional o negligencia, se intensifican problemas como la ansiedad, la depresión, el tabaquismo, el alcoholismo, los trastornos alimentarios y el consumo de drogas, entre otros. Creer que las personas autistas que requieren menor apoyo y no presentan discapacidad intelectual asociada suelen ser subestimadas en sus experiencias de vida y dolor -por ser invisibles para su entorno- y que se vean obligadas a recurrir al enmascaramiento para encajar, deteriora el respeto hacia la persona y la vida misma.

Banalizar a las personas autistas y no reconocerlas en su totalidad como a cualquier ser humano es letal, considerando que las principales causas de muerte en personas autistas varían según la edad, el nivel de apoyo requerido y la presencia de condiciones médicas asociadas. Sin embargo, estudios recientes han identificado varios factores clave, siendo el primero el suicidio. Este hecho por sí solo es motivo suficiente para empezar a abordar este tema tabú. 

En este sentido, la Organización Mundial de la Salud señala que el suicidio, entendido como el acto deliberado de quitarse la vida, afecta a unas 700.000 personas cada año en el mundo y se encuentra entre las principales causas de mortalidad global, superando incluso a enfermedades como la malaria, el VIH/SIDA o el cáncer de mama, así como a guerras y homicidios (Suicide Worldwide in 2019, OMS, 2021). Esta alarmante realidad subraya la necesidad de visibilizar y atender las experiencias de las personas autistas para prevenir desenlaces tan trágicos.

Al tratarse de un tema multicausal, reflexioné sobre qué se puede aportar desde lo colectivo. Por el momento, creo que al menos buena predisposición e información son clave. Las personas autistas, en particular las mujeres, enfrentan un riesgo de suicidio significativamente mayor que la población general. Este riesgo se incrementa con el aislamiento social, el diagnóstico tardío, la comorbilidad con depresión o ansiedad y la falta de reconocimiento de su identidad. Se estima que el 80 % de las mujeres autistas no están diagnosticadas, en parte porque los criterios diagnósticos tradicionales se han centrado en patrones masculinos, lo que invisibiliza las manifestaciones del autismo en mujeres.

Por su parte, las personas autistas presentan tasas notablemente más altas de diversidad sexual y de género en comparación con la población general. Esto no sugiere una relación patológica entre autismo e identidad de género, sino que destaca la necesidad de enfoques clínicos inclusivos y comprensivos. A su vez, los discursos de odio, como los transfóbicos o racistas, pueden impactar de manera especialmente negativa en la salud mental de las personas neurodivergentes. En este contexto, el Servicio Nacional de Salud británico (NHS) anunció la implementación de un nuevo protocolo que requerirá evaluar a todos los menores que se identifiquen como transgénero para detectar posibles condiciones del neurodesarrollo, como autismo o TDAH, según informó The Telegraph.

Asimismo, las personas autistas enfrentan altas tasas de desempleo: el 80% se encuentran desocupadas, aun cuando cuentan con niveles educativos comparables o superiores a los de sus pares neurotípicos. Esta exclusión laboral contribuye de manera significativa al aislamiento, la dependencia, la violencia económica, la inseguridad social y la baja autoestima, todos factores que limitan una vida independiente y aumentan el riesgo de trastornos de salud mental y suicidio en la comunidad autista.

Los entornos escolares y universitarios, en muchos casos, no están adaptados a las necesidades sensoriales, sociales o cognitivas de los estudiantes autistas, si es que logran acceder a ellos. Además, suelen enfrentar acoso escolar, fracaso académico y deserción. Esta exclusión educativa temprana genera una trayectoria de vulnerabilidad emocional y social que se asocia con mayores tasas de ansiedad, depresión y suicidio entre los jóvenes autistas.

Muchas personas autistas enfrentan barreras significativas para acceder a servicios de salud mental adecuados, ya sea por la falta de acceso, la escasez de profesionales capacitados en neurodivergencia o por diagnósticos erróneos. Esta carencia de apoyo apropiado no solo dificulta las intervenciones tempranas, sino que también incrementa el riesgo de crisis emocionales severas, incluyendo pensamientos suicidas o intentos de suicidio.

La estigmatización persistente hacia el autismo, sumada a la falta de comprensión sobre la neurodiversidad, genera entornos hostiles y excluyentes. Esta discriminación social, al igual que los discursos de odio o el racismo, produce un impacto acumulativo en la salud mental de las personas autistas, reforzando la sensación de exclusión y de no encajar, lo que podría contribuir a los elevados índices de suicidio en esta población.

Para prevenir, es fundamental empezar a hablar. El vínculo entre suicidio y autismo exige un espacio de reconocimiento serio en la sociedad, donde el Estado debe mantenerse presente para proteger y apoyar a todas las personas que lo necesiten.

Hay que asegurarse de que las personas autistas lleguen a la adultez y vejez con dignidad; para lograrlo, hay que comenzar desde la infancia. Cuidemos a nuestros adolescentes escuchándolos, ofreciéndoles espacios genuinos de participación y expresión. No desde una postura de nosotros sabemos más por ser adultos, sino reconociéndolos como personas plenas, con sentimientos, pensamientos y experiencias válidas. Solo así su futuro podrá diferir del presente que hoy atraviesan. Ellos tienen mucho para enseñarnos. Es momento de reflexionar críticamente sobre qué tipo de sociedad hemos construido -adultos neurotípicos y neurodivergentes por igual- cuando estas cifras reflejan tanto dolor silenciado.

Es urgente dejar de avalar, por acción u omisión, el silencio y el maltrato. En su lugar, defendamos y promovamos aquellos principios que deben permanecer inquebrantables: los derechos humanos.

En el marco de los derechos humanos, las personas autistas tienen garantizado el mismo derecho a la vida, la libertad y la seguridad que cualquier otro individuo, como establece el Artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH): "Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona". Esta premisa, que resuena en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) en su Artículo 10, subraya que los Estados deben adoptar medidas para asegurar que las personas con discapacidad gocen de este derecho "en igualdad de condiciones con las demás". 

En Argentina, estos principios no son meras palabras: desde la reforma constitucional de 1994, tratados como la DUDH y la CDPD tienen jerarquía constitucional, equiparándose a la Constitución Nacional, lo que obliga al Estado a proteger activamente a las personas autistas como seres humanos plenos.

A su vez, la libertad de expresión, pilar fundamental para visibilizar las experiencias de las personas autistas, está consagrada en el Artículo 19 de la DUDH, que proclama que "todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión" y a difundir ideas "sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión". Este derecho refuerza la necesidad de escuchar y amplificar las voces de la comunidad autista, no solo para combatir el estigma, sino para construir una sociedad que reconozca su humanidad y diversidad. Como bien se afirma, "también somos individuos, también somos humanos", un recordatorio de que la igualdad en derechos debe traducirse en acciones concretas para garantizar dignidad y respeto.

Sigamos informando. Sigamos defendiendo vidas. Lourdes.

Si estás atravesando un momento difícil, no estás solo: en Argentina, existen líneas gratuitas y confidenciales que ofrecen contención y asesoramiento. Buscar ayuda es un paso valiente, y estas herramientas están para acompañarte.

  • Línea 102: Asesoramiento y contención para niñas, niños y adolescentes. Gratuita y confidencial, en todo el país.
  • Línea 135: Centro de Atención al Suicida.
  • Línea 144: Atención, contención y asesoramiento ante situaciones de violencia por motivos de género. Disponible las 24 horas, todos los días.
  • Línea Nacional de Salud Mental 0800-999-0091: Ofrece asistencia profesional las 24 horas.