¿Una 'Rerum Novarum' renovada?

En consonancia con su tiempo y el papel disciplinador que siempre ha ejercido la religión para el sostenimiento del orden patriarcal, León XIII defiende la potestad paternal y rechaza la intromisión de la sociedad en la vida de las familias Solo conocer el nombre elegido por el cardenal Prevost para ejercer su pontificado, muchas miradas se dirigieron a la Encíclica 'Rerum Novarum' de su antecesor León XIII.  En su primer encuentro con los cardenales, el mismo Papa vinculó la encíclica que sentó las bases de la doctrina social de la iglesia con la necesidad de responder hoy a “otra revolución industrial y al desarrollo de la inteligencia artificial que traen nuevos desafíos para la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo”.  Son indicios que apuntan a que esta podría ser una de las prioridades de León XIV. Mi condición de no creyente no es óbice para que reconozca la influencia que tienen las religiones en todas las sociedades y la auctoritas que suele reconocerse a los pontífices, incluso cuando, como ha sucedido con Francisco, no siempre “tra il dire” haya llegado “il fare”.  No dudo de la preocupación sincera de León XIII por las inhumanas condiciones de vida de los trabajadores de finales del XIX, pero su principal motivación fue ofrecer un marco ideológico con el que responder a los movimientos revolucionarios y a la fuerza del socialismo que amenazaba con seducir a los creyentes. Lo deja claro desde la primera frase de la encíclica: “Despertado el prurito revolucionario que desde hace ya tiempo agita a los pueblos”. A pesar de considerarse el eje sobre el que luego se vertebraría la doctrina social de la iglesia, la acogida de la 'Rerum Novarum' en el mundo católico fue desde el principio diversa y conflictiva. Tanto que, 10 años después, el propio León XIII sintió la necesidad de publicar la encíclica 'Graves de communi' para sentar doctrina sobre la única interpretación auténtica. En este sentido es sugerente la definición que realiza de la “democracia cristiana” en contraposición a la democracia social.  Luego, la evolución a lo largo del siglo XX no ha sido precisamente pacífica. Baste recordar el conflicto con la “teología de la liberación” desautorizada por Juan Pablo II en su encíclica 'Sollicitudo rei sociales' siguiendo las instrucciones establecidas unos años antes por la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe, presidida entonces por Ratzinger, el futuro papa Benedicto XVI. En esa dialéctica entre continuidad y renovación de las sucesivas encíclicas que actualizaron la doctrina social de la iglesia, no está de más recordar las coincidencias entre el final del siglo XIX y la actualidad. Ambos momentos comparten, salvando muchas distancias, los impactos de las innovaciones tecnológicas en la sociedad y la crisis que provocan en instituciones y estructuras de mediación social. Lo explicita así la 'Rerum Novarum': “Disueltos en el pasado siglo los antiguos gremios de artesanos, sin apoyo que viniera a llenar su vacío, desentendiéndose las instituciones públicas y las leyes”. Aunque no se puede analizar la 'Rerum Novarum' con la mirada de hoy, 134 años después, quizás su relectura pueda ofrecernos algunas pistas. León XIII rechaza la lucha de clases, a la que califica de “mal capital” y promueve la colaboración entre ellas. Lo hace a partir de una defensa muy contundente de la propiedad privada, utilizando el nombre de Dios, para reforzar su compatibilidad con la naturaleza y el derecho natural. Aunque a continuación plantea la necesidad de que su ejercicio debe atender al bien común. Un límite que hoy recogen algunas constituciones, entre ellas la española, y que los fundamentalistas de la propiedad privada, entre los cuales se encuentran significativos católicos con poder económico y político, ignoran obstinadamente.  Sobre el trabajo aporta tres reflexiones de plena actualidad. La dignidad del trabajo impide que este pueda regirse exclusivamente por las reglas del mercado, como si de una mercancía más se tratara. Rechaza la huelga por considerarla expresión de lucha de clases y destructora del derecho a la propiedad. En cambio, reconoce el derecho de asociación de los obreros, en consonancia con el clima social que se abría paso, no sin dificultades. A finales del XIX algunos estados europeos estaban transitando desde la consideración del sindicalismo y la negociación colectiva como delitos, penados con cárcel por considerar que eran “maquinaciones para alterar el libre precio de las cosas”, a su reconocimiento legal. En España los sindicatos pasaron, después de largas luchas, del código penal a ver avalada su creación por la Ley de asociaciones de 1887. Luego el futuro no fue nada fácil ni pacífico y a pesar de los muchos avances conseguidos aún hoy, desde diferentes frentes, se impugna la función de los sindicatos o se impide su actuación libr

May 15, 2025 - 11:22
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¿Una 'Rerum Novarum' renovada?

¿Una 'Rerum Novarum' renovada?

En consonancia con su tiempo y el papel disciplinador que siempre ha ejercido la religión para el sostenimiento del orden patriarcal, León XIII defiende la potestad paternal y rechaza la intromisión de la sociedad en la vida de las familias

Solo conocer el nombre elegido por el cardenal Prevost para ejercer su pontificado, muchas miradas se dirigieron a la Encíclica 'Rerum Novarum' de su antecesor León XIII. 

En su primer encuentro con los cardenales, el mismo Papa vinculó la encíclica que sentó las bases de la doctrina social de la iglesia con la necesidad de responder hoy a “otra revolución industrial y al desarrollo de la inteligencia artificial que traen nuevos desafíos para la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo”. 

Son indicios que apuntan a que esta podría ser una de las prioridades de León XIV. Mi condición de no creyente no es óbice para que reconozca la influencia que tienen las religiones en todas las sociedades y la auctoritas que suele reconocerse a los pontífices, incluso cuando, como ha sucedido con Francisco, no siempre “tra il dire” haya llegado “il fare”. 

No dudo de la preocupación sincera de León XIII por las inhumanas condiciones de vida de los trabajadores de finales del XIX, pero su principal motivación fue ofrecer un marco ideológico con el que responder a los movimientos revolucionarios y a la fuerza del socialismo que amenazaba con seducir a los creyentes. Lo deja claro desde la primera frase de la encíclica: “Despertado el prurito revolucionario que desde hace ya tiempo agita a los pueblos”.

A pesar de considerarse el eje sobre el que luego se vertebraría la doctrina social de la iglesia, la acogida de la 'Rerum Novarum' en el mundo católico fue desde el principio diversa y conflictiva. Tanto que, 10 años después, el propio León XIII sintió la necesidad de publicar la encíclica 'Graves de communi' para sentar doctrina sobre la única interpretación auténtica. En este sentido es sugerente la definición que realiza de la democracia cristiana en contraposición a la democracia social. 

Luego, la evolución a lo largo del siglo XX no ha sido precisamente pacífica. Baste recordar el conflicto con la “teología de la liberación” desautorizada por Juan Pablo II en su encíclica 'Sollicitudo rei sociales' siguiendo las instrucciones establecidas unos años antes por la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe, presidida entonces por Ratzinger, el futuro papa Benedicto XVI.

En esa dialéctica entre continuidad y renovación de las sucesivas encíclicas que actualizaron la doctrina social de la iglesia, no está de más recordar las coincidencias entre el final del siglo XIX y la actualidad. Ambos momentos comparten, salvando muchas distancias, los impactos de las innovaciones tecnológicas en la sociedad y la crisis que provocan en instituciones y estructuras de mediación social. Lo explicita así la 'Rerum Novarum': “Disueltos en el pasado siglo los antiguos gremios de artesanos, sin apoyo que viniera a llenar su vacío, desentendiéndose las instituciones públicas y las leyes”.

Aunque no se puede analizar la 'Rerum Novarum' con la mirada de hoy, 134 años después, quizás su relectura pueda ofrecernos algunas pistas. León XIII rechaza la lucha de clases, a la que califica de “mal capital” y promueve la colaboración entre ellas. Lo hace a partir de una defensa muy contundente de la propiedad privada, utilizando el nombre de Dios, para reforzar su compatibilidad con la naturaleza y el derecho natural. Aunque a continuación plantea la necesidad de que su ejercicio debe atender al bien común. Un límite que hoy recogen algunas constituciones, entre ellas la española, y que los fundamentalistas de la propiedad privada, entre los cuales se encuentran significativos católicos con poder económico y político, ignoran obstinadamente. 

Sobre el trabajo aporta tres reflexiones de plena actualidad. La dignidad del trabajo impide que este pueda regirse exclusivamente por las reglas del mercado, como si de una mercancía más se tratara. Rechaza la huelga por considerarla expresión de lucha de clases y destructora del derecho a la propiedad. En cambio, reconoce el derecho de asociación de los obreros, en consonancia con el clima social que se abría paso, no sin dificultades.

A finales del XIX algunos estados europeos estaban transitando desde la consideración del sindicalismo y la negociación colectiva como delitos, penados con cárcel por considerar que eran “maquinaciones para alterar el libre precio de las cosas”, a su reconocimiento legal. En España los sindicatos pasaron, después de largas luchas, del código penal a ver avalada su creación por la Ley de asociaciones de 1887. Luego el futuro no fue nada fácil ni pacífico y a pesar de los muchos avances conseguidos aún hoy, desde diferentes frentes, se impugna la función de los sindicatos o se impide su actuación libre.

La 'Rerum Novarum' también realiza una modesta defensa del estado de bienestar. Lo hace unos años después de que, entre 1883 y 1889, Bismarck aprobara leyes que crearon el seguro de enfermedad, el de accidentes y el de vejez. 

Este incipiente sistema de seguridad social que fue calificado por el “canciller de hierro” de cristiandad práctica compartía con la encíclica de León XIII la misma motivación. Desactivar la fuerza social que estaban adquiriendo los movimientos revolucionarios y los partidos socialistas. Confirmando una vez más que para transformar la sociedad no basta con grandes ideas y buenos propósitos, es necesaria la fuerza social que intimide socialmente a los poderosos y les conduzca al propósito de enmienda.

En este sentido es ilustrativa la reflexión que hace León XIII sobre las jerarquías sociales, que según su encíclica responden al orden natural de las cosas. Su defensa a ultranza del respeto a la autoridad política, que la iglesia católica comparte con otras religiones, tiene similitudes con el orden social promovido por el confucionismo, tan querido hoy por los dirigentes de la República Popular China. 

Si algo demuestran estos 134 años es que el futuro no está escrito, lo construimos las personas colectivamente en sociedad. El futuro no está en manos de dioses, reyes ni tribunos, tampoco de un determinismo tecnológico que algunos identifican mecánicamente con el progreso, en un ejercicio de papanatismo tecno-optimista, y otros con un catastrofismo tecnológico que conduce a la resignación. 

Una renovada 'Rerum Novarum', si quiere dejar huella, debería afrontar algunos de los actuales retos civilizatorios. Comenzando por profundizar en los límites de la propiedad privada cuando su ejercicio entra en conflicto con derechos fundamentales de las personas, como sucede hoy con la vivienda. 

También en su defensa de una libertad que no puede auspiciar el nihilismo y que solo es libertad si puede ejercerse en comunidad, lo que sintoniza con las críticas que la 'Rerum Novarum' hizo del liberalismo económico a ultranza.

Una nueva encíclica debería abordar el tratamiento que debe darse a los bienes comunes. Lo hizo el papa Francisco en 'Laudatio si' con relación a la naturaleza y el medio ambiente. Ahora toca hacerlo con los datos, esos nuevos yacimientos de riqueza que están en la base de la inmensa concentración de poder económico y político de un tecno-feudalismo que amenaza con dejar en papel mojado todos los derechos individuales y colectivos. 

En relación con la inmigración, no basta con hacer un llamamiento a que las personas inmigrantes sean tratadas como seres humanos. Resulta imprescindible abordar el reto que comportan las sociedades postnacionales, en las que solo se reconocen derechos a los nacionales de los estados, mientras se niegan a personas que ostentan la condición de ciudadanía, pero no la nacionalidad. Mientras, al mismo tiempo, se permite a los inmigrantes ricos la compra de derechos en el mercado.

En consonancia con su tiempo y el papel disciplinador que siempre ha ejercido la religión para el sostenimiento del orden patriarcal, León XIII defiende la potestad paternal y rechaza la intromisión de la sociedad en la vida de las familias. Este es quizás el aggiornamento más profundo que debería abordar una renovada 'Rerum Novarum'.

Nadie está exento de contradicciones y el que lo pretenda que tire la primera piedra. Pero, a diferencia de la potestas que nace del poder que da la fuerza, la auctoritas requiere de una mínima coherencia entre las palabras y los hechos. 

Resulta difícil pensar que una nueva encíclica pueda ostentar autoridad moral en la denuncia de las desigualdades, si se continúa defendiendo una discriminación tan profunda de la mitad de la humanidad, las mujeres. 

Estaremos atentos. Aunque el nuestro es un mundo cada vez más secularizado, las palabras de León XIV pueden tener una significativa incidencia en los debates ideológicos que están marcando el siglo XXI. 

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