Fauré Quartett: el ensamble alemán que abraza la música “con todas las fibras de su ser”

El prestigioso cuarteto inaugura la 73° temporada de conciertos del Mozarteum Argentino en el Teatro Colón; “esa sala es un regalo en nuestra carrera”, aseguran

May 3, 2025 - 18:08
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Fauré Quartett: el ensamble alemán que abraza la música “con todas las fibras de su ser”

“Lo que buscamos es acercarnos a la verdad, a lo que constituye el sonido específico de cada compositor” dice en diálogo con LA NACION desde Berlín, el violista Sascha Frömbling, integrante del Cuarteto Fauré que llega por tercera vez a la Argentina para inaugurar la 73º temporada del Mozarteum. “Es la personalidad, aquello de lo que uno no puede esconderse y debe abrazar con todas las fibras de su ser” agrega la violinista Erika Geldsetzer a esta conversación virtual acerca de qué es la verdad, cómo la representa cada músico y cómo se expresa en el sonido, reflexionando a modo de introducción del concierto que ofrecerán el lunes 5 de mayo en el Teatro Colón, celebrando los 30 años del prestigio conjunto alemán (que lleva el nombre de Gabriel Fauré en virtud de que fue fundado para homenajear al compositor francés en el 150º aniversario de su nacimiento). Reconocido internacionalmente entre los más destacados de piano y cuerdas, el ensamble es ganador de un ECHO Classic-Award por sus magníficas grabaciones de las obras de Brahms, especialidad de su repertorio, de entre las cuales harán escuchar el cuarteto opus 26.

-Treinta años es mucho tiempo para una vida compartida ¿Cuál es el secreto para mantener un formato que supone tanta cercanía y exposición?

-Erika Geldsetzer: Lo que nos conectó desde el comienzo: el amor por la música de cámara, hacer lo que más nos gusta. Efectivamente, el cuarteto es una forma intensa y exigente. Nos gusta viajar y disfrutar de la experiencia como cuando fuimos a New York por primera vez juntos y estábamos parados frente al Empire State, o el primer concierto en el Colón, viviendo ese evento extraordinario en un teatro tan grande y con la maravillosa atmósfera que nos rodeaba, porque el hecho de compartir hace que las cosas sean más apasionantes que vivirlas en solitario. En lo personal, sabemos cuándo cada uno necesita su espacio privado y se respeta la libertad y privacidad del otro. En lo musical, tenemos ideas similares para interpretar nuestro repertorio, pero no en todo ni siempre. Pueden surgir diferencias, pero no en las ideas principales, el corazón y la profundidad de las piezas. Coincidimos en no tocar las obras en la superficie simplemente porque es divertido tocarlas sino en explorar algo más allá que nos acerque al fondo de la música.Se conocieron a mediados de los 90, cuando todos eran estudiantes;

-¿Qué tipo de diferencias pueden surgir?

-Sascha Frömbling: Son pocos los ejemplos. Hay compositores sobre los que necesitamos un debate más profundo, un tiempo de discusión hasta encontrar el camino común. Pero en general pensamos y sentimos más o menos lo mismo. Además, nos hemos enfocado en no desarrollar necesariamente un “sonido Fauré-Quartett” como se hacía hace 40 o 50 años, como los cuartetos Alban Berg y Guarneri o cualquiera de los antiguos famosos en los que rápidamente se podía reconocer un sonido específico. No es nuestra intención. No queremos que la gente diga ¡Ah lo reconozco, es el Cuarteto Fauré! Queremos que digan ¡Ah es Mozart o es Brahms! Lo que buscamos es acercarnos lo más posible a la verdad, lo que constituye el sonido específico de Brahms, Schumann, Fauré o Mozart porque mucho más que nosotros que como individuos somos irrelevantes, lo importante es lo que hacemos para que la música suene de determinada manera.

-¿Qué significa hablar de “la verdad”?

-S.F.: Ponemos el caso de Brahms como ejemplo ya que es el centro del repertorio y permaneces en nuestro atril desde el comienzo. Somos de la idea de que este formato fue la etapa decisiva en su camino hacia la sinfonía, el paso previo hacia la gran forma. Durante mucho tiempo, Brahms dudó de sí mismo porque ante él y detrás de él, arriba, al frente y en todas partes siempre estaba Beethoven como héroe, como monumento sinfónico. Y no se atrevía a dar el paso. Y a diferencia de los cuartetos de cuerda, los cuartetos con piano le permitieron apartarse de la intimidad de la música de cámara y salir a la conquista del espacio sinfónico. En ese sentido vemos el cuarteto con piano como el precursor de las sinfonías brahmsianas. Es nuestra lectura de la historia.

Con vocación sinfónica

-¿Cómo traducen esa visión al sonido?

-SF.:. Por un lado, somos solo cuatro músicos de modo que podemos tocar increíblemente suave y pianísimo como lo requiere el movimiento lento del opus 26. Frágil, íntimo y delicado. Por otra parte, dado que contamos con la potencia del piano y aspiramos a expresar una vocación sinfónica, también somos capaces de producir un sonido tan grande y poderoso como para romper las barreras de la música de cámara y superar los límites del cuarteto de cuerdas. En ese sentido pensamos y trabajamos los matices con una concepción sinfónica.

-E.G.: Nuestro trabajo ha ido evolucionando y lo que hacemos en la actualidad es algo nuevo, muy distinto a lo que hacíamos cuando comenzamos. Durante 10 años hemos trabajado intensamente en convertirnos en un solo organismo donde cada uno de los cuatro encaja con su sello en la búsqueda de los detalles y personalidad de cada compositor. Como dijo Sascha con Brahms. Pero cuando buscamos el mundo interior en Mozart, la dirección es completamente otra, es lograr la ligereza lejos del cliché de la música limpia y suave que se escucha tan fácilmente como se olvida. Tenemos las cosas aprendidas como para darnos el lujo de ir en busca de otra cosa. El propio Fauré comparó la música de cámara con eso: la traducción de la personalidad verdadera, aquello de lo que uno no puede esconderse, algo que vale la pena abrazar con todas las fibras de su ser. Ese intento es en sí mismo la verdad.

-S.F.: Cuando nos conocimos siendo estudiantes estábamos más preocupados por nosotros, por unirnos en un sonido común y lograr homogeneidad. Pero en realidad ese es un trabajo de toda una vida ¡la música es una misión de toda una vida! Y ya que hablamos de la verdad, jamás afirmaría haberla encontrado. Creo que ningún músico pueda hacer esa afirmación. Nadie es dueño de una verdad definitiva ni de una palabra última porque en el arte lo significativo es la búsqueda, ir por lo que creemos que cada compositor tiene como sonido individual. Lo que hace que Mozart suene a Mozart o Brahms suene a Brahms. Algo en lo que profundizamos e invertimos tiempo, que por un lado es conceptual pero también es puramente técnico, qué arco usar, cómo ejecutar cada pasaje, etc.El Fauré Quartett inaugura la 73° temporada del Mozarteum Argentino en el Teatro Colón, el lunes 5 de mayo de 2025

-¿Solo en la partitura están esos elementos o también en la información biográfica?

-S.F.: Los compositores crearon de acuerdo al entorno en el que vivieron. Brahms es el Rin. Y habría sonado completamente diferente si hubiera compuesto en Italia, así como Verdi o Puccini sonarían diferentes si hubieran vivido en San Petersburgo. El entorno es también la biografía, la gente que los rodea, la luz, la atmósfera de los países, todo eso juega un papel. Luego uno se pregunta por qué. Por qué Brahms que vivió en la Selva Negra tiene un centro de gravedad tan profundo, tan sólido y apegado al suelo, en contraste con Fauré o Debussy que son puro aire porque sus mundos son todo luz. No tienen nada del peso y aplomo de Brahms. Los franceses son compositores que flotan, al menos en la representación sonora que nos hacemos y a partir de la cual decidimos si Erika diseña más su melodía en el violín, o si algo se vuelve más etéreo, ligero o concreto, o lo que técnicamente sea necesario para obtener determinada cualidad.

-Hemos hablado de Brahms pero también interpretarán a Dvořák

-E.G.: Hay una historia en relación a los dos: el editor de Brahms, Simrock, estaba entusiasmado con el éxito y popularidad de sus cuartetos. El opus 26 había sido muy bien recibido y dado que Dvořák había compuesto uno a una edad muy temprana, comenzó a rogarle la composición de uno nuevo. De modo que de alguna manera fue la razón por la que Dvořák compuso su nº 2. Y hay paralelismos entre ambas piezas escritas en la misma época, aunque con lenguajes musicales diferentes, en las dos se percibe la presencia de un alma increíblemente cálida. En Dvořák distinguimos elementos checos y algo del espíritu folklórico que tienen los dos, un poco del Ländler que nos recuerda a Viena.

-S.F.: Dvořák es de una capacidad imaginativa increíble para crear temas fenomenalmente buenos. No conozco a ningún otro que tenga una inspiración tan inagotable. Tan genial cómo se sucede uno tras otro con tanto en su corazón y en su cabeza. Brahms lo advirtió y por eso dijo que solo con el material que Dvořák descarta, cualquier otro músico tiene temas para una sinfonía.

-¿Cómo se sienten respecto del Colón, una sala de dimensiones tan importantes, haciendo música de cámara?

-S.F.: ¡¡Felices!! Nos sentimos completamente felices. A veces nos preguntan qué salas, sin incluir festivales o sitios excepcionales sino solo salas puramente de conciertos han sido especiales en nuestra trayectoria, y entre los primeros lugares seguro que siempre está el Teatro Colón. Conocemos escenarios de todo tipo, hemos tocado en los espacios más pequeños ¡con tan poca gente como para preguntarnos qué estamos haciendo aquí! y también en teatros enormes para 2000 personas. Hemos experimentado una amplia gama de públicos como para reconocer que la acústica sumada a la atmósfera que se produce frente al público argentino, es algo fenomenal y lo tomamos como un regalo en nuestra carrera.

Para agendar

Fauré Quartett. Concierto de Abono. Apertura de la 73ª temporada Mozarteum Argentino. Intérpretes: Dirk Mommertz (piano), Erika Geldsetzer (violín), Sascha Frömbling (viola) y Konstantin Heidrich (violonchelo). Programa: Cuartetos para piano y cuerdas nº 2 op 26 de Johannes Brahms y nº 2 op 87 de Antonín Dvořák. Función: lunes 5 de mayo, a las 20. Teatro Colón (Libertad 621).