¿Y ahora qué? ¿Seguimos apostándolo todo al coche eléctrico?

Que el coche eléctrico es el futuro casi nadie lo discute. Que quiera serlo en los plazos que Europa plantea se ha demostrado que no es viable.

Abr 30, 2025 - 05:02
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¿Y ahora qué? ¿Seguimos apostándolo todo al coche eléctrico?

El apagón sufrido en España y Portugal ha vuelto a poner en entredicho al coche eléctrico, al menos la rapidez con que la Unión Europea está obligando a implantarlo, con amenazas a los fabricantes que no cumplan y con plazos en materia de emisiones que está dejando de lado motores de combustión que llevan desde hace cien años evolucionando y perfeccionándose y de lo que se quiere prescindir justo ahora que están en su cénit demostrando la altísima eficiencia que ofrecen.

Porque el coche eléctrico es una tecnología todavía en una fase muy temprana de desarrollo, y querer implantarla en apenas dos décadas conlleva muchos problemas a resolver, siendo precisamente la recarga eléctrica el más importante de ellos. Y con el apagón sufrido a nivel nacional las dudas sobre implantar esta tecnología como la única en el sector del automóvil no deja de ser una quimera. El caos vivido hubiera sido de dimensiones todavía superiores si todos los vehículos en circulación hubieran sido eléctricos.

¿Excluir el coche eléctrico? No. ¿Dejar que se desarrolle de una forma más natural? Sí. Todo cambio lleva su tiempo, y los motores de combustión de gasolina primero y diésel más tarde tuvieron muchas décadas de desarrollo, y la llegada más tardía del diésel por ejemplo nunca excluyó a los de gasolina.

Y el eléctrico debiera seguir los mismos pasos evolutivos, una convivencia en las próximas décadas con los actuales coches de combustión mientras se va desarrollando tanto la propia tecnología como todo lo que gira alrededor del coche eléctrico hasta que estemos realmente preparados, si es que llegamos a estarlo del todo, a plantear una movilidad 100% eléctrica.

Lo ideal sería que los eléctricos convivieran décadas con los modernos coches de combustión y no frenaran su desarrollo.

Hasta entonces, y lo lógico es que pasen década hasta llegar a ello, es que Europa siguiese apostando por que los fabricantes mantuviesen inversiones en el desarrollo de los motores de combustión asociados a la electrificación en diferentes grados, desde los más básicos microhíbridos hasta los híbridos enchufables de última generación, pero en ningún caso penalizar a los sencillos motores térmicos que siguen siendo la base de la movilidad.

Porque el usuario sigue desconfiando mucho de tener como primer coche familiar uno que sea 100% eléctrico, y no por la tecnología en sí, sino por las dudas que siguen generando los problemas de recarga que siguen existiendo en nuestro país, y que no se van a solucionar en apenas diez años.

Es verdad que poco a poco van mejorando las infraestructuras, pero ni cubren todas las necesidades ni las que funciona lo hacen siempre de manera correcta. No son pocas las veces que encontramos deficiencias en los puntos de recarga, algunas veces inoperativos sin más explicaciones desde las empresas que los gestionan de que simplemente no funcionan, a algo tan habitual como parar a recargar en un sistema ultrarrápido de 150 o 200 kW y comprobar como la carga real apenas llega a la mitad de lo anunciado, con el consiguiente retraso que supone en los tiempos de viaje.

El eléctrico, en sus tiempos

Pensar que en apenas diez años, cuando se supone que ya no se podrán comprar coches que no sean 100% eléctricos, todo este ecosistema eléctrico estará preparado para cubrir el 100% de las necesidades no parece que vaya a ser real, y cubrir la demanda de electricidad que se incrementa año a año con total normalidad tampoco ayuda con casos como el apagón de esta semana a que los usuarios confíen plenamente en esta fuente de energía.

¿No sería más lógico dejar que este desarrollo del coche eléctrico se realice de forma natural? Sin plazos ni presiones políticas para ello, que sea el propio usuario quien vaya descubriendo y adaptándose al importante cambio que supone pasar del coche de combustión al eléctrico.

Algo similar, auque en otras proporciones, sucedió con el diésel en los años '80 cuando estos motores -sobre todos gracias a los populares TDI- empezaron a expermientar una notable evolución en eficiencia, rendimiento e incluso refinamiento mecánico que hizo que sus ventas comenzaran a dispararse sin que nadie a nivel político legislase para ello.

Una tendencia que llevó a que la mayoría de las ventas durante más de dos décadas fueran de este tipo de motores, que acabaron incluso por imponerse en los pequeños utilitarios, Y quien sabe si no hubiera sido por el escándalo del dieselgate si no estaríamos con otro panorama distinto hoy en día con el coche eléctrico. Su impulso sin duda está bien, pero habría de naturalizar su implantación mejorando poco a poco todos los aspectos necesarios para que el usuario libremente accediera a esta nueva forma de movilidad.