La guerra de los Gates: Bill y Melinda coinciden en las librerías
¿Son mejores las memorias de él o de ella? ¿Lo cuentan todo?

En el pasado mes de abril, muchos estadounidenses han asistido a una competición inesperada: la de los libros autobiográficos de Bill y Melinda Gates en las estanterías de las librerías del país. Hablamos de una de las parejas más icónicas de nuestra época, divorciados en 2021 tras casi tres décadas de matrimonio. El libro de Gates se titula Código fuente y se anuncia como el primero de una trilogía, mientras que el de Melinda lleva por nombre El día después y tiene más bien un tono de autoayuda. Los precios de ambos volúmenes son similares, a pesar de la notable diferencia en el número de páginas: 336 en el caso del de Bill y solamente 176 en el de Melinda. Aparte de las vida familiar y la crianza de los hijos, ambos comparten la aventura de gestionar la Fundación Gates, una de las más poderosas del mundo.
¿Principal diferencia entre ambos? Bill busca más bien un retrato de automitificación empresarial que le sitúe a la altura de los grandes innovadores estadounidenses, sean estos Thomas Alva Edison o Graham Bell, mientras que Melinda opta por un registro más personal, compartiendo los grandes conflictos de su vida y la manera que tuvo de solucionarlos. Una de las reseñas más demoledoras de ambos se publicó hace unos días en la sección de Cultura de The Economist, que arranca desanimando a los lectores que busquen morbo: "Ninguno de los dos libros ofrece información sobre el funcionamiento del matrimonio de los Gates. La señora French Gates señala que el señor Gates admitió su infidelidad, pero ella siempre se refiere a él con respeto. De hecho, no revela ningún trapo sucio. Es de suponer que su acuerdo de divorcio incluye términos bastante estrictos. Los lectores podrían sentir en ocasiones la mano del abogado, no del escritor fantasma”, opinan.
La peor parte se la lleva Melinda, a la que acusan de escribir un libro de autoayuda con poco anclaje en la realidad del estadounidenses medio. "Como exesposa de una de las personas más ricas del mundo, sus ejemplos de cómo afrontar las dificultades de la vida resultan poco útiles. Relata el momento desgarrador en el que uno de sus hijos casi se cae de un globo aerostático sobre la reserva natural keniata del Masái Mara (¿qué padre no lo ha experimentado?). Cuando empieza a darse cuenta de que su matrimonio se desmorona, su reacción inmediata es distraerse con un viaje a Sudáfrica, seguido de un retiro en Nuevo México. Oprah Winfrey, una personalidad mediática, le ofrece consejos. La señora French Gates finalmente pide el divorcio. Su consejo para los demás es 'destilen su voz interior'. Otras sugerencias incluyen 'sean un invernadero'", destaca el reñista.
Millones y amigos muertos
También se evita el asunto más controvertido en torno a la pareja, que es la relación de Bill con la red de prostitución de menores organizada por Jeffrey Epstein, que ya cuenta con dos suicidios en extrañas circunstancias, el del propia Epstein y el de Virginia Giuffre, una víctima y denunciante que apareció muerta el mes pasado, con solo 41 años. “El vínculo de Gates con Epstein tampoco se menciona en el libro de la señora French Gates. El episodio que desencadenó el fin de su matrimonio, según su relato, fue que el señor Gates ofreció una generosa indemnización por despido a una empleada 'tóxica' que estaba siendo expulsada de la Fundación Gates, la organización benéfica que cofundaron, lo que la hizo sentir 'irrespetada e ignorada'", lamenta Melinda. Son, por tanto, libros más cercanos a las relaciones públicas que a las confesiones a tumba abierta sobre las tentaciones de la vida de los billonarios en nuestra época.
El libro de Bill Gates destaca más por lo que elude que por lo que explica
Como destaca el periodista Steven Poole de The Guardian, el tomo de Gates sí contiene al menos un pasaje revelador, donde el magnate explica la muerte de su amigo Kent Evans en un accidente de montaña a los 17 años.“A lo largo de mi vida, he tendido a afrontar las pérdidas evitándolas”, escribe Gates. Más tarde dice que si fuera mayor hoy en día, probablemente lo identificarían "en el espectro del autismo" y ahora lamenta parte de su comportamiento inicial, aunque "no cambiaría el cerebro que me dieron por nada”, presume. A pesar de este momento de humanidad compartida, se elude aclarar la pelea con su socio Paul Allen, que le reprochó en público quedarse con el 64% de las aciones de Microsoft aunque prometió repartirlas a la mitad. Tampoco se afronta el asunto de las numerosas acusaciones antimonopolio contra Microsoft y –visto el primero– no es probable que las aborde en los dos tomos siguientes. Mucho autobombo y poca chicha, opina la mayoría de la prensa internacional.