La dura realidad de Laura, madre de Álex con autismo y graves problemas de conducta: "Nos sentimos desamparados"
Laura lleva dos años solicitando una plaza residencial donde su hijo tenga los recursos que necesita, pero se la niegan por ser menor.

Álex tiene 17 años, autismo severo y unos graves problemas de conducta que provocan que su familia viva con miedo constante. Normalmente es un chico cariñoso y alegre, pero su carácter cambia de manera radical si algo le provoca frustración, algo que ocurre a menudo debido a sus problemas de comunicación. Cuando esto ocurre, suele golpear y morder todo lo que encuentra, incluida a su familia, especialmente su madre, Laura Pérez. “Siempre ha tenido conductas agresivas y disruptivas, pero con 5 o 10 años lo puedes controlar, con 1,85 de altura, ya no. Ha visto que haciendo sangre se sale con la suya, y así llevamos dos años, desde que tenía 15. Ya no puede con él ni su padre”, asegura su madre.
La policía, que aseguran que son los que mejor se están portando con ellos, debido a que las agresiones con frecuentes, ya son viejos conocidos de la familia, pero al ser menor, y con discapacidad, no pueden hacer nada, “las crisis le suelen durar unos 10 minutos, pero durante esos minutos nos tenemos que esconder si no queremos que nos haga daño, yo no sé cuántos partes de lesiones tengo ya, y visitas a urgencias. Y en casa estamos todos son tratamiento psicológico debido a la situación, sobre todo mi otro hijo, porque para él es muy duro tener que llamar a la policía diciendo que su hermano le está pegando a su madre. La vida en nuestra casa es un horror”, lamenta.
En el colegio, la situación tampoco es mejor. De hecho, ya tuvo que cambiarlo porque le quitaron la ruta por sus problemas de conducta. Como el colegio era específico de autismo y está bastante lejos de casa, no podían llevarlo, han tenido que buscar uno más cerca de casa y llevarlo Laura y su marido, “conducir con una persona con problemas de conducta es muy peligroso, por eso tenemos que ir ambos”, relata Laura.
En su centro actual tampoco pueden controlarlo bien, por eso, a menudo llaman a Laura para que vaya a recogerlo, “los marrones no los quiere nadie”, dice resignada.
La medicación no le hace nada e incluso tiene que estar ingresado de vez en cuando, pero no es una solución, ni para él ni para su madre, más bien al contrario, “al tener discapacidad, tienes que entrar y salir con él. Estábamos los dos en la misma habitación e incluso allí me agredía, me mordía… tuve que bajar varias veces a urgencias por eso”.
El día a día, un auténtico infierno
Laura asegura pasar verdadero terror cada día, pues no sabe cuándo su hijo va a estallar Álex, “el viernes pasado se pudo fatal y me mordió en las manos. Entre mi hijo y yo lo pudimos arrastrar en la habitación y encerrarlo hasta que se le pase. Esa es la alternativa que tenemos para poder defendernos de él”.
Tampoco puede salir con él a la calle por temor a que le haga algo a alguien. De hecho, tenían una persona que les ayudaba a sacarlo de casa por las tardes, pero está de baja precisamente por una agresión de Álex, “he preguntado en el cole si puede venir alguno de los auxiliares a ayudarme por las tardes, y no quieren porque les da miedo”.
He preguntado en el cole si puede venir alguno de los auxiliares a ayudarme por las tardes, y no quieren porque les da miedo
En casa se pasa, por tanto, la mayor parte del tiempo, y muchas veces en su habitación para que no les agreda, una situación que no es sana, ni para su familia ni para él, pues Laura cuenta que incluso ha quitado los pomos de todas las ventanas porque le da miedo que se tire o se caiga.
Ni Laura, ni su familia ni siquiera los servicios sociales ni la policía entienden cómo nadie hace nada, “nos sentimos muy desamparados”, asegura con resignación, “la policía alucina con que no haya un sitio para que pueda estar mi hijo porque ven que en casa ya no puede estar”.
Les niegan un centro residencial para menores
La única solución que ven ahora mismo es que Álex esté en un centro residencial para menores con discapacidad, pero les deniegan el recurso una y otra vez, “solo hay uno de estos centros en la comunidad de Madrid, pero si no tiene la tutela de la Comunidad de Madrid no entran, es decir, que limitan esas plazas a casos de desamparo, si hay malos tratos, no tiene padres, etc. Yo no lo quiero desamparar, pero no sé qué hacer con él".
Llevan dos años haciendo de todo para que les concedan una plaza, pero no lo consiguen, pues necesitan que la Comunidad tenga la guarda o la custodia. “Hay una señora en un despacho que, aunque le han llegado informes de servicios sociales, del hospital, de la policía… decide que no lo necesitamos porque dicen que mi hijo no está desamparado, que tiene unos padres protectores, pero lo cierto es que nosotros no podemos protegerlo, ni a él ni a nosotros porque necesitaríamos un guardaespaldas 24 horas al día. Ahora mismo, la única manera que tengo de protegerme cuando se pone mal es encerrarlo en la habitación, y eso tampoco es bueno para él, porque además se traga las cosas, se come la ropa… Destroza la habitación…, pero al menos no nos destroza a nosotros”, asegura con desesperación.
La desesperación es tal que están dispuestos a pedir un crédito para pagar una plaza privada, que son 3.500 euros al mes, pero no se la conceden ni pagándola. A los 18 años, para lo que aún les queda un año, sí podrán solicitar plaza en un centro para adultos, pero la lista de espera es larga, "y la situación es peligrosa ya, he pasado un miedo este puente que no se lo deseo a nadie. El calvario que nos están haciendo pasar…”.
Laura insiste es que no es plato de gusto para ella, como madre, tener que meter a su hijo a un lugar así, y verlo solo de vez en cuando, pero no ve otra salida, por su seguridad y la de su familia: “Nos sentimos muy abandonados, porque o tienes dinero o nada, y porque nos sentimos invisibles. A este tipo de autismo no se le da visibilidad, parece que todos son de alto funcionamiento, pero no es así, el de mi hijo también es autismo, y a veces puede tener esta problemática, pero no lo quieren ver, parece que estén esperando a que nos haga algo grave para lamentarse”.