El turismo de lujo está a punto de llegar al municipio más agrícola de Gran Canaria, y algunos temen por lo que pueda pasar

Un proyecto de casi 1.500 plazas turísticas amenaza con transformar la realidad de La Aldea de San Nicolás, una de las pocas localidades de Canarias ajenas a la explotación turística. Muchos vecinos ven como agua de mayo su llegada, pero otros creen que el pueblo perdería lo que le hace únicoEcologistas plantean alegaciones contra plan urbanístico de La Aldea Maribel dice que es “nacida, bautizada, confirmada, casada” y muchas cosas más en La Aldea de San Nicolás, su pueblo. Está preocupada por la economía. La agricultura, que ha dado trabajo a tantas personas en este municipio, “se está yendo al garete” y “un montón de gente” está marchándose a otros puntos de Gran Canaria en busca de un futuro mejor. Pero la realidad de esta pequeña localidad, prácticamente aislada del resto de la isla por sus escarpadas montañas y cercanía al mar, está a punto de cambiar, para bien o para mal. Un proyecto turístico de casi 1.500 plazas empieza a tomar forma tras múltiples iniciativas fallidas para turistificar La Aldea, que hace una década solo contaba con 185 plazas de alojamiento. Y eso a Maribel, de 75 años, le preocupa. “Por una parte está bien. Veo a mis hijos y mis nietos y hay que pensar en el futuro… Pero es que nosotros vivimos muy tranquilos aquí, y eso se terminaría. Esto se llenaría de turistas. Y ya sería diferente la manera de vivir. Perderíamos nuestra esencia”, cuenta mientras pasea por el casco del pueblo. La Aldea es uno de los pocos territorios de Canarias que ha sobrevivido a la sobreexplotación turística, tan cuestionada en los últimos meses. Los vecinos aguardan la apertura de nuevos túneles que conecten la vida allí, entre invernaderos y espacios naturales protegidos, con Agaete, el municipio colindante. Pero mientras tanto, las calles permanecen desiertas de residentes (apenas 8.000 en toda la comarca) y turistas. O por lo menos esa es la estampa de este martes por la mañana.  Maribel, en la Plaza de La Alameda, en La Aldea de San Nicolás Zona Comercial Abierta en La Aldea de San Nicolás, con pocos comercios abiertos este martes por la mañana Náyade tiene 29 años y Cathy, 22. Ambas están sentadas en uno de los pocos locales abiertos, donde las personas (que se conocen todas) se saludan con un “oh, artista” y se despiden con un “salud y suerte, capitán”. Las dos están desempleadas. Y acaban de enterarse del complejo turístico de lujo que se proyecta a unos pocos metros de sus casas. Después de conocerlo, ya saben qué es lo que quieren. “¿Un hotel? Eso da trabajo a todo el mundo: cocineros, fontaneros, jardineros… Que dé trabajo, a ver si cambia este municipio un poquito, porque aquí no hay nada”, lamenta Náyade. “Salvo en septiembre (cuando se celebran las fiestas locales), de resto no hay nada. Es el pueblo de la depresión”, remacha. El proyecto del empresario turístico Mario Romero Mur, amigo del exministro José Manu

May 17, 2025 - 08:24
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El turismo de lujo está a punto de llegar al municipio más agrícola de Gran Canaria, y algunos temen por lo que pueda pasar

El turismo de lujo está a punto de llegar al municipio más agrícola de Gran Canaria, y algunos temen por lo que pueda pasar

Un proyecto de casi 1.500 plazas turísticas amenaza con transformar la realidad de La Aldea de San Nicolás, una de las pocas localidades de Canarias ajenas a la explotación turística. Muchos vecinos ven como agua de mayo su llegada, pero otros creen que el pueblo perdería lo que le hace único

Ecologistas plantean alegaciones contra plan urbanístico de La Aldea

Maribel dice que es “nacida, bautizada, confirmada, casada” y muchas cosas más en La Aldea de San Nicolás, su pueblo. Está preocupada por la economía. La agricultura, que ha dado trabajo a tantas personas en este municipio, “se está yendo al garete” y “un montón de gente” está marchándose a otros puntos de Gran Canaria en busca de un futuro mejor.

Pero la realidad de esta pequeña localidad, prácticamente aislada del resto de la isla por sus escarpadas montañas y cercanía al mar, está a punto de cambiar, para bien o para mal. Un proyecto turístico de casi 1.500 plazas empieza a tomar forma tras múltiples iniciativas fallidas para turistificar La Aldea, que hace una década solo contaba con 185 plazas de alojamiento. Y eso a Maribel, de 75 años, le preocupa.

“Por una parte está bien. Veo a mis hijos y mis nietos y hay que pensar en el futuro… Pero es que nosotros vivimos muy tranquilos aquí, y eso se terminaría. Esto se llenaría de turistas. Y ya sería diferente la manera de vivir. Perderíamos nuestra esencia”, cuenta mientras pasea por el casco del pueblo.

La Aldea es uno de los pocos territorios de Canarias que ha sobrevivido a la sobreexplotación turística, tan cuestionada en los últimos meses. Los vecinos aguardan la apertura de nuevos túneles que conecten la vida allí, entre invernaderos y espacios naturales protegidos, con Agaete, el municipio colindante. Pero mientras tanto, las calles permanecen desiertas de residentes (apenas 8.000 en toda la comarca) y turistas. O por lo menos esa es la estampa de este martes por la mañana. 

Maribel, en la Plaza de La Alameda, en La Aldea de San Nicolás
Zona Comercial Abierta en La Aldea de San Nicolás, con pocos comercios abiertos este martes por la mañana

Náyade tiene 29 años y Cathy, 22. Ambas están sentadas en uno de los pocos locales abiertos, donde las personas (que se conocen todas) se saludan con un “oh, artista” y se despiden con un “salud y suerte, capitán”. Las dos están desempleadas. Y acaban de enterarse del complejo turístico de lujo que se proyecta a unos pocos metros de sus casas. Después de conocerlo, ya saben qué es lo que quieren.

“¿Un hotel? Eso da trabajo a todo el mundo: cocineros, fontaneros, jardineros… Que dé trabajo, a ver si cambia este municipio un poquito, porque aquí no hay nada”, lamenta Náyade. “Salvo en septiembre (cuando se celebran las fiestas locales), de resto no hay nada. Es el pueblo de la depresión”, remacha.

El proyecto del empresario turístico Mario Romero Mur, amigo del exministro José Manuel Soria, fue declarado de interés estratégico por el Gobierno de Canarias en enero de 2017, en la primera legislatura de Fernando Clavijo (Coalición Canaria) al mando del Ejecutivo regional. La iniciativa cuenta con una inversión prevista de 150 millones de euros y una extensión de 170 hectáreas.

De ese total, la actuación solo ocuparía el 2% del suelo, según su memoria. Las 1.500 plazas turísticas quedarían repartidas en tres unidades “de baja densidad”, con pequeñas edificaciones dispersas de menos de dos plantas en hoteles de mínimo cuatro estrellas. La mayor parte de la superficie (el 75%) se destinaría a “usos ambientales, paisajísticos y de recuperación de actividades agrícolas”. El proyecto busca “la integración paisajística” y “potenciar un nuevo modelo turístico de alta calidad y de baja densidad en un entorno agrícola”. La palabra “sostenible” aparece veinte veces en el borrador de la propuesta. 

Recreación del proyecto turístico en La Aldea del empresario Romero Mur
Recreación del proyecto turístico en La Aldea del empresario Romero Mur

El alcalde de La Aldea, Pedro Suárez, de Nueva Canarias (NC), ve en el plan “un complemento” a la actividad principal del municipio: la agricultura. Aquí, el 36% de los empleados trabaja en el sector agrario, el porcentaje más alto de la isla de Gran Canaria (la localidad que le sigue, Gáldar, registra la mitad, el 18%) y el segundo más elevado de toda Canarias, solo superado por Los Silos (38%), en el norte de Tenerife.

Pero el cultivo principal de La Aldea, el tomate, “ha venido a menos”, reconoce Suárez. Su exportación no es ni una décima parte de lo que era antaño por la irrupción de Marruecos y sus costes laborales más flexibles, las plagas que han acabado con extensas plantaciones y las dificultades de financiación. El alcalde insiste en que el sector primario “está más vivo que nunca” mencionando nuevas actuaciones. Pero incluso la iniciativa turística de Romero Mur es un misil a la línea de flotación del campo aldeano.

El proyecto implica una reclasificación de suelo rústico a suelo urbanizable impuesta por el planeamiento insular, aprobado en 2022, que dé cabida a “una oferta cualificada de equipamiento complementario en la naturaleza, perfectamente integrado ambiental y paisajísticamente”. Pedro Suárez explica que el Cabildo pretende concentrar ahí, en esa zona de La Aldea, el suelo turístico que conecte con las zonas que componen la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria, todas ubicadas en el suroeste de la isla. El 82,5% del territorio de la localidad, de hecho, está protegido. 

Esa modificación de suelo no ha sentado bien a todos. La Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias, liderada por Narvay Quintero, de Agrupación Herreña Independiente (AHI), ha rechazado la reclasificación porque afectaría a unas 73,5 hectáreas de suelo productivo agrario que en estos momentos está ocupada por una pequeña plantación de aguacates y el resto está sin producción. También alerta de un aumento del consumo de agua de riesgo, “comprometiendo la disponibilidad para los agricultores que desarrollan su actividad en el municipio”, y de que, a menor suelo disponible para cultivar, mayor será la dependencia con el exterior. 

Pedro Suárez Moreno, alcalde de La Aldea de San Nicolás

Las conclusiones de Agricultura han sido recogidas en el documento de alcance de la evaluación ambiental estratégica del plan que recopila las valoraciones de las administraciones consultadas. La cartera dirigida por Quintero es la única que ha informado negativamente acerca de la actuación. Sanidad emitió algunas consideraciones sobre niveles de ruido y diseño urbano. También hizo las suyas el Cabildo de Gran Canaria.

El informe, firmado el 29 de abril de este año, reúne al mismo tiempo las alegaciones de varios grupos ecologistas que argumentan que el plan superaría el límite de plazas de alojamiento previstas para La Aldea, cifrado en 1.900, al sumar las casi 1.500 que incorpora el hotel a las que tiene ahora (solo en vivienda vacacional presenta alrededor de 500). Creen que supondría un “desarrollo insostenible” para el pueblo y que la propuesta “no es coherente” con la realidad del lugar. Pero eso no es inconveniente para algunos vecinos.

“El turismo hace falta porque la agricultura está de capa caída. El sistema tiene que cambiar. No podemos estar todo el tiempo viviendo de los tomates”, asegura María, de 58 años. “Me parece muy bien”, agrega Ángela, de 56. “Que abran lo que sea, porque La Aldea está muerta (la tasa de paro es del 15%, aproximadamente). No hay agua para empezar la zafra y si fracasa la única cooperativa del tomate, el pueblo se va a pique”.

La idea de hacer de este enclave un destino turístico suena especialmente bien entre los jóvenes. En una cafetería bulliciosa, Miguel, de 30 años, atiende y cocina al mismo tiempo presumiendo de que puede hacer ambas tareas a la vez. Para él, “si los turistas se quedan aquí”, en el barrio, no le importa. No cree que con ellos se pierda “la identidad” de La Aldea. 

Miguel, en la cafetería en la que trabaja en La Aldea de San Nicolás
Adonay, mecánico, cree que los jóvenes son los más afectados por el estancamiento en La Aldea

En la misma línea opina Adonay, de 28. “Yo creo que sería positivo. La agricultura va a menos y son muy pocos los negocios que prosperan. Están los bares de siempre, los restaurantes de siempre… Creo que sería un paso adelante. Es renovarse o morir. Los jóvenes somos los que más estamos sufriendo”.

Esa postura choca frontalmente con quienes advierten de que La Aldea, al igual que muchos otros puntos de Canarias, puede morir de éxito si le abre la puerta al turismo de masas. No solo por la “pérdida de identidad, armonía, idiosincrasia y esencia ancestral” del municipio, de acuerdo con Mara, de 46 años y aldeana de toda la vida, sino también por todo su entorno natural.

La Aldea es la entrada a espacios naturales protegidos de gran valor, como el Parque Natural de Tamadaba y el Humedal La Marciega. El barranco que lleva su nombre funciona como un corredor ecológico natural entre la zona costera y el interior de la isla. Presenta una rica biodiversidad, incluyendo especies como el alcaraván, cuya población es decreciente, o el camachuelo trompetero, incluido en el Libro Rojo de Aves Vulnerables en España.

Los turistas que aterrizan aquí, dice Mara, acompañada de Humberto, de 52 años, y de Emilio, de 54, lo hacen por este tipo de cosas, por “fenómenos volcánicos que atraen a geólogos de todo el mundo”, por “los pájaros que no se encuentran en el resto de la isla”, por los caminos reales y senderos que conforman su patrimonio cultural.

Todo eso, cree, tendría que ser impulsado por el turismo rural, el que organiza visitas guiadas a espacios protegidos o aprovecha la escasa contaminación lumínica para observar el cielo nocturno. Pero nada de hoteles con centenares de nuevos visitantes cada día, como ocurre a escasos kilómetros. 

Emilio, Mara y Humberto, junto a la zona donde se proyecta un hotel de lujo en La Aldea de San Nicolás
Panorámica de La Aldea de San Nicolás

“Hay mucha gente en La Aldea que va a trabajar al sur, eso es cierto, pero aquí se podría impulsar la economía de otra manera. Es uno de los pocos municipios del Archipiélago rodeado de espacios naturales protegidos, y eso hay que verlo como algo maravilloso y beneficioso, no como un hándicap”, resume Mara.

“La gente no viene para ver lo que hay en el sur o en Las Palmas de Gran Canaria. Viene para ir a un mirador o a la playa tranquilo, sin ningún agobio, y a darse una vuelta por el barranco”, añade Humberto. Con nuevos hoteles por el barrio, atraerá a “gente extraña que vendrá solo los fines de semana y no querrá tener ningún roce con nadie”.

El antropólogo de la Universidad de La Laguna (ULL) Pablo Estévez cree que muchos de los habitantes de La Aldea, al estar históricamente aislada del resto de la isla, aún conservan “muy intactos los primeros mitos del turismo de masas”. Recuerda que este modelo llegó a unas Islas repletas de precariedad, injusticias y desigualdades en el siglo pasado. Y que el turismo se vio como un “indicio de esperanza” para salir de ello.

Estévez reconoce la importancia de escuchar la visión de los aldeanos, pero considera que también es necesario compartirles las experiencias de otros lugares del Archipiélado donde el turismo masivo ha echado raíces y para los vecinos es ya la principal causa del “estado distópico actual”. Este mismo domingo, colectivos han organizado una nueva manifestación al respecto, idéntica a las protestas históricas del 20 de abril del año pasado.

“Es una crueldad moral atrapar a la gente de La Aldea como si solo hubiera un camino después de la agricultura. Hay que pensar en el turismo más allá de las lógicas del capitalismo de consumo y extracción de recursos”, concluye Estévez. 

Una marea humana responde en las calles al turismo de masas en las Islas Canarias

Para la geógrafa Asunción Blanco, miembro del Grupo de Investigación Consolidado sobre Turismo y Dinámicas Socioterritoriales de la Universitat Autònoma de Barcelona (TUDISTAR-UAB), es vital que la población local conozca todos los detalles de cualquier iniciativa turística, sobre todo de este calibre: “¿De qué manera van a intervenir los residentes? ¿Se están haciendo procesos de gobernanza escuchando todas las opiniones? ¿Cómo se va a contener que no haya procesos de expulsión de la población local?”, se pregunta.

Blanco muestra un fuerte escepticismo sobre quién se beneficiará realmente del proyecto, sugiriendo que suele hacerlo el que está “fuera” y que los locales recibirán las migajas, si es que alguno consigue quedarse.

“No estamos vendiendo unas parcelitas, sino un terreno que va a transformarse completamente y todo lo que hay alrededor se va a consumir”, reflexiona la geógrafa. “Pero vendemos también a las generaciones futuras que no se van a poder quedar allí. No van a tener dónde vivir porque, aunque sean trabajadores precarios del sector turístico, la vivienda se va a gentrificar tanto que no van a tener dónde vivir. Es que no hace falta irse muy lejos”, termina.

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