Carmen Molina, el autismo en la mujer y las violencias: "Te han enseñado que eres deficitaria y toleras casi todo"

“Hoy alzamos nuestra voz para hablar de las violencias con las que nos encontramos en todos los ámbitos de nuestra sociedad, violencias que nos colocan en...

Abr 3, 2025 - 07:08
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Carmen Molina, el autismo en la mujer y las violencias: "Te han enseñado que eres deficitaria y toleras casi todo"

“Hoy alzamos nuestra voz para hablar de las violencias con las que nos encontramos en todos los ámbitos de nuestra sociedad, violencias que nos colocan en situaciones de extrema vulnerabilidad. La interseccionalidad de este complejo escenario nos obliga a denunciar violencias visibles, invisibles y negadas, convirtiéndonos en víctimas de una sociedad que ignora los derechos de aquellas que no se ven”.

Así comienza Soy mujer. Soy autista. Soy ciudadana, un manifiesto por la defensa de los derechos de las mujeres autistas (elaborado por ellas mismas) y contra las distintas situaciones de violencia que viven.

Las mujeres autistas se enfrentan a violencias similares a las del resto de mujeres, como puede ser la violencia de género, pero también a violencias propias estrechamente relacionadas con su condición. Que el diagnóstico de autismo les llegue a muchas mujeres en la edad adulta ya es una forma de violencia. “Hasta que llega has vivido como has podido, sin estrategias ni herramientas y sin la posibilidad de defender tus derechos”, explica Carmen Molina, presidenta de CEPAMA (Comité para la Promoción y Apoyo de las Niñas y Mujeres Autistas) y una de las responsables del manifiesto. “Tenemos falta de recursos por haber desconocido durante tantos años nuestra condición y eso hace que estemos en una situación más vulnerable”.

La violencia de género afecta a cualquier mujer, pero en el caso de las autistas puede suceder que no sepan que están siendo violentadas o que aún sabiéndolo no puedan comunicarse por teléfono llamando al 016, por ejemplo. También sucede con frecuencia que la violencia que sufren las mujeres autistas viene de su entorno más cercano: familia o instituciones. Visibilizar esas violencias implica denunciar al entorno del que se depende para vivir.

“Hablamos de violencias silenciadas porque no encontramos en la sociedad la voluntad de querer conocer y responder a las realidades de las mujeres autistas tanto por desconocimiento como por miedo a enfrentarse a lo que no se conoce”, denuncia Carmen.

A Carmen le llegó el diagnostico con más de 40 años. Dice que es muy difícil que te diagnostiquen en la seguridad social cuando eres adulta. “Que te nieguen tu condición es otro tipo de violencia. A mí me han llegado a decir que el autismo no existe en adultos y que yo parezco muy normal para ser autista, además de que tenía un trabajo…”, cuenta. “La negación es una violencia que se ejerce y es cotidiana. Incluso te llegan a negar dentro de tu familia. Hay madres que han llegado a su diagnóstico después de que hayan diagnosticado a su hijo. El resto de la familia acepta el diagnóstico del hijo pero no el de la madre”.

Fingir porque toda tu personalidad es negada es imposible y machaca a la persona"

Esta negación va ligada a la exigencia de parecer normales, de ser como los demás. Sea eso lo que sea eso. “El camuflaje es otra violencia que nos influye mucho en lo que somos y hasta hay terapeutas que te enseñan a cómo camuflar…”, cuenta Carmen. “Todo para que no se te note. Pero claro fingir 24/7, porque toda tu personalidad es negada, es imposible y machaca a la persona. Las consecuencias para la salud son enormes”.

En el caso de las mujeres autistas se suele dar otro tipo de violencia que Carmen califica como de control. “La ejercen las familias y así las mujeres no tienen un desarrollo propio. Son la sobreprotección y la infantilización, la imposibilidad de tener una pareja o un hijo, una vida independiente. Sin embargo, en muchos casos se las mantiene en casa precisamente haciendo eso que se les niega fuera y es cuidar de sus padres mayores o ayudando a cuidar de sus sobrinos, por ejemplo. La mayoría de las mujeres autistas viven con sus padres”.

Cuando una mujer autista quiere denunciar violencia de género no tiene protocolos específicos. No hay una formación para que los profesionales sepan cómo apoyar y acompañar a estas mujeres, además de ser capaces de descubrir situaciones de violencia. “Nos falta ser visibles. Una cosa que no se ve y que no se reconoce no existe, que se nos otorgue credibilidad”, reclama Carmen.

La credibilidad (o más bien la falta de ella) es otro de los puntales entre mujer y violencia. En el caso de las mujeres autistas la credibilidad es todavía menor. “Tú preguntas a la gente qué es ser autista y no te van a describir a una persona como yo, así que como se supone que ya no encajas en lo que la gente cree que es una persona autista, pues lo siguiente es desacreditarte. El descrédito es absoluto. Que si eres exagerada, fantasiosa… este tipo de cosas las escuchas constantemente, es lo más normal y no solo con situaciones de violencia”, cuenta Carmen. “La gente no quiere entender que el autismo no resta capacidades a la persona”.

Carmen (y el manifiesto) piden que se forme a las personas autistas sobre posibles situaciones de violencia que se pueden presentar a lo largo de su vida. Cuando eres pequeña nadie te enseña. “En muchos casos se te pasa la vida sin saberlo y esto no se puede tolerar”, denuncia Carmen. “Te han enseñado que eres deficitario y toleras casi todo”.

“Es importante saber que todos los humanos podemos ejercer violencia y hay que estar atentos”, pide Carmen. “Hace falta humildad para reconocer que tú no estás por encima de otras personas. Tus hijos son personas independientes, no son niños eternos. Habrá que darles los recursos para que tengan una vida plena”.

La experiencia de vida que tenemos nos hace tener la autoestima baja"

Carmen habla de la violencia que ejercen contra sí mismas las mujeres autistas. “La experiencia de vida que tenemos nos hace tener la autoestima baja y la mayoría no se consideran mujeres plenas de derechos. La mujer autista se autoinflinge violencia cuando camufla, cuando no se atreve a poner límites, a hablar de sus necesidades”.

“He sufrido violencia durante toda la vida sin saberlo”, cuenta Carmen. “He tardado a la hora de reconocerlo. He vivido acoso laboral (después perdí el trabajo cuando dije soy autista) y violencia de género, por ejemplo. Tuve las consecuencias de todo esto mucho tiempo después. Todo deja secuelas. ¿Yo víctima?, le pregunté a una terapeuta cuando ya tenía yo más de 50 años. No sé si soy víctima de algo, le dije. Saber que sí me devolvió la dignidad y empecé a comprender y trabajar que la víctima era yo, que no era que los demás tenían que cargar conmigo o que yo hacía cosas que no gustaban. Yo no tengo la culpa de ser diferente, pero no se acepta la diferencia y se agrede la diferencia. Todo el mundo te dice que no eres normal y acabas pensando que eres tú quien provoca esa agresión: si me culpan en el trabajo, la culpa es mía, por ejemplo. Por eso cuando te dicen que la víctima eres tú, te quedas descolocada”.

Después de un largo proceso terapéutico Carmen ha aprendido a poner límites y a decir “esto que estás haciendo para mí es agresivo y quiero que dejes de hacerlo”. Un proceso que le ha llegado tarde: tiene 63 años.

Carmen vive sola en una casa a tres kilómetros del pueblo más cercano. Ella no conduce, por lo que se pasa días sin ver absolutamente a nadie. Aislamiento por supervivencia, lo llama. “Esta es una de las grandes mentiras: pensar que a los autistas nos gusta estar solitos. Nada más lejos de la realidad. Queremos relacionarnos pero las estrategias que se nos exigen son imposibles, por eso muchas mujeres autistas vivimos aisladas a pesar de ser conscientes de la necesidad de tener relaciones sociales. Relaciones sociales de otra forma y con otra intensidad de como las tienes tú, pero tenerlas. Ahora se habla mucho de la soledad no deseada y hay quien se inicia en esto a edades muy tempranas”.

Hablar de violencia es hablar de lo opuesto a derechos fundamentales. “Hay que cambiar la mentalidad para devolver la dignidad a las mujeres autistas”, concluye Carmen.