La fiesta ecuestre que reúne a miles de personas en este municipio murciano y que es Patrimonio Inmaterial por la Unesco
Los Caballos del Vino recorrerán las calles de Caravaca de la Cruz en la emblemática carrera que se celebra cada 2 de mayoEl Castillo de las 300 torres que se ha convertido en todo un símbolo de esta ciudad de la Comunitat Valenciana La viticultura y la cría caballar son dos actividades indisociables de la economía, la historia y la cultura del municipio murciano de Caravaca de la Cruz, ubicado al norte de la comunidad y de poco más de 25.000 habitantes. Ambas han perdurado a lo largo de la historia, de uno u otro modo, aunque especialmente gracias a la celebración de los Caballos del Vino, una fiesta que se celebra del 1 al 5 de mayo y que cuenta con el reconocimiento de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. El origen de esta tradición centenaria se remonta al siglo XVII y está ligado al traslado del vino al Castillo de Caravaca para el ritual del baño de la virgen de Vera Cruz. Sin embargo, a esta particular festividad la acompaña una leyenda que explica la presencia de la divinidad en la historia. Esa leyenda sitúa el origen de los caballos del vino en el Siglo XIII, época en que Caravaca pertenecía a la Orden del Temple, detallan desde su página web. Las tropas musulmanas estaban cercando el castillo donde se había refugiado toda la población, agobiada por la falta de agua. Para acabar con esta situación, aprovecharon la oscuridad para salir y rescatar algunos litros, pero solo encontraron vino. Cargaron el vino en los caballos, flanqueados por cuatro personas, dos a cada lado, protegiendo sus cargas y evitando que los enemigos sabotearan la operación. Consiguieron su objetivo. Aquí es donde entra en juego la creencia divina: el alcohol fue bendecido y milagrosamente perdió sus propiedades alcohólicas, poniendo fin a la sequía que padecían en el castillo. Esa estampa es la que se repite cada año por las estrechas calles del municipio: un caballo corriendo a toda velocidad para llegar a su destino, flanqueado por cuatro mozos que velan por su seguridad y porque llegue a buen puerto, aunque la fiesta también ha evolucionado con el paso de los años. De hecho, una de las particularidades de los Caballos del Vino es el cuidadoso enjaezamiento de los caballos con vestimentas confeccionadas expresamente para la ocasión. No les falta ni el más mínimo detalle y en su elaboración se tardan horas, porque incluyen piezas bordadas con seda, pedrería y canutillo de oro y plata. Todo, además, a medida de cada animal. Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco Los documentos más antiguos de esta celebración datan de 1765. Desde entonces, la tradición y la devoción se han mantenido, aunque la fiesta ha crecido exponencialmente hasta convertirse en enseña de la ciudad, que se llena de vecinos y visitantes con un pañuelo rojo atado al cuello. La distinción más importante llegó en el año 2020, cuando la Unesco reconoció esta fiesta como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por la puesta en valor de dos actividades indisociables de la economía, la historia y la cultura del municipio y por fomentar la camaradería y la solidaridad entre los participantes. Una carrera a contrarreloj La fiesta de los Caballos de Vino dura varios días. Comienza el 1 de mayo con el concurso a pelo, donde se premia la morfología del equino en su estado puro. El día grande se vive durante el 2 de mayo, cuando se celebra la legendaria carrera, en la que el animal tiene que subir al castillo en el menor tiempo posible y acompañado por cuatro mozos. En total, ochenta emocionantes metros que se recorren en pocos segundos. Más allá de estos dos días, los Caballos del Vino y los Moros y Cristianos forman parte de las fiestas de la Santísima y Vera Cruz, declaradas de Interés Turístico Internacional.

Los Caballos del Vino recorrerán las calles de Caravaca de la Cruz en la emblemática carrera que se celebra cada 2 de mayo
El Castillo de las 300 torres que se ha convertido en todo un símbolo de esta ciudad de la Comunitat Valenciana
La viticultura y la cría caballar son dos actividades indisociables de la economía, la historia y la cultura del municipio murciano de Caravaca de la Cruz, ubicado al norte de la comunidad y de poco más de 25.000 habitantes. Ambas han perdurado a lo largo de la historia, de uno u otro modo, aunque especialmente gracias a la celebración de los Caballos del Vino, una fiesta que se celebra del 1 al 5 de mayo y que cuenta con el reconocimiento de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
El origen de esta tradición centenaria se remonta al siglo XVII y está ligado al traslado del vino al Castillo de Caravaca para el ritual del baño de la virgen de Vera Cruz. Sin embargo, a esta particular festividad la acompaña una leyenda que explica la presencia de la divinidad en la historia.
Esa leyenda sitúa el origen de los caballos del vino en el Siglo XIII, época en que Caravaca pertenecía a la Orden del Temple, detallan desde su página web. Las tropas musulmanas estaban cercando el castillo donde se había refugiado toda la población, agobiada por la falta de agua. Para acabar con esta situación, aprovecharon la oscuridad para salir y rescatar algunos litros, pero solo encontraron vino.
Cargaron el vino en los caballos, flanqueados por cuatro personas, dos a cada lado, protegiendo sus cargas y evitando que los enemigos sabotearan la operación. Consiguieron su objetivo. Aquí es donde entra en juego la creencia divina: el alcohol fue bendecido y milagrosamente perdió sus propiedades alcohólicas, poniendo fin a la sequía que padecían en el castillo.
Esa estampa es la que se repite cada año por las estrechas calles del municipio: un caballo corriendo a toda velocidad para llegar a su destino, flanqueado por cuatro mozos que velan por su seguridad y porque llegue a buen puerto, aunque la fiesta también ha evolucionado con el paso de los años.
De hecho, una de las particularidades de los Caballos del Vino es el cuidadoso enjaezamiento de los caballos con vestimentas confeccionadas expresamente para la ocasión. No les falta ni el más mínimo detalle y en su elaboración se tardan horas, porque incluyen piezas bordadas con seda, pedrería y canutillo de oro y plata. Todo, además, a medida de cada animal.
Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco
Los documentos más antiguos de esta celebración datan de 1765. Desde entonces, la tradición y la devoción se han mantenido, aunque la fiesta ha crecido exponencialmente hasta convertirse en enseña de la ciudad, que se llena de vecinos y visitantes con un pañuelo rojo atado al cuello.
La distinción más importante llegó en el año 2020, cuando la Unesco reconoció esta fiesta como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por la puesta en valor de dos actividades indisociables de la economía, la historia y la cultura del municipio y por fomentar la camaradería y la solidaridad entre los participantes.
Una carrera a contrarreloj
La fiesta de los Caballos de Vino dura varios días. Comienza el 1 de mayo con el concurso a pelo, donde se premia la morfología del equino en su estado puro. El día grande se vive durante el 2 de mayo, cuando se celebra la legendaria carrera, en la que el animal tiene que subir al castillo en el menor tiempo posible y acompañado por cuatro mozos. En total, ochenta emocionantes metros que se recorren en pocos segundos.
Más allá de estos dos días, los Caballos del Vino y los Moros y Cristianos forman parte de las fiestas de la Santísima y Vera Cruz, declaradas de Interés Turístico Internacional.