Los equipos eternos necesitan el respaldo de los títulos. Este Barça, que ya ha dejado huella, está tan cerca de conquistar el triplete que no conseguirlo parecería una decepción. Sin embargo, ya ha ganado. Ha seducido el corazón de los barcelonistas, encarna los valores que representa esta entidad. Juega al ataque, da espectáculo, es fiel al estilo ofensivo importado por
Cruyff, con canteranos salidos de la Masia, nacida y potenciada por
Núñez, uniendo la calidad técnica con el coraje y lucha, y un comportamiento ejemplar. Muy diferente a los futbolista blancos que ni han sabido ganar, la UEFA les sancionó por sus celebraciones en el Metropolitano en la Champions, ni han sabido perder, con una reacción chusquera en la final de Copa. Este Barça es una maravillosa obra conjunta. La llegada de
Flick, dirigiendo el equipo con maestría, es un acierto rotundo de la comisión deportiva de
Deco y
Bojan, formada atinadamente por
Laporta, que tiene el gran mérito de haber rebajado la masa salarial gracias también a la buena herencia recibida en el fútbol formativo, excelentemente trabajado en la época
Rosell y
Bartomeu, con los técnicos
Roura y
Altimira, que captaron y formaron a
Araujo, ascendido por
Valverde,
Gavi y
Balde, debutantes con
Koeman, o
Lamine Yamal,
Cubarsí y
Fermín, apuestas de
Xavi pese a su juventud, y
Casadó y
Bernal, descubiertos por
Flick, y el retorno de
Eric Garcia. Además, de los superclase que había como
Pedri,
Ter Stegen o
De Jong, complementados con magníficos fichajes como
Olmo,
Lewandowski,
Raphinha,
Koundé,
Ferran o
Íñigo Martínez. El Barça es un club tan potente que triunfa hasta cuando muchos lo enterraban.
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