La resistencia periodística taiwanesa a la invasión propagandística china

Periodistas taiwaneses se organizan en medios independientes dedicados a combatir la propaganda china en un contexto de creciente tensión por la guerra de los aranceles lanzada por Estados Unidos. Este país, en la práctica, mantiene una especie de protectorado no declarado en la isla como parte de su enfrentamiento histórico con China y su pugna por el control del Indo-Pacífico. La entrada La resistencia periodística taiwanesa a la invasión propagandística china se publicó primero en lamarea.com.

May 10, 2025 - 09:45
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La resistencia periodística taiwanesa a la invasión propagandística china

“En 2018, la amenaza militar de China contra Taiwan empezó a parecer seria. Nos dimos cuenta de que la desinformación era parte de la guerra híbrida a la que nos enfrentábamos. Las fake news lo inundaron todo y, como periodistas, supimos que además de seguir informando, teníamos que dedicarnos a hacer fact checking y a enseñar a la sociedad civil a identificar la propaganda”, explica Roger Hsiao Chang-Chan, director de la revista digital taiwanesa Watch Out. Sentado en la sala de reuniones, al otro lado de la cristalera, una decena de jóvenes periodistas escriben en sus portátiles, cubiertos de pegatinas y rodeados de paredes cubiertas de pósters, como en cualquier redacción de un medio pequeño nacido en la era de Internet.

“Cuando vimos que un país podía invadir así a otro, como ocurrió con Rusia en Ucrania, donde se vive una guerra total, supimos que a los taiwaneses nos podía ocurrir lo mismo. Así que decidimos que, además de informar y combatir la propaganda, tenias que ayudar a la sociedad a prepararse para una eventual guerra. Fue entonces cuando creamos una guía digital de preparación para un eventual contexto de guerra que lleva más de 100.000 descargas de nuestra web”.

Dos años después, en colaboración con la asociación dedicada a impartir cursos de defensa civil, Forward Alliance, y el think tank estadounidense Spirit of America Asia-Pacific, publicaron una versión en papel de la que, según Chang-Chan, se han vendido más de 13.000 copias. El documento explica qué elementos tiene que incluir un kit de supervivencia, cómo realizar primeros auxilios básicos como torniquetes o contener una hemorragia, o cómo encontrar y sobrevivir en un búnker durante días. De hecho, es habitual encontrarse por las calles de Taipei carteles identificando los sótanos que se pueden usar como refugios ante una eventual invasión china. 

Roger Hsiao Chang-Chan en la redacción de Watch Out.

Durante los últimos años, se han multiplicado las declaraciones del entorno de Xi Jinping sobre la soberanía china sobre Taiwan. Las cada vez más habituales operaciones militares marítimas chinas en torno a la isla y el estruendo de los vuelos rompiendo la barrera del sonido se han convertido en un recordatorio de la amenaza bélica que se cierne sobre este territorio de 36.000 kilómetros cuadrados -similar al de Catalunya– y casi 24 millones de habitantes -una de las densidades de población más altas del mundo–.

En sus programas estratégicos, el régimen chino ha señalado 2027 como el año en el que su Ejército debe estar preparado para “recuperar” Taiwán, una entidad resultante del éxodo del gobierno de  Chiang Kai-shek, que junto a un millón y medio de sus partidarios, se refugiaron en la isla de Taiwán tras ser derrotado por las fuerzas comunistas de Mao Zedong. Allí mantuvieron el nombre de República de China, frente al elegido por el Partido Comunista de República Popular China. Durante la Guerra Fría, las potencias del Eje Atlántico apoyaron a Taipei, pero ya antes de la disolución de la Unión Soviética, el presidente estadounidense Nixon viajó a la República Popular China para restablecer el contacto con el emblemático país comunista.

No fue hasta casi dos décadas después, que comenzó una paulatina normalización de las relaciones diplomáticas de Occidente con China, Taiwan fue cayendo en un frágil equilibrio por el que la Unión Europea y otros 47 países mantienen relaciones diplomáticas consideradas “no oficiales”, a la vez que se alcanzan acuerdos comerciales, especialmente desde que Taiwán se ha alzado como el principal productor de los semiconductores del mundo, imprescindibles para buena parte de la industria tecnológica global.

“China produce una enorme cantidad de propaganda que termina publicada en medios digitales y reproducida por tertulianos, opinadores e influencers, especialmente en Internet y -más aún, en Tik Tok-. El objetivo es presentar a China como un país bueno. También son habituales los reportajes en los que se presenta China como un destino bonito al que deberían viajar, obviando las partes negativas del país”, explica Brian Hioe, quien recuerda que fue a raíz del Movimiento de los girasoles, en los que cientos de estudiantes taiwaneses se manifestaron en 2014 contra un acuerdo comercial entre su país y China, Pekín empezó empezó a ofertar tours gratis a sus regiones más prósperas para que, a la vuelta, sus beneficiarios contasen lo que habían visto.

“Es normal que mucha gente acepte porque es una oportunidad gratis para viajar, porque genera curiosidad y, también, porque hay una parte de la sociedad que sigue sintiéndose china”, explica este analista, conocido por ser una de las voces de la izquierda más críticas con el nacionalismo conservador del país, a la vez que un rostro visible en las marchas por Palestina y por el colectivo de personas LGTBIQ, entre otras causas. 

“Creamos New Bloom Magazine porque necesitábamos un espacio en el que se escuchase la voz de la juventud taiwanesa desde sus propias preocupaciones, no desde qué papel jugamos en la economía global o en los ejes geoestratégicos y políticos. Además, hace una década no había apenas cobertura internacional de la realidad taiwanesa y nos dimos cuenta de la importancia de contar lo que nos ocurría al exterior. Eso ha cambiado. Ahora, hay un interés de la comunidad internacional por Taiwán, aunque la aproximación suele ser económica -por la industria de los semiconductores- y de un alarmismo geopolítico que no se corresponde con la perspectiva de la gente en el terreno, donde no hay temor a una invasión china en el terreno a medio plazo”, explica Hioe en la sede de su revista, un espacio en el que se presentan libros, se reúnen colectivos sociales y del que consiguen la financiación necesaria para mantener la publicación gracias a que también es una cafetería.

Como buena parte de las fuentes expertas entrevistadas, Hioe no prevé una invasión militar china en los próximos años, pero sostiene que China lleva años librando otra guerra contra su isla: la de la propaganda y la manipulación. Y los efectos se notan en una sociedad cada vez más polarizada: “Esta noche me reuniré con familiares para cenar y tendré que escuchar a varios de ellos decir que China es un país más libre y democrático que Taiwán. Una de las lineas estratégicas que ha adoptado China es la de de debilitar a la política taiwanesa atacándola de corrupta. También ha creado una lista en la que incluye a líderes políticos separatistas y a organizaciones dedicadas a la formación en la defensa civil de estar liderando una provocación y ser causantes de un posible agravamiento de la situación”, añade quien defiende el derecho a la autodeterminación de Taiwán, pero no apoyaría en estos momentos un proceso de independencia por el temor a que China lo interpretase como “una excusa para iniciar la invasión. Por eso, la posición mayoritaria entre los taiwaneses es la de mantener el status quo. Esa es la oposición mayoritaria, aunque nos dé problemas como no tener un asiento en las Naciones Unidas por no estar reconocidos como país”, concluye.

Brian Hioe en la sede de la revista New Bloom Magazine.

No resulta fácil averiguar cuáles son las opiniones respecto a China en Taiwán, puesto que las encuestas más importantes han sido realizadas por instituciones gubernamentales y organizaciones estadounidenses, ambas partidarias en la práctica de mantener el famoso status quo: un país que, en la práctica, funciona de manera autónoma, con sus propias instituciones, empresas e interlocución directa con sus socios, pero sin un reconocimiento oficial ni posibilidad de contar con un asiento en los organismos multilaterales y con una posición cada vez más delicada en un mundo multipolar donde China aspira a desbancara Estados Unidos como primera potencia. 

Según el estudio realizado por la Fundación de Opinión Pública de Taiwán en 2022, el 11,8% de los taiwaneses apoyan la unificación con China, el 50% apoya la independencia y el 25,7% prefiere mantener el status quo que se mantiene desde 1949.

“La represión de las protestas de Hong Kong nos convenció a muchos jóvenes taiwaneses de la importancia de organizarnos frente a los planes de China. Y la invasión rusa de Ucrania nos convenció de que una guerra era posible. Cuando Pelosi visitó Taiwán en 2023, y China respondió rodeando militarmente nuestro país, la preocupación en el país se multiplicó”, explica Jasmine Lee, analista internacional. Lo cuenta en una cafetería en Taipei de la estética que ha impuesto como el canon global –e impersonal– de lo cool: paredes y suelo de cemento pulido, mobiliario de madera natural, jarrones de cerámica blanca. 

“China se ha aprovechado de que los periodistas de los medios tradicionales están sometidos al click bait y que tienen que producir hasta seis artículos al día por lo que no tienen tiempo de contrastar la información que les llega. Así que, sencillamente, muchos de ellos solo copian y pegan los mensajes que distribuye el Partido comunista chino porque, al compartir idioma, sólo necesitan simplificar el chino tradicional”, denuncia esta licenciada en Periodismo por la Universidad Shi-Hsin de Taipei con un posgrado en Relaciones Internacionales en la Universidad de Nueva York. 

Jasmine Lee en una céntrica cafetería de Taipéi.

Como muchos otros universitarios taiwaneses, ha completado con becas su formación en Estados Unidos que, en la práctica, mantiene una especie de protectorado no declarado en la isla como parte de su enfrentamiento histórico con China y su pugna por el control del Indo-Pacífico. Desde hace décadas, Washington vende packs millonarios de armamento a Taipei, entrena a su Ejército –al que, permanentemente, exige que se fortalezca a cambio de mantener su promesa velada de que, de ser atacada por China, intenvendrá en su defensa. El expresidente Joe Biden llegó a aprobar la donación de armas del mismo fondo presupuestario que usó con Ucrania-.

Tras el retorno de Donald Trump a la presidencia y su guerra de aranceles contra China, los temores se han exacerbado en Taiwan. Especialmente después de que, en marzo, 59 cazas de combate, bombardeos y drones sobrevolasen el archipiélago, las maniobras militares más importantes desde hacia meses. Y de que Estados Unidos comenzase a rehabilitar una de sus bases militares históricas en la región, situada en la isla de Tinian, clave para los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.

Taiwán es uno más de los enclaves estratégicos en los que las dos grandes potencias, Estados Unidos y China, libran su batalla por el hegemonía global. Y su población es rehén de su historia, de su localización geoestratégica y de las nuevas dinámicas del comercio tecnológico transnacional.

“Pese a que cada vez son más evidentes las amenazas militares, lo más preocupante es la invasión comenzó hace años, una invasión psicológica. China ha declarado que quiere recuperar Taiwán y que la mejor manera de ganar la guerra es sin que haya una  guerra. Por eso, invierte tanto en la desinformación y, últimamente, en aumentar el escepticismo hacia Estados Unidos. El mensaje es que no podemos confiar en que nos vaya a proteger, que se puede terminar yendo como hizo en Afganistán, o que atendamos a lo que está haciendo ahora con Ucrania”, explica Lee, quien tras años dedicada a colaborar con asociaciones de periodistas dedicadas al fact checking, ahora trabaja como analista internacional de medios occidentales y consultora para empresas internacionales interesadas en instalarse en Taiwán.

“Trump es un hombre de negocios y sabe que Taiwán es una pieza clave en la economía global. Pero también hay cuestiones que no se pueden negociar, comprar ni vender, como la democracia. Por eso creo que ahora lo importante es mantener un perfil bajo. Y desde los medios, combatir esa invasión propagandística que está haciendo que mucha gente vea con buenos ojos a China, cuando lo que tenemos aquí es una democracia, con imperfecciones como todas, pero una democracia. Y eso es lo que como periodistas, nos dimos cuenta que estábamos protegiendo”, concluye.

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