No habemus presidenta

León XIV tendría mucho que enseñarle a Claudia Sheinbaum. El nuevo Papa mostró de inmediato su propia personalidad y estilo al tiempo que rendía homenaje y agradecimiento a su antecesor.

May 9, 2025 - 10:40
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No habemus presidenta

León XIV tendría mucho que enseñarle a Claudia Sheinbaum. El nuevo Papa mostró de inmediato su propia personalidad y estilo al tiempo que rendía homenaje y agradecimiento a su antecesor. “El Rey ha muerto, viva el Rey” o “El Papa ha muerto, viva el Papa” es el dictado para dejar claro que un liderazgo no debe permanecer acéfalo, que la marcha de un país, o de una Iglesia, no puede detenerse. El homenaje es válido, como lo es el luto, no es funcional tratar de hacer de un gobierno un homenaje permanente, una simple continuación, un segundo piso.

Los títeres no son líderes porque sus hilos, y quien los maneja, son evidentes tanto para participantes como espectadores. Un esclavo puede romper sus cadenas, pero también están aquellos que las alzan para que nadie dude sobre su sujeción y obediencia. Los subordinados nunca inspiran respeto, menos aquellos que presumen serlo. No se puede pretender estar al mando cuando se sabe que otro lo ejerce. Sheinbaum lleva ya siete meses presumiendo que no es presidenta.

¿No quiere o no puede? Al parecer es lo primero. No ha hecho nada hasta ahora para mostrar independencia, no ha aflorado la menor señal de rebeldía. Aquello en lo que se ha desviado de los sagrados cánones del obradorismo ha sido impuesto por circunstancias inevitables. El ejemplo más evidente es Donald Trump, a quien no se podía seguir vendiendo la política de abrazos en lugar de balazos y menos, si cabe, la tan evidente mentira de que en México no se produce fentanilo. El rápido despacho de decenas de narcotraficantes a tierras estadounidenses fue el más obvio tributo ante la nueva realidad, aparte del imperativo de tener que combatir a un crimen más fuerte y organizado ante la claudicación del Estado cuando lo encabezaba el licenciado. Pero Claudia ensalza el cochinero que le dejaron en materia de seguridad, no se queja.

Como tampoco lo hace en materia petrolera, aunque la realidad la obliga a un abandono discreto del ramplón soberanismo energético del tabasqueño. No porque la doctora crea menos en el estatismo, sino porque ya no tiene dinero para sostener la ficción de que Pemex puede rescatarse. Pero sí mantiene que esa decreciente producción de crudo será para las ineficientes refinerías nacionales en lugar de exportarse. Quizá eventualmente la realidad financiera acabará por imponerse, aunque no es seguro. Mientras tanto a seguir perdiendo dinero a carretadas.

Si enviar a narcotraficantes a Estados Unidos mostró una dosis de realismo ante la desigualdad de su fuerza, ello fue igualmente evidente en la carta que Sheinbaum mandó a la reunión del Consejo Nacional de Morena. Jugando al Gran Elector con sus corcholatas, el licenciado asignó cotos de poder que Sheinbaum no se atreve a violar. Lo que le queda son los exhortos epistolares que no valen siquiera el papel de la misiva. Seguirán el amiguismo, influyentismo y nepotismo, aparte de las corruptelas, y quien deja robar es cómplice. Eso sí, quizá los morenistas más poderosos dejarán de volar en aviones privados, o al menos serán mucho más discretos. Una victoria pírrica para una Sheinbaum, al parecer, indispuesta para pelear el liderazgo político que supuestamente debe ejercer. No es su costumbre: el que detenta lo obtuvo a fuerza de mostrar la más absoluta lealtad.

Tiene la oficina y se sienta en la silla, pero no tiene el poder.

Apenas proclamado, León XIV es Papa. Hace siete meses que Claudia Sheinbaum se calzó la banda, pero no habemus presidenta.