Nadie ha salido jamás de la atmósfera terrestre, ni siquiera cuando fuimos a la Luna. La NASA tiene una explicación

Cada cierto tiempo, la NASA nos recuerda con alguna anécdota o estudio que las cosas nunca son como parecen o, en su defecto, que siempre pueden ser cuestionables o tener más de una respuesta. Hace poco nos dieron una explicación tan sencilla sobre nuestra incapacidad para encontrar señales extraterrestres que asustaba. También aclararon por qué no habíamos vuelto a la Luna antes. Lo último: recordar que, técnicamente, ningún humano ha salido jamás de la atmósfera terrestre. Y sí, ni quiera cuando fuimos a la Luna. Una provocación técnicamente cierta. Decir que ningún astronauta en la historia ha salido jamás de la atmósfera terrestre puede sonar a una broma o poco menos que una teoría conspirativa, pero, desde una perspectiva científica y siguiendo lo que dicen los modelos atmosféricos, nos es más que una afirmación correcta. Para situarnos en perspectiva y siguiendo esta línea de explicación, incluso figuras icónicas como Yuri Gagarin o Neil Armstrong, o viajeros espaciales contemporáneos como William Shatner, han permanecido, en términos físicos, dentro de los límites más extremos (aunque difusos) de la atmósfera de la Tierra. La clave radica en cómo se define el final de esa atmósfera: una cuestión más compleja y expansiva de lo que comúnmente se cree. En Xataka Un YouTuber tiene un coche que vale cuatro millones de euros. Para conducirlo tiene que pagar 7.000 cada 60 kilómetros La atmósfera no termina donde imaginamos. Todo esto lo razonaba hace poco Doug Rowland, experto en heliofísica de la NASA. Contrario a la idea popular de que la atmósfera termina en una capa finita que se disipa antes de alcanzar la órbita terrestre, la realidad es que la atmósfera no tiene un “techo” claramente definido. Al contrario, se vuelve progresivamente más tenue, pero sigue extendiéndose. Como contaba Rowland, incluso a cientos de kilómetros sobre la superficie, donde orbita la Estación Espacial Internacional (EEI), todavía existe una densidad de aire suficiente como para frenar gradualmente a la estación. De hecho, si no fuera periódicamente impulsada con cohetes, la EEI acabaría cayendo por arrastre atmosférico. La frontera artificial: Kármán. Por razones prácticas (como tratados espaciales o definiciones legales) se ha adoptado una convención internacional: la línea de Kármán, situada a 100 kilómetros sobre el nivel del mar, la cual marca el punto en el que teóricamente empieza el espacio. Esta línea sirve como umbral técnico, dado que el 99,99997% de la masa atmosférica terrestre se encuentra por debajo. Dicho esto, y como explica la propia agencia espacial, esta definición es útil para normativas y clasificaciones, no tanto para describir con precisión física los límites reales de la atmósfera. La geocorona: atmósfera que alcanza la Luna. En el año 2019, un estudio basado en datos del observatorio solar SOHO (NASA/ESA), reveló que la exosfera de la Tierra (en concreto, una nube difusa de átomos de hidrógeno conocida como la geocorona) se extiende hasta unos 629.000 kilómetros, es decir, más allá de la órbita de la Luna. ¿Qué ocurre? Que en ese límite aún hay unos 0,2 átomos de hidrógeno por centímetro cúbico. Eso significa que, técnicamente, incluso las misiones Apolo que alunizaron en los años 60 y 70 no abandonaron la atmósfera terrestre. “La Luna vuela a través de la atmósfera terrestre”, llegó a decir Igor Baliukin, autor principal del estudio, al referirse a la magnitud insospechada de esta capa invisible. El Sol también nos contiene. La cosa se complica aún más cuando se considera que tanto la Tierra como la Luna están dentro de la atmósfera solar. Esta se extiende hasta el borde de la heliosfera, el límite más allá del cual comienza el espacio interestelar. En este punto hay que recordar que entre la atmósfera de la Tierra y la del Sol no hay vacío, sino una estructura de capas progresivas y superpuestas que contienen partículas, energía y dinámicas electromagnéticas. Por tanto, y visto así, el concepto de “estar en el espacio” es menos una cuestión de frontera abrupta y más una cuestión de gradiente progresivo. En 3D Juegos Bill Gates ha declarado la guerra a Elon Musk y promete gastar toda su fortuna tras ver amenazado su trabajo. Es una batalla que viene de lejos ¿Entonces, dónde empieza el espacio? Como explicaba Rowland, la respuesta depende del punto de vista. Si se pregunta dónde termina la atmósfera en un sentido práctico, probablemente a unos 400 kilómetros, donde la densidad del aire deja de tener efecto significativo sobre los objetos. Pero desde una óptica científica más rigurosa, esa atmósfera no desaparece: solo se disipa y diluye hasta extremos apenas medibles, sin llegar a desaparecer del todo. Por eso, el “espacio exterior” no es un lugar vacío, sino un entorno continuo lleno de partículas, campos y es

May 12, 2025 - 18:36
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Nadie ha salido jamás de la atmósfera terrestre, ni siquiera cuando fuimos a la Luna. La NASA tiene una explicación

Nadie ha salido jamás de la atmósfera terrestre, ni siquiera cuando fuimos a la Luna. La NASA tiene una explicación

Cada cierto tiempo, la NASA nos recuerda con alguna anécdota o estudio que las cosas nunca son como parecen o, en su defecto, que siempre pueden ser cuestionables o tener más de una respuesta. Hace poco nos dieron una explicación tan sencilla sobre nuestra incapacidad para encontrar señales extraterrestres que asustaba. También aclararon por qué no habíamos vuelto a la Luna antes. Lo último: recordar que, técnicamente, ningún humano ha salido jamás de la atmósfera terrestre. Y sí, ni quiera cuando fuimos a la Luna.

Una provocación técnicamente cierta. Decir que ningún astronauta en la historia ha salido jamás de la atmósfera terrestre puede sonar a una broma o poco menos que una teoría conspirativa, pero, desde una perspectiva científica y siguiendo lo que dicen los modelos atmosféricos, nos es más que una afirmación correcta.

Para situarnos en perspectiva y siguiendo esta línea de explicación, incluso figuras icónicas como Yuri Gagarin o Neil Armstrong, o viajeros espaciales contemporáneos como William Shatner, han permanecido, en términos físicos, dentro de los límites más extremos (aunque difusos) de la atmósfera de la Tierra. La clave radica en cómo se define el final de esa atmósfera: una cuestión más compleja y expansiva de lo que comúnmente se cree.

La atmósfera no termina donde imaginamos. Todo esto lo razonaba hace poco Doug Rowland, experto en heliofísica de la NASA. Contrario a la idea popular de que la atmósfera termina en una capa finita que se disipa antes de alcanzar la órbita terrestre, la realidad es que la atmósfera no tiene un “techo” claramente definido. Al contrario, se vuelve progresivamente más tenue, pero sigue extendiéndose.

Como contaba Rowland, incluso a cientos de kilómetros sobre la superficie, donde orbita la Estación Espacial Internacional (EEI), todavía existe una densidad de aire suficiente como para frenar gradualmente a la estación. De hecho, si no fuera periódicamente impulsada con cohetes, la EEI acabaría cayendo por arrastre atmosférico.

La frontera artificial: Kármán. Por razones prácticas (como tratados espaciales o definiciones legales) se ha adoptado una convención internacional: la línea de Kármán, situada a 100 kilómetros sobre el nivel del mar, la cual marca el punto en el que teóricamente empieza el espacio.

Esta línea sirve como umbral técnico, dado que el 99,99997% de la masa atmosférica terrestre se encuentra por debajo. Dicho esto, y como explica la propia agencia espacial, esta definición es útil para normativas y clasificaciones, no tanto para describir con precisión física los límites reales de la atmósfera.

La geocorona: atmósfera que alcanza la Luna. En el año 2019, un estudio basado en datos del observatorio solar SOHO (NASA/ESA), reveló que la exosfera de la Tierra (en concreto, una nube difusa de átomos de hidrógeno conocida como la geocorona) se extiende hasta unos 629.000 kilómetros, es decir, más allá de la órbita de la Luna.

¿Qué ocurre? Que en ese límite aún hay unos 0,2 átomos de hidrógeno por centímetro cúbico. Eso significa que, técnicamente, incluso las misiones Apolo que alunizaron en los años 60 y 70 no abandonaron la atmósfera terrestre. “La Luna vuela a través de la atmósfera terrestre”, llegó a decir Igor Baliukin, autor principal del estudio, al referirse a la magnitud insospechada de esta capa invisible.

El Sol también nos contiene. La cosa se complica aún más cuando se considera que tanto la Tierra como la Luna están dentro de la atmósfera solar. Esta se extiende hasta el borde de la heliosfera, el límite más allá del cual comienza el espacio interestelar. En este punto hay que recordar que entre la atmósfera de la Tierra y la del Sol no hay vacío, sino una estructura de capas progresivas y superpuestas que contienen partículas, energía y dinámicas electromagnéticas.

Por tanto, y visto así, el concepto de “estar en el espacio” es menos una cuestión de frontera abrupta y más una cuestión de gradiente progresivo.

¿Entonces, dónde empieza el espacio? Como explicaba Rowland, la respuesta depende del punto de vista. Si se pregunta dónde termina la atmósfera en un sentido práctico, probablemente a unos 400 kilómetros, donde la densidad del aire deja de tener efecto significativo sobre los objetos.

Pero desde una óptica científica más rigurosa, esa atmósfera no desaparece: solo se disipa y diluye hasta extremos apenas medibles, sin llegar a desaparecer del todo. Por eso, el “espacio exterior” no es un lugar vacío, sino un entorno continuo lleno de partículas, campos y estructuras sutiles. En ese sentido, todos los viajes espaciales realizados por humanos han transcurrido dentro de esa envoltura extendida que aún forma parte del planeta que los lanzó.

Imagen | jasbond007

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La noticia Nadie ha salido jamás de la atmósfera terrestre, ni siquiera cuando fuimos a la Luna. La NASA tiene una explicación fue publicada originalmente en Xataka por Miguel Jorge .