Francisco y un arte para todos: la democratización de la belleza
La revolución de su papado llegó también a la plástica, con gestos, libros, documentales, palabras y, sobre todo, acciones sin precedentes

El Papa Francisco cultivó en su vida una relación entrañable con el arte: “El arte, además de ser un testimonio creíble de la belleza de la creación, es también un instrumento de evangelización”. Desde su visión, arte y fe comparten la capacidad de cambiar la realidad: “El arte nunca puede ser un anestésico; da paz, pero no adormece las conciencias, las mantiene despiertas”.
Habló del tema, recibió a artistas, escribió un libro con sus ideas sobre el arte, realizó un documental, trabajó junto con el argentino Alejandro Marmo para instalar obras en el Vaticano, abrió la Capilla Sixtina a los pobres y palacios para mostrar colecciones polvorientas, restituyó piezas a Atenas, escribió cartas a mano para agradecer obras y catálogos, inauguró un Pabellón en la Bienal de Venecia que fue revolucionario y fue el primer Papa en visitar la mostra. Siempre estuvo cerca y dijo cosas de quien ama el arte, que “te tira adelante (...), te libera, te ensancha el corazón. Y te hace comprender tantas cosas”.
Entre sus imágenes de fe más queridas estaban María Desatadora de Nudos, la Resurrección de Cristo de Perugino, que está en su biblioteca privada, y la Virgen Salus populi romani, cuyo icono se conserva en la Capilla Paulina de la Basílica de Santa María la Mayor, donde eligió descansar por siempre. Él mismo es ahora una imagen devocional, que encontró su expresión en la pintura de la artista Mercedes Fariña: un Francisco que reza delante de su querida iglesia San José de Flores, con la inscripción de sus palabras al enterarse de su nombramiento: “Han venido a buscarme casi al fin del mundo”.
¿Estaría, Francisco, protestando ante la inminente impresión de estampitas?: “El arte tiene una dimensión salvífica en sí mismo y debe abrirse a todo y a todos, y ofrecer consuelo y esperanza a cada uno. Por eso, la Iglesia debe promover el uso del arte en su labor evangelizadora, mirando al pasado, pero también a las múltiples formas de expresión actuales. No debemos tener miedo de encontrar y utilizar nuevos símbolos, nuevas formas artísticas, nuevos lenguajes, incluso aquellos que parecen poco interesantes para los evangelistas o los curadores, pero que, en cambio, son importantes para la gente, porque saben cómo hablarle a la gente”, habría respondido.
Esas palabras dejó escritas en 2015, dos años después de su elección, cuando escribió Mi idea del arte (Mondadori y Museos Vaticanos, Milán), basado en sus conversaciones con Marmo, con la pluma de la periodista Tiziana Lupi. También se convirtió en documental (se ve en Prime Video en otros países). La tesis principal es que el papel del poeta, del artista, es contrarrestar la cultura del descarte y evangelizar. Después, recorre ejemplos de una especie de galería ideal que abarca desde el Torso del Belvedere hasta el Obelisco de San Pedro, de la bóveda del Aula de Constantino de Rafael al Descendimiento de Caravaggio, y va de la Capilla Sixtina a un Renault 4. Decía entonces el Papa: “Di mi bendición al proyecto de Alejandro porque me gusta la idea de una evangelización hecha con obreros y pobres, aquellos pobres que él hace trabajar con el hierro descartado para dejar el testimonio de Cristo crucificado en las calles y hacer visible lo invisible”.
Se refiere al Cristo Obrero y la Virgen de Luján, realizadas por Marmo con material de descarte, instalados en la residencia pontificia de Castel Gandolfo. En 2011, Bergoglio como arzobispo había inaugurado otro Cristo Obrero con Marmo en Villa Soldati, de su serie de Arte en Fábricas: metal de descarte, fábricas recuperadas y personas excluidas del sistema creando obras con él. Así hizo los murales de Evita, el Padre Mugica y Arturo Jauretche en la Avenida 9 de Julio, entre muchos otros íconos. Su trabajo puede recorrerse en la exposición De arte no entiendo nada, en el Palacio Libertad, y el 11 de mayo presenta un libro con el mismo título en la Feria del Libro. Sobre su relación con el Papa, dice Marmo a LA NACION: “Francisco subió la magia y les bajó los humos a todos. En el libro que hicimos está su pensamiento preciso sobre el arte. Su palabra es mucho más importante que lo que yo pueda describir de mi relación personal. Destaco que tenía un vínculo muy humano con el arte. Consideraba que el arte tenía que ser transversal a la emoción humana. Le interesaba el poder del arte para representar situaciones horrorosas y transformarlas en belleza. Por ejemplo, la Crucifixión blanca de Chagall, en la que veía una estética de la esperanza. Las obras emplazadas en el Vaticano tienen algo que ver: la marginalidad de la exclusión representada en el descarte logra un punto para apoyarse en la belleza y comunicar. El arte transforma, con una visión superadora de los momentos trágicos".
En aquel libro proponía una nueva museología, donde el arte debía ser un instrumento de diálogo entre culturas y religiones, un instrumento de paz. “¡Estate vivo! No colecciones polvorientas del pasado solo para los elegidos y los sabios, sino una realidad vital que sabe preservar ese pasado para contárselo a los hombres de hoy, empezando por los más humildes”, escribía.
Este Papa nombró a la primera directora mujer al frente de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta. Con ella, llevó la mirada del museo más allá de Europa: “En los últimos años hemos emprendido una renovación museográfica, pero también conceptual, de un departamento que al Papa Francisco le importaba mucho: el Museo Etnológico Vaticano, recientemente bautizado como Anima Mundi. Es el museo más grande en cuanto a piezas, con más de cien mil obras. No todas están claramente expuestas, pero recogen testimonios de civilizaciones no europeas, de los cuatro continentes fuera de Europa", dijo a Vatican News. El 24 de marzo de 2023, dio otro paso en pos de la desconolización: devolvió a Grecia tres fragmentos de los mármoles del Partenón conservados durante dos siglos en los Museos Vaticanos. También su papado se caracterizó por abrir al público palacios que antes tenían sus puertas cerradas, como el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo y el Palacio Lateranense.
En su audiencia con los artistas del 23 de junio de 2023 con motivo del 50 aniversario de la inauguración de la Colección de Arte Moderno y Contemporáneo de los Museos Vaticanos, invitó a doscientos pintores, escultores, arquitectos, escritores, músicos, directores y actores de todo el mundo, a encontrarse con él en la Capilla Sixtina. Francisco dijo que los artistas son un poco profetas y saben “mirar las cosas tanto en profundidad como a lo lejos, como centinelas que entrecierran los ojos para otear el horizonte y sondear la realidad más allá de las apariencias”. Comparándolos con profetas, dijo que son capaces de señalar “cosas que a veces resultan molestas, criticando los falsos mitos de hoy, los nuevos ídolos, los discursos banales, las trampas del consumismo, las artimañas del poder”. Entre el público, estaban los escritores Javier Cercas y Alessandro Baricco, y los artistas argentinos Leandro Erlich y Pablo Reinoso. “Yo estuve ahí –cuenta Reinoso a LA NACION–. Fue muy emotivo y su discurso, emocionantemente interesante y bueno. Después nos recibió uno por uno. Recuerdo cada palabra y las guardo para mí”.
Los intercambios siguieron, y por ejemplo, le escribió de puño y letra a Marcia Schvartz para agradecerle el envío del catálogo de una muestra que la artista realizaba en la UCA. También recibió con agrado la propuesta de Martín Sastre de repetir la performance que había realizado en la Bienal de Performance 2015, un minuto para que cualquiera pudiera subir al balcón de Evita y decir lo que quisiera. “Quería hacer lo mismo pero en el balcón del Papa. Un día un cardenal me escribió un WhatsApp proponiendo que viajara a contarle el proyecto al Papa. Viajé enseguida, me recibió y le gustó la propuesta muchísimo. No pudo hacerse por problemas de protocolo. Aproveché el encuentro para regalarle un dibujo hecho por mí a los 4 años, el Papa haciendo pis. Lo imprimí en una taza y se lo regalé y a él le causó muchísima gracia", recuerda. Lo volvió a ver en 2018, cuando estaba trabajando en una aplicación para que los artistas consiguieran mecenas y pidió hacer un video con el Papa para promocionarlo. “A Francisco le interesaba el acercamiento de la Iglesia al arte contemporáneo. Le pregunté si no cabía la posibilidad de que Dios se hubiera olvidado de los artistas y por eso ya no representaban a Dios”. El no fue tajante: “¿Cómo Dios se va a olvidar de los artistas si Él es artista? ¡Él creó el universo entero, imaginate!” Me tomó de las manos y me dijo que lo que nosotros tenemos que hacer es seguir nuestro camino, con bondad, verdad y sobre todo, belleza. La belleza, no se olviden".
Mercedes Fariña pintó el primer cuadro que retrata a Francisco el día en que fue elegido Papa. Se guarda en el Palacio Apostólico y es parte de la colección vaticana, a pedido del Papa. Lo vio en una foto que le hizo llegar y enseguida le llegó el pedido de que viajara con la obra. Hay una reproducción en la iglesia San José de Flores, y hoy es un santuario donde se reza por él. Le siguió toda una serie que está en exposición en el Museo Eclesiástico de la Catedral de La Plata, junto con los avales y cartas que le envió el Papa. La muestra se llama Recen por mí, y se puede visitar hasta el 18 de mayo. “Cada cuadro tiene mucha investigación para que hablaran de él. Cuando me encontré con él se generó una situación muy amorosa entre él, mi familia, los cuadros, el arte”, cuenta.
Lejos quedaron los días en los que tachó de blasfemo a León Ferrari, en 2004, con su escandalosa exposición en el Centro Cultural Recoleta. “Yo creo que a Francisco, entonces Bergoglio, se le fue de las manos el asunto Ferrari. Él escribió esa carta en la que calificaba la exposición como ”blasfemia", llevado por la empatía con grupos religiosos que, aun antes de abrir la exposición, pedían que no se abriera. Grupos que se centraron sobre una porción de la exposición, aproximadamente una sexta parte. Bergoglio nunca más habló directamente de esa exposición ni de Ferrari", dice Andrea Giunta, que entonces era la curadora de la exposición. “Tengo la fuerte percepción de que la envergadura que adquirió el debate sobrepasó sus intenciones. Pienso incluso si tal intensidad no afectó su posibilidad de acceder al papado en 2005. Pero en 2013, cuando Francisco fue nombrado Papa, también se inauguró por primera vez el Pabellón del Vaticano en la Bienal de Venecia”, señala.
El 28 de abril de 2024, Francisco fue el primer Papa de la historia que visitó una exposición en la Bienal de Venecia. Y la propuesta del Pabellón del Vaticano tenía mucho que ver con su legado: estaba ubicado en la cárcel femenina de la Giudecca y las presas ofrecían visitas guiadas. “Fue un acto de dignificación o de señalamiento de esas vidas borradas, que transcurren en Venecia, pero que nadie conoce en el escenario fastuoso de la Bienal”, señala Giunta. Durante su discurso, el Papa citó a Frida Kahlo y Louise Bourgeois como artistas cuyas obras tienen “algo importante que enseñarnos”.
En febrero pasado, en un discurso leído en la Misa del Jubileo de los Artistas, dijo: “El arte no es un lujo, sino una necesidad del espíritu. No es huida, sino responsabilidad, invitación a la acción, llamada, grito”. En tiempos en que la cultura es denostada, Francisco dice que “el mundo tiene necesidad de artistas proféticos, de intelectuales valientes, de creadores de cultura” y alienta: “No dejen nunca de buscar, de interrogar, de arriesgar. Porque el verdadero arte nunca es cómodo, ofrece la paz de la inquietud”. A saber: “La esperanza no es una ilusión; la belleza no es una utopía; el don que tienen no es una casualidad, es una llamada. Respondan con generosidad, con pasión, con amor”.