Camino de Oudenaarde, su recta interminable, sus casas bajas de color ocre, navegando a 45 kilómetros por hora después de haber recorrido 260 kilómetros y atravesar 15 cotas empedradas, Tadej Pogacar convierte al vagón de campeones del mundo que lo persigue en una procesión doliente, héroes derretidos, guerreros abatidos por la apisonadora de Eslovenia, que vuelve a vencer. El mejor ciclista que han visto muchas generaciones conquista el Tour de Flandes, la carrera que lo tiene todo. Y lo hace con grandeza, sin escatimar, estableciendo una conexión directa entre la fantasía del aficionado y sus piernas. Pogacar es la magia en bicicleta. En Flandes se corona por segunda vez, ocho monumentos ya, después de hostigar en cada cima, en cada...
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