Ebullición climática y el desperdicio de alimentos
Forbes México. Ebullición climática y el desperdicio de alimentos Producir y consumir alimentos es una de las actividades más costosas y de las que más contribuyen al desastre climático, la emisión de gases de efecto invernadero y el aumento de la huella de agua, particularmente cuando se considera el terrible desperdicio diario de recursos y sus costos colaterales. Ebullición climática y el desperdicio de alimentos Alfredo Paredes

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Ebullición climática y el desperdicio de alimentos

Alimentarse es una de las necesidades primordiales del ser humano. La vida moderna permite tener al alcance todo tipo de comida disponible bajo distintos formatos, ya sea mediante entrega a domicilio, comida rápida, para llevar o disfrutarla en un restaurante y/o la compra en un gran almacén, el mercado, puestos ambulantes y/o guardada en la despensa casera.
Obviamente nadie puede quedarse sin comer y esa es una de las grandes comodidades de la actualidad, sin duda. Hagamos un repaso de lo que esto implica en términos de sustentabilidad, rentabilidad, supervivencia, salud, ecología, medio ambiente y salud.
Todo comienza con todo el trabajo, consumo de energía (riego, bombeo, instalaciones, procesamiento, distribución, transporte, refrigeración) y el alto costo que implica alterar el medio ambiente para explotar los suelos y alimentar el ganado; arrasar con miles de hectáreas, eliminar todo vestigio de biodiversidad y agotar los recursos naturales e hídricos en zonas cada vez mas extensas debido a la explosión demográfica.
En cada consumo de comida vienen -implícitas- millones de toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero, químicos, fertilizantes pesticidas cancerígenos que se usan sin control en el campo para precisamente satisfacer la demanda de alimentos diaria.
Un jugo de naranja requirió 170 litros de agua para producirlo; tu taza de café unos 140 litros; una docena de huevos necesita 2,400 litros; cada kilo de carne consume 15,500 litros, mientras que cosechar un kilo de maíz gasta casi 1,000 litros para llevarlo a tu mesa.
Todavía más, 1 litro de agua simple embotellada implica desperdiciar otros 5 litros para lavado, llenado, enfriamiento, envasado y producción. Así sucesivamente, haz tus números y multiplícalo por los billones de seres humanos que hacen lo mismo todos los días.
Reflexionando mas profundamente vas a descubrir que el desperdicio de comida se ha vuelto una tendencia en crecimiento que implica mayores consecuencias y que está presionando en mucho mayor medida toda una serie de efectos secundarios que comienzan a pasar la factura y son decisivos en la perspectiva de garantizar la supervivencia humana y del planeta.
A pesar de que aún el 15% de la población mundial no come ni siquiera de manera suficiente y que más del 40% no tiene acceso a agua potable en las condiciones mínimas de salud, cada vez es mayor lo que se desperdicia.
La merma y el tiradero de comida comienza desde el cultivo y la distribución; 115 millones de toneladas anuales de frutas, vegetales, verduras, lácteos, cereales, granos, legumbres y carnes se van a la basura en México apenas son obtenidas, se calcula que esto representa hasta un 34% de la producción nacional de alimentos.
Para afinar los datos, tan solo de ese primer descarte podrían comer unos 10 millones de personas. Aguacate, papa, tomate, carne de res, frutas, pollo, cerdo y pescado, carnes frías, camarón y lácteos constituyen la mayoría de los alimentos desechados.
Las estadísticas disponibles son (deberían serlo) una dura recriminación; de lo que llega al mercado se desperdicia el 45% de las frutas y verduras, el 35% de todos los pescados y mariscos; 22% de las legumbres, 35% de todos los cereales (incluyendo tortillas, panes y galletas) y el 22% de la carne de vacuno, más el 25% de los productos lácteos y sus derivados.
Así las cosas, hasta aquí llegamos a una deuda total de excesivo consumo de energía, contaminación de suelos, agua, aire; sobre explotación, dispersión de contaminantes dañinos, emisión de metano y dióxido de carbono, calentamiento, desertificación, sequía, extinción de especies y derroche para terminar en la basura.
Las consecuencias sobre la salud que todo esto tiene, alimentos de baja calidad, llenos de metales pesados, agua no tan limpia, padecimientos y enfermedades y -no lo creerías- nutrición deficiente.
En efecto -a pesar de todo- se come mal, se llena el estómago, pero no recibes las vitaminas, minerales y proteínas necesarios, consumiendo en exceso grasas, azucares, harinas, químicos y conservadores.
La comida descartada termina en tiraderos a cielo abierto, canales de aguas negras y basureros pudriéndose y contribuyendo a la emisión de gases como el metano, malos olores, enfermedades, plagas de insectos, más y aún más graves problemas de salud.
Todos los argumentos son válidos, no hay tiempo, los roles han cambiado, las exigencias del trabajo, el ritmo de la vida, conveniencia, precio, preferencias, que cada quien coma como pueda, mejor ni pensar. Algo se puede hacer, aunque sea mínimo:
1. Compra responsable. Solo lo necesario, lo que puedas conservar y lo que realmente vayas a consumir. Planifica, lleva una lista y mantén actualizado un inventario de tus existencias.
2. No te dejes llevar por antojos y mantén el control de tus impulsos acaparadores. Seguramente si depuras y ordenas tu refrigerador y tu despensa, saldrán a la luz muchos de tus excesos.
3. Un poco de recetas personalizadas. Alimentos preparados en casa para llevar, con un poco de organización y buena programación es posible, es por tu salud y tu cuidado, además que es bueno para tu economía.
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Alfredo Paredes