Cualquiera que no fuera Trump tendría que dimitir

Lo cierto es que, en estos días, decenas de millones de estadounidenses han visto cómo sus acciones -de las que dependen sus gastos a falta de otras formas de inversión- perdían valor de manera importante, sin perspectivas de que esas caídas puedan recuperarse en un horizonte previsible Que nadie respire tranquilo. La crisis económica y política mundial que ha desencadenado Donald Trump sólo ha cubierto su primer capítulo con la humillante retirada del presidente norteamericano respecto de sus posiciones iniciales. Pero el conflicto, de proporciones desconocidas en décadas, va a seguir sin tregua ni rebaja de la intensidad. Entre otras cosas porque Trump ha declarado sin tapujos la guerra a China. Y Pekín, que ya ha empezado a contraatacar, tiene fuerza incluso para hacer morder el polvo a Washington. No se puede descartar siquiera que la mano de China haya estado, al menos en parte, detrás del hecho que, según todos los analistas, ha sido el desencadenante de la marcha atrás de Trump. Es decir, del aumento del coste de los títulos de deuda pública norteamericana y, paralelamente, del aluvión inesperado de ventas de los mismos en los últimos días. Trump y sus asesores, hoy denostados sin tapujos en todos los foros estadounidenses, incluso en algunos próximos a los republicanos, no se lo esperaban. No habían previsto que eso podía ocurrir. Creían que esos títulos, el primer mercado financiero del mundo y valor refugio desde hace décadas, no se verían afectados por la ola de caídas bursátiles sin precedentes y de incertidumbre e inestabilidad. También creían que el dólar aguantaría. Pero ha caído hasta 0,91 con respecto al euro. La realidad se ha impuesto a la arrogancia… y a la ignorancia. Si Trump no tuviera en sus manos tanto control sobre alguno de los principales mecanismos de poder, ya estaría encima de la mesa la hipótesis de que a este presidente le podría ocurrir lo mismo que la primera ministra británica, la conservadora Liz Truss, en 2022. Es decir, que tuviera que dimitir tras de que sus propuestas de política económica merecieran el rechazo hasta de su propio partido. Hoy por hoy es impensable que eso ocurra en Estados Unidos, a pesar de que Trump ha quedado como un ignorante al que le viene muy ancho el cargo. No está dicho, sin embargo, que el gran apoyo popular con el que cuenta, y que siga siendo su primer activo político, pueda irse deteriorando en el futuro. Poco a poco. Lo cierto es que, en estos días, decenas de millones de estadounidenses han visto cómo sus acciones -de las que dependen sus gastos a falta de otras formas de inversión- perdían valor de manera importante, sin perspectivas de que esas caídas puedan recuperarse en un horizonte previsible. Y entre esos perdedores debe haber no pocos votantes de Trump. Las primeras voces críticas, por ahora muy minoritarias, han empezado a sonar en el interior del propio partido republicano. En el mundo de la derecha en otro tiempo próxima a ese partido, esas voces son atronadoras. Esto ha escrito el Wall Street Journal: “Es una guerra cretina sobre los aranceles. Hemos perdido un aliado fiel como Canadá. Es imposible reconstruir la industria manufacturera estadounidense. No tenemos obreros ni ingenieros para ellos. Los precios van a subir”, ha dicho la que antiguamente se conocía como “la biblia de los negocios”, cargándose sin rubor los principios en que se basa la ideología de Trump. Es muy posible que el presidente haya hecho ganar mucho dinero a los amigos a los que el miércoles advirtió con unas horas de antelación de que iba a dar un giro de 180 grados a su política. Es muy posible que él mismo se haya beneficiado comprando acciones con anticipación. Pero no parece que esa gente pueda ser un apoyo suficiente para contrarrestar la oleada crítica contra Trump que no pocos creen que terminará articulándose en Estados Unidos. Posiblemente, cuando se acerquen las elecciones para renovar la mitad de las dos cámaras. Es decir, dentro de año y medio. Hasta entonces, las dificultades para el presidente serán de dos órdenes: el económico y el internacional, aunque en muchos momentos ambos tenderán a entremezclarse en no pocas ocasiones. En el primer capítulo, la previsión de buena parte de los más reputados especialistas, es que Estados Unidos va a entrar en recesión. Y la pregunta a la que aún nadie responde es si el resto del mundo le va a seguir en ese camino. ¿Qué hará Trump si el pronóstico se cumple? Nadie se atreve a pronunciarse. Porque el personaje es impredecible y porque la pregunta que subyace a la anterior es si tiene un plan alternativo al que ha fracasado estrepitosamente en estos días. “Es la hora de la incertidumbre” dice el editorial de Le Monde. Que añade: “y de la especulación”. Porque cuando el gobierno del país más poderoso del mundo demuestra a las claras que no sabe por donde se anda, el especulador cree que ha l

Abr 11, 2025 - 07:10
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Cualquiera que no fuera Trump tendría que dimitir

Cualquiera que no fuera Trump tendría que dimitir

Lo cierto es que, en estos días, decenas de millones de estadounidenses han visto cómo sus acciones -de las que dependen sus gastos a falta de otras formas de inversión- perdían valor de manera importante, sin perspectivas de que esas caídas puedan recuperarse en un horizonte previsible

Que nadie respire tranquilo. La crisis económica y política mundial que ha desencadenado Donald Trump sólo ha cubierto su primer capítulo con la humillante retirada del presidente norteamericano respecto de sus posiciones iniciales. Pero el conflicto, de proporciones desconocidas en décadas, va a seguir sin tregua ni rebaja de la intensidad. Entre otras cosas porque Trump ha declarado sin tapujos la guerra a China. Y Pekín, que ya ha empezado a contraatacar, tiene fuerza incluso para hacer morder el polvo a Washington.

No se puede descartar siquiera que la mano de China haya estado, al menos en parte, detrás del hecho que, según todos los analistas, ha sido el desencadenante de la marcha atrás de Trump. Es decir, del aumento del coste de los títulos de deuda pública norteamericana y, paralelamente, del aluvión inesperado de ventas de los mismos en los últimos días. Trump y sus asesores, hoy denostados sin tapujos en todos los foros estadounidenses, incluso en algunos próximos a los republicanos, no se lo esperaban.

No habían previsto que eso podía ocurrir. Creían que esos títulos, el primer mercado financiero del mundo y valor refugio desde hace décadas, no se verían afectados por la ola de caídas bursátiles sin precedentes y de incertidumbre e inestabilidad. También creían que el dólar aguantaría. Pero ha caído hasta 0,91 con respecto al euro. La realidad se ha impuesto a la arrogancia… y a la ignorancia.

Si Trump no tuviera en sus manos tanto control sobre alguno de los principales mecanismos de poder, ya estaría encima de la mesa la hipótesis de que a este presidente le podría ocurrir lo mismo que la primera ministra británica, la conservadora Liz Truss, en 2022. Es decir, que tuviera que dimitir tras de que sus propuestas de política económica merecieran el rechazo hasta de su propio partido. Hoy por hoy es impensable que eso ocurra en Estados Unidos, a pesar de que Trump ha quedado como un ignorante al que le viene muy ancho el cargo.

No está dicho, sin embargo, que el gran apoyo popular con el que cuenta, y que siga siendo su primer activo político, pueda irse deteriorando en el futuro. Poco a poco. Lo cierto es que, en estos días, decenas de millones de estadounidenses han visto cómo sus acciones -de las que dependen sus gastos a falta de otras formas de inversión- perdían valor de manera importante, sin perspectivas de que esas caídas puedan recuperarse en un horizonte previsible. Y entre esos perdedores debe haber no pocos votantes de Trump.

Las primeras voces críticas, por ahora muy minoritarias, han empezado a sonar en el interior del propio partido republicano. En el mundo de la derecha en otro tiempo próxima a ese partido, esas voces son atronadoras. Esto ha escrito el Wall Street Journal: “Es una guerra cretina sobre los aranceles. Hemos perdido un aliado fiel como Canadá. Es imposible reconstruir la industria manufacturera estadounidense. No tenemos obreros ni ingenieros para ellos. Los precios van a subir”, ha dicho la que antiguamente se conocía como “la biblia de los negocios”, cargándose sin rubor los principios en que se basa la ideología de Trump.

Es muy posible que el presidente haya hecho ganar mucho dinero a los amigos a los que el miércoles advirtió con unas horas de antelación de que iba a dar un giro de 180 grados a su política. Es muy posible que él mismo se haya beneficiado comprando acciones con anticipación. Pero no parece que esa gente pueda ser un apoyo suficiente para contrarrestar la oleada crítica contra Trump que no pocos creen que terminará articulándose en Estados Unidos. Posiblemente, cuando se acerquen las elecciones para renovar la mitad de las dos cámaras. Es decir, dentro de año y medio.

Hasta entonces, las dificultades para el presidente serán de dos órdenes: el económico y el internacional, aunque en muchos momentos ambos tenderán a entremezclarse en no pocas ocasiones. En el primer capítulo, la previsión de buena parte de los más reputados especialistas, es que Estados Unidos va a entrar en recesión. Y la pregunta a la que aún nadie responde es si el resto del mundo le va a seguir en ese camino.

¿Qué hará Trump si el pronóstico se cumple? Nadie se atreve a pronunciarse. Porque el personaje es impredecible y porque la pregunta que subyace a la anterior es si tiene un plan alternativo al que ha fracasado estrepitosamente en estos días. “Es la hora de la incertidumbre” dice el editorial de Le Monde. Que añade: “y de la especulación”. Porque cuando el gobierno del país más poderoso del mundo demuestra a las claras que no sabe por donde se anda, el especulador cree que ha llegado su momento. Ha pasado siempre en la historia.

Esa perspectiva se hace aún más inquietante si se añade la citada guerra abierta con China que Trump, seguramente sin saber muy lo que hacía, ha lanzado estos días y consolidado el miércoles con un nuevo aumento arancelario, hasta el 125%. Porque China había tenido la osadía de responder a los anteriores. Hacer previsiones en este terreno no tiene mucho sentido en estos momentos y los escenarios más negativos son demasiado escabrosos como para siquiera apuntarlos sin datos. Pero lo cierto es que China es muy poderosa y puede hacer mucho daño. En ese conflicto potencial puede haber motivos más serios para temer por la estabilidad mundial que en los otros que ya están abiertos.

Un último apunte. Para subrayar que la Unión Europea ha estado a la altura. Al menos en este primer capítulo del conflicto. Manteniéndose unida (“Europa puede contar con Alemania” ha dicho el nuevo canciller germano). Acordando una subida de aranceles como réplica a los ordenados por Trump. Y manteniendo una posición diplomática equilibrada que el futuro le permitirá tratar con todos los protagonistas del conflicto. Incluida China. Pedro Sánchez ha sabido estar en el sitio adecuado en el momento adecuado.

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