Juan Abreu: “Hay que fundar un movimiento que defienda la masculinidad y que su bandera luzca un falo enhiesto”

El escritor cubano exiliado en Barcelona publica unas memorias llenas de sexo, literatura y desprecio por el castrismo

May 12, 2025 - 04:59
 0
Juan Abreu: “Hay que fundar un movimiento que defienda la masculinidad y que su bandera luzca un falo enhiesto”

El nuevo libro de Juan Abreu se abre con una cita del poeta soviético Joseph Brodsky: “Si se escarba aquí —y para mí es como un pajar de agujas en una casa derruida— se puede hallar, seguro, la felicidad, bajo la cuarta capa de escombros”. Es una cita que ayuda a hacerse una idea de lo que el lector va a encontrase en Debajo de la mesa (2025, Ladera Norte), un potente libro de memorias de infancia y juventud construido a base de vividas postales e alguien que usa los libros, el sexo y lel deseo de libertad para trascender una realidad muchas veces miserable. Abreu explica su temprana adicción a la lectura y como los libros fueron siempre para él puertas y escaleras hacia mundos distintos, mejores. Estanos ante uno de los textos más descarnados de un escritor alérgico a la corrección política que anestesia gran parte de la literatura actual.

Pregunta. Ha republicado sus memorias, Debajo de la mesa, con cuatro capítulos nuevos. Mi pregunta es si para usted este tipo de ejercicios de escribir sobre la propia vida tiene valor terapéutico además de literario.
Respuesta. La memoria de lo que sucedió, no es lo que sucedió.  Regresar, aunque sea mediante la palabra, a ese mundo desaparecido que, en cierta medida, es ya una segregación de la muerte, no ha sido terapéutico. El mundo real y el literario son cosas diferentes, por desgracia. La escritura no es la realidad, y nunca lo será. La literatura nos permite enfrentarnos, de la mejor manera posible, creo, a la extinción, la perdida de los seres queridos, y a la falta de sentido de la vida. Escribí Debajo de la mesa para impedir que el negro agujero del tiempo se tragara por completo a los seres que amé. Sé que es imposible, que se trata de una batalla perdida. Pero. Como bien decía el poeta Lezama, lo que importa es la trayectoria de la flecha, no alcanzar el blanco.   

P. El título del libro alude a su temprana adicción a la lectura, a como su madre le encontraba debajo de la mesa con una novela y fingía enfado cuando en realidad estaba orgullosa. ¿Qué opina de la delicada situación actual de la lectura, asediada por el entretenimiento tecnológico? ¿Qué se pierden los niños y adolescentes actuales?
R. Pienso que si no leen, se lo pierden todo, porque la lectura ha sido crucial para mí. Pero tal vez ese mundo tecnológico les otorgue algo valioso que no soy capaz de percibir. Siempre digo que vengo del futuro, políticamente hablando (veo con enorme perplejidad la aceptación del comunismo en España), pero también vengo del pasado. Por ejemplo, no puedo tener la relación sentimental, amorosa, que tengo con un libro de papel, con un aparato con pantalla. Veo con desconfianza cómo pierden los jóvenes la capacidad de concentración prolongada que requiere la lectura, cómo adoptan los fugaces modos de atención que impone el mundo digital. A mí me parece un empobrecimiento enorme. Pero tal vez mi criterio obedece a que pertenezco a un mundo condenado.    

Hubo un tipo de ser humano que amaba la lectura y encontraba en ella la mejor manera de estar, mejorar, y dar sentido al mundo. Lo sé, porque soy uno de ellos. Pero vivimos los tiempos que preceden a una gran extinción.   

P. Esto que menciona es algo que les decía a sus amigos españoles de izquierda:  "vengo del futuro y no traigo buenas noticias". ¿Cuál era la reacción de ellos ante el comentario? ¿Fue cambiando con el paso de los años?
R. Se mostraban condescendientes, el izquierdismo de la intelectualidad española no es una ideología, es una superstición. Una superstición que, en lo referente a las víctimas del castrismo, se ha mostrado capaz de una vileza inusitada, incluso para un intelectual. Yo tengo la hipótesis de que en el fondo, nunca mejor dicho, hay un importante elemento sexual en este asunto: querían ser poseídos por Fidel (lo llamaban así, Fidel, con cierto erótico afán de intimidad). Pero es sólo una hipótesis. Se infravalora el papel del sexo en el curso de la historia de la especie. Creo que, en ocasiones, las ganas de un político, un cantante, un escritor, un cineasta o un académico de que se lo folle un negro, puede tener una influencia considerable en la percepción de la realidad histórica.  

P. Otro recuerdo muy potente de su adolescencia es que cuando veía pasar por la calle a cierta mujer explosiva -La China– usted corría a algún lugar donde poder mirarla mientras se masturbaba. Hoy esto sería impensable, quizá un delito, aunque todo el mundo lo hace con la mediación de las pantallas. ¿Está deteriorando también la tecnología el punto incómodo y salvaje de nuestras experiencias sexuales?
R. Bueno, es evidente que no es lo mismo una mujer de carne y hueso que una mujer en una pantalla. Pero, la tecnología puede ser un aliado, un elemento enriquecedor, sexualmente hablando. Aliado de la masturbación, sobre todo. El sexo es, fundamentalmente, imaginación. El acto, a fin de cuentas es poca cosa, algo limitado y repetitivo. Mediante la tecnología, por poner un ejemplo, ahora se puede desnudar a símbolos sexuales históricos o del mundo del espectáculo. Me parece estupendo. Y supongo que en el futuro eso irá mejorando. En mi trilogía futurista El gen de Dios, es posible encargar una versión virtualcarnal de Marilyn o Mesalina, una de mis heroínas feministas, como pareja sexual. Todo acto sexual que no implique violencia, y que cumpla la Primera Ley Sexual (todos de acuerdo), es aceptable. No debe haber límites al placer que tiene lugar en el territorio de la imaginación. Censurar la imaginación es la quintaesencia del acto totalitario.  

P. En alguno de los pasajes habla de unos primos a los que no considera primos y que eran tan revolucionarios que incluso su madre tenía que vigilar lo que decía en casa. ¿Es la revolución incompatible con la familia?
R. Detesto la palabra revolución aplicada a la dictadura castrista. Carece de sentido. La llamada Revolución Cubana era y es incompatible con la familia; desde el principio, se propuso que los ciudadanos se debieran exclusivamente al fanático delirio castrista. Dividió la familia, y la sociedad en general, entre revolucionarios “los buenos” y desafectos o contrarrevolucionarios “los malos”. Los que no tragábamos dócilmente las imbecilidades del proyecto totalitario del Líder Máximo, nos convertíamos en gusanos.  ¿Y qué se hace con los gusanos?  Pues eso, aplastarlos.

P. Usted defiende que no habrá verdadera libertad en Cuba hasta que no se erija en el Parque Lenin una estatua del escritor perseguido Reinaldo Arenas. ¿Por
qué necesita el comunismo reprimir la libertad cultural para sobrevivir?

R. Reinaldo fue el escritor más libre de su generación, y el más odiado por los esbirros culturales cubanos. Por eso creo que una estatua allí donde estuvo escondido, huyendo de la policía cubana, sería una buena manera de calibrar el nivel de libertad de una Cuba futura y libre, si llega a existir. Ya sé que el Parque Lenin es un sitio espantoso, pero aún así.

La cultura es lo primero que tiene que someter un régimen totalitario como el cubano, porque la cultura, en teoría, es por naturaleza libre. Y digo en teoría porque la historia nos dice que los intelectuales suelen ser cobardes, baratos y serviles con los poderosos. Reinaldo decía que Cuba era el lugar del mundo que producía una mayor cantidad de canallas por metro cuadrado. Yo añadiría que además de canallas también produce de manera desmesurada, esbirros.
 
P. Un concepto que sirve para hilar sus textos, es la búsqueda de la libertad, pero se trata de una palabra demasiado amplia y abusada como para comprenderse a la primera. ¿Cómo describiría el tipo de libertad que le interesa?

R. Una libertad en la que el Gobierno y el Estado se inmiscuya lo menos posible en mi vida, en la vida del individuo. Los parámetros de la libertad en una sociedad democrática deben medirse por la libertad de cada individuo, no por los supuestos derechos de “colectivos” de cualquier tipo. Los colectivos no existen, sólo existen los individuos.   

Como decía el gran Kafka, seguro que pensando en los cubanos: “Esperanza hay, pero ninguna para nosotros”


P. Describe a su padre como a un hombre duro, trabajador, nada interesado en el arte –ni siquiera en el de sus hijos– pero muy responsable a la hora de proveer para su familia. Esto es lo que ahora se llama "masculinidad clásica" o “masculinidad tóxica” y es muy criticada por la izquierda. ¿Cuál es su posición en el actual debate sobre los modelos de hombre aceptable?

R. Creo que la masculinidad del hombre occidental es objeto de una guerra perversa porque es el artífice de la sociedad democrática, próspera e ilustrada que la izquierda neocomunista quiere destruir. Las fuerzas izquierdo–wokistas odian la  masculinidad porque persiguen un modelo de sociedad fofa, acomodaticia, dócil, irresoluta, fácil de controlar y manipular. Y la masculinidad, por cuestiones evolutivas tal vez, se resiste a adoptar ese papel. Hay que fundar un movimiento que defienda la masculinidad. Propongo que su bandera luzca un falo enhiesto.

P. Otro concepto que hila sus textos es el del cuerpo como fuente de alegría frente a cualquier adversidad, ya sea disfrutar del sexo o del baile. En este libro el recuerdo más bonito de sus padres es un baile en Nochebuena. "Ninguna mujer sobre la tierra ha sido ni será más bella. Ningún hombre sobre la tierra ha sido jamás más elegante, más apuesto y grácil". Ahora los cuerpos son fuentes de complejos y tormentos.
R. Mi cuerpo, a pesar de la edad, sigue siendo la mayor fuente de alegría y de placer. Como es lógico, por otra parte, ¿qué otra cosa tenemos? Pero. Es cierto que vivimos en una época donde declarase víctima, abusado, o sufriente por cualquier causa ajena, es una posición muy popular, y lucrativa. Se puede vivir de eso. Mucha gente vive de eso. El mujerismo español no es feminismo, es una industria. Una industria de éxito, muy bien financiada.    

P: ¿Cuál diría que es la situación actual de Cuba y qué esperanzas tiene de que mejore o incluso se normalice?
R. Como decía el gran Kafka, seguro que pensando en los cubanos: “Esperanza hay, pero ninguna para nosotros”. Cuba está perdida. Demasiados años de castrismo han degradado hasta niveles irrecuperables el tejido moral de la sociedad. Nunca regresaré. Mientras dure la dictadura, no se puede regresar a la isla sin añadir a lo que eres un átomo de vileza.