'La familia de la tele' o la familia del ruido: todos los fallos que arrastran a TVE a un bajón de audiencias
Los fallos de La familia de la tele que pueden arrastrar a 'La Promesa'

La familia de la tele se ha hundido en su segundo día a un 9,5 por ciento de share. Sin las telenovelas que aupan la media de cuota de pantalla de este contenedor, el primer tramo se quedó en un 8,7 por ciento de share y en su segunda parte el programa de Belén Esteban, María Patiño y compañía se mermó a un 7,4 por ciento de share.
Hay programas que necesitan tiempo y rutina para asentarse. Y este magacín quería recuperar el alma de los grandes magacines de la cadena pública. Aquellos de Jesús Hermida o María Teresa Campos. O así se vendía. La diferencia es que aquí no hay ningún Jesús Hermida ni ninguna María Teresa Campos al frente. No hay un liderazgo. Y tampoco existe ninguna de las dos obsesiones de Jesús y María Teresa: que el magacín tuviera orden de espacios reconocibles en el ojo del espectador y, sobre todo, nunca dejara de contar historia.
Hermida y Campos ponían en el centro el contenido. Había una tertulia de referentes a una hora, había una entrevista a una hora, había un plató en el que sabías dónde pasaba cada situación. Y los colaboradores tenían que tenerse empollado aquello que iban a explicar. Pero, de repente, La familia de la tele en su primer día en el estudio: solo era ruido. No había un reportaje en exterior que aportara descubrimiento, no había una entrevista a alguien relevante que hiciera levantar la mirada, no había conversación que enseñe algo más que intentar vender ciertos reclamos que no eran rematados. Solo un vaivén de ruido. Solo provocar memes. Pero la televisión pública es todo lo que no cabe en un meme.
Terrible el momento en el que pringan a Lydia Lozano en la cara con la colonia de su madre, recientemente fallecida. Para que llorara. Tan tosco, tan empobrecimiento de la tele pública.
Porque la tele pública debe tener un fondo. No debe confundir modernidad con apología de la ignorancia. No debe confundir entretenimiento con empujar al dolor o reírse de la incultura, como también intenta el programa en su primer día en el plató poniendo a pronunciar en latín a Belén Esteban. Todos somos imperfectos y está bien cuando se ríen los de Sálvame de sus imperfecciones, el problema es cuando se sobreactúa el error para que se comente en redes. Entonces el personaje come a la persona y los espacios de tele se tienen que poder ver por la tele y de ahí, luego, ya saldrán los momentos jocosos a comentar en Instagram y TikTok.
La familia de la tele en La 1 no puede dejarse a la improvisación de 'a ver qué hacen en el plató'. No se puede vender solo por 'sus rostros'. No se puede fiar todo a una popularidad. Porque el público de TVE espera más profundidad. Y, si no hay orden ni concierto, se marcha. Además el programa puede arrastrar a la bajada de audiencia del resto de la programación de La 1, devaluando su marca.
Ya se ha cometido un error de primero de televisión. Para acortar el tiempo de la telenovela, se ha quitado la sintonía de La Promesa para que ganen tiempo los de La familia de la tele. Un fallo que a medio plazo puede afectar al gran éxito de TVE. La sintonía de La Promesa es una liturgia que te impulsa la experiencia de visionado y que rompe auditivamente con el serial anterior, Valle Salvaje. También se ha retirado la recapitulación previa y el resumen final, claves desde hace cuarenta años para el éxito de estas telenovelas. Porque perfilan lo relevante de las tramas a un espectador que se puede haber quedado un rato dormido en la siesta o que se ha despistado con el móvil.
Es la gran debilidad de La familia de la tele: no perfila nada. Se queda en un debate hacia ninguna parte. El programa necesita tiempo, pero solo si se tranquiliza y busca una meta para aportar socialmente. Porque para escuchar ruido de tasca ya uno se va a una terraza a tomar cañas en plena primavera. María Patiño parecía notarlo en directo e intentaba con su curiosidad ordenar y abrir ideas. Se notan sus horas de plató. Sin embargo, es que no tienen temas. No pueden hablar de Telecinco, no pueden criticar lo que solían hacer en su emisión en el pisito del canal Ten. Deberían enviar más a sus personajes a lugares que enseñen algo para crear la fusión del meme con el descubrimiento de tele pública. No es suficiente con el corazón de hace dos décadas, en un mundo en el que los personajes del corazón han cambiado.
En la anarquía tampoco ayudó el plató. Bonito en su set central, que simula una gran y colorista plaza, pero que no funciona si el espectador no se ubica en él. No se entiende muy bien cuando están sentados en el sofá con un público detrás mirando al vacío, que parece que están viendo El diario de Jorge Javier Vázquez en Telecinco y no a ellos.
De hecho, la ausencia de la cultura de Jorge Javier Vázquez se nota por los cuatro costados. Él fue clave en la imagen de que Sálvame pareciera algo más que un programa de despiece, como ironizó con su inteligencia Inés Hernand al ver una mesa digna de carnicería en el decorado. Jorge Javier rebajaba a menudo las intensidades y sabía que en tele grande hay que saber escuchar más que hablar para terminar contando, resaltando, relativizando y no quedándose en el bullicio. Hasta cuando todos gritaban.
El punto fuerte de La familia de la tele está en que ha aupado la audiencia joven en la tarde de TVE. Pero la tele es jugar a la congregación, al intercambio generacional, al no creer que con tu presencia basta. Falta un guion que hasta los colaboradores sepan seguir. La televisión pública tiene que ser divertida, ser abierta, retratar la sociedad. Pero no puede ser un podcast de amigos viviendo en el recuerdo de sus años dorados, necesitan prepararse más los temas de los que van a hablar como cuando Javier Basilio comentaba Los Ricos también lloran o Doña Adelaida destripaba Cristal. Aquí creen que la improvisación sirve. Y no. O se quedarán solo en lo que ha sido su primer día en plató: un programa en el que no paran de pasar cosas y, en realidad, no pasa absolutamente nada. Bueno sí, el empobrecimiento de la televisión pública.