El día que España regresó al siglo XX: cuando el móvil dejó de ser útil y se recuperaron las linternas, las pilas y los transistores

Sin electricidad, el tiempo volvió atrás. Como si de una película apocalíptica se tratase, este último lunes del mes de abril de 2024 no fue, sin duda,...

Abr 30, 2025 - 05:52
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El día que España regresó al siglo XX: cuando el móvil dejó de ser útil y se recuperaron las linternas, las pilas y los transistores

Con un sol radiante y un tiempo profundamente primaveral, un grupo de vecinos se reúne en torno a un portal de una calle de Madrid. No se trata de una mera reunión de la comunidad, sino que en círculo y en silencio se escucha y se atiende todo lo que aporta un pequeño aparato de radio. Eso es, de hecho, la única fuente de información posible y lo único que se puede hacer porque no hay ninguna otra forma de saber qué ocurre más allá, en el barrio, en la ciudad, en España, o en el mundo entero. La imagen, repetida a lo largo y ancho de todo el país, podría tratarse de un escenario de principios del siglo XX, por ejemplo de cualquier momento en el que los españoles escuchaban el parte diario de la Guerra Civil. Sin embargo, es 28 de abril de 2024, día en el que, sin electricidad, y con la costumbre de estar siempre interconectados, el tiempo volvió atrás.

Como si de una película apocalíptica se tratase, este último lunes del mes no fue, sin duda, una jornada más. Miles de ciudadanos desempolvaron sus viejos transistores y aquellas radios que, con televisión, teléfonos de última generación y aparatos de todo tipo, habían quedado relegadas al fondo del armario. Ni los móviles más actuales del mercado podían conectarse a la radio y, de hecho, fueron aquellos antiguos que se guardan en un cajón por mera nostalgia los únicos que podían recibir las líneas satelitales de la radio.

Quienes no contaban con ese tipo de aparatos llegaron a poblar los locales y comercios que los vendían. Es lo ocurrido por ejemplo en la Ferretería Aguilón, del centro de la capital, donde por primera vez en mucho tiempo llegaron a vender todas las radios con las que contaban. "¡No quedan!", llegó a gritar una de las encargadas de la tienda frente a una marabunta de clientes que ansiaban hacerse con una de ellas. "Hasta hace unas horas solo nos compraban radios los ancianos y ahora no tenemos ninguna", confesaba a 20minutos esa misma responsable.

A su lado, unos jóvenes que parece que llegaron tarde a la compra solo pudieron adquirir otro de los bienes que se codiciaban como si de lujo se tratara: un paquete de pilas. Sin posibilidad de poder cargar y enchufar a la red cualquier aparato electrónico, fueron las mejores aliadas para que, mientras el mundo se apagaba, los aparatos pudieran seguir teniendo vida. Y España entera se aferró a ellas.

Como en esta ferretería de Madrid, radios portátiles, pilas, hornillos de gas y linternas se agotaron a media tarde en casi todas las tiendas de electrodomésticos de España, que llegaron a vender en una sola jornada el equivalente de las ventas de un mes, según ha indicado este martes la Federación Española de Comerciantes de Electrodomésticos (FECE). El organismo, además, ha destacado la labor y el papel esencial de los comercios de proximidad. "Gracias a la capilaridad y cercanía de las tiendas especializadas, la población pudo abastecerse rápidamente de productos esenciales", han aseverado.

Aunque no de un modo tan esencial, esa cercanía se vivió también en otro tipo de locales como peluquerías, tiendas, y en las terrazas de numerosos bares, donde los servicios para pagar quedaron inutilizables. De nada servían las tarjetas de crédito y, por supuesto, tampoco el servicio de Bizum. O el pago se hacía entonces con efectivo o muchos comerciantes se vieron obligados a recurrir a otro tradicional método: fiar a sus clientes -vecinos del barrio y viejos conocidos- los productos que adquirían con la esperanza de que estos volvieran a pagarlo en otro momento. "Me tuve que ir de la peluquería sin pagar porque no les funcionaba el sistema y no tenía efectivo, así que espero volver mañana a darles el dinero al menos", contaba asimismo Ana María, una vecina madrileña ama de casa, a este periódico.

Sin luz, con velas y linternas

Cuando el mundo se apagó y se quedó a oscuras, las velas y linternas fueron lo único que consiguió aportar algo de luz. Los móviles, aunque sin red, sí sirvieron al menos para otra cosa: para poder iluminar con sus linternas los numerosos espacios que se encontraban a oscuras en todas las infraestructuras. En el hotel Rafael de la madrileña estación de Atocha, abarrotado de turistas que intentaban encontrar alojamiento, dos papeleras sujetaban las puertas de los baños. Era, así, la única forma de que entrara luz natural para poder hacer algo tan básico como ir a los baños.

En otros lugares, las velas fueron también las protagonistas. "He sacado todas las que había por casa porque ya nos veía toda la noche a oscuras", describía de igual forma Ana María. Las viejas linternas del armario sirvieron también para iluminar los pasillos de tiendas de alimentación, donde algunos intentaban encontrar agua, leche u otros productos básicos para comer por si la situación no se solucionaba pronto.

Sin telefonillos, asimismo, varios vecinos tuvieron que gritar desde las calles a sus familiares para que, sin llaves, bajaran incluso a abrirles las puertas de su casa. Las escenas de este lunes fueron repetidas y constantes en todo el país pero, por suerte, la situación volvió a la normalidad paulatinamente y la red eléctrica se fue recuperando.

Sin Internet, sin televisión y sin móviles, los vecinos de todos los puntos llegaron así a conectar entre ellos durante el día casi como nunca antes lo habían hecho. Muchos, de hecho, salieron a las calles casi a vivir como cuando la tecnología no existía. Y, cuando se recuperó el servicio, las escenas de la pandemia más recordadas volvieron a producirse en grupo y en sintonía con todos los de alrededor: los aplausos, los gritos y los vítores volvieron a las calles por un día.