MOLL FLANDERS – Daniel Defoe
«Me sentí libre del temor de que alguien pudiera testificar contra mí, porque todos los que tuvieron algo que ver conmigo habían sido ahorcados o deportados. Se me conocía por el nombre de Moll Flanders y aunque hubiera tenido la desgracia de ser detenida diría que me llamaba de otro modo y no podrían achacarme […]

«Me sentí libre del temor de que alguien pudiera testificar contra mí, porque todos los que tuvieron algo que ver conmigo habían sido ahorcados o deportados. Se me conocía por el nombre de Moll Flanders y aunque hubiera tenido la desgracia de ser detenida diría que me llamaba de otro modo y no podrían achacarme mis antiguos delitos».
La novela picaresca, aquella en la que un o una joven ha de ascender por la cucaña social desde lo más bajo a lo más alto, a base de astucias y sucios engaños, no es un género que se circunscriba sólo al ámbito geográfico español ya que en otras partes de Europa también se cultivó con bastante éxito. Un ejemplo de ello lo tenemos en la literatura inglesa donde autores como Jonathan Swift o Daniel Defoe dieron tintes picarescos a sus novelas más populares en donde además de la ascensión social de sus protagonistas, de la misma forma también se observa en particular una feroz crítica al sistema político de la época y a la humanidad en general.
En este caso vamos a centrar nuestro enfoque en el último autor que les he mencionado, Daniel Defoe (1660-1731) y en concreto a una de sus obras literarias más famosas: Moll Flanders (1722) en donde podremos observar uno de los más claros ejemplos de esta novela picaresca, en la que la protagonista, a base de ingenio y falta de escrúpulos decide salir del negro limo en donde la sociedad la ha abandonado en la niñez y para ello no duda en saltarse todas las hipocresías sociales de la época
Se da el caso, sobre todo en autores clásicos, que la popularidad de alguna obra en cuestión ensombrece al propio autor, existiendo incluso el caso de personas que tienen dudas sobre si el personaje principal es real, vive o no. Por ejemplo, hay gente que cree que Sherlock Holmes andaba tras Moriarty con su pipa por el neblinoso Londres, o que como le ocurre a nuestro escritor, Robinson Crusoe se perdió en realidad por las islas del Pacifico junto a su amigo Viernes. A Defoe siempre se le asociará con éste último, ocasionando que muchas de sus novelas sean algo desconocidas, opacadas, como es el caso de Moll Flanders. Pues bien, para quien no la conozca se trata de una novela de corte picaresco (como ya he mencionado en el párrafo anterior) que a modo de relato autobiográfico y de forma episódica nos relata la vida de una mujer inglesa que decide desde que tiene uso de conciencia no estancarse en su pobreza y escalar desde donde el destino parece que la ha varado hasta ser una rica dama y tener a todos los hombres a sus pies.
Nacida de una mujer condenada a morir en la prisión de Newgate (Londres) la justicia la conduce a que sea criada por una familia adoptiva la cual le da un cierto nivel de educación, hecho que le será fundamental para poder mimetizarse en el mundo de mentiras y dobles y triples juegos con los que pretende llegar a su fin. Muy pronto, desde su más tierna edad demuestra que es una alumna aventajada y que lo que más le importa en este mundo es tener mucho dinero, ya sea pescando a algún rico atolondrado o robando o prostituyéndose sin rubor alguno. Y esto hace que se case varias veces con hombres bastante reprobables, tenga un cerro de hijos, se vaya con oscuras compañías, aunque estas sean adúlteras, y llegar incluso a robar junto a una compinche muy amiga de aligerar bolsas y hacer mudanzas nocturnas en las casas. Ambas son pilladas infraganti y tras ser encerradas en Newgate son desterradas a las colonias americanas en donde finalmente, al final de sus días, se da cuenta de todo el mal que ha hecho arrepintiéndose de todos sus pecados.
No nos tiene que engañar el estilo y el tono con el que Daniel Defoe ha escrito esta novela pues aunque esté regada con elementos de picardía, el autor era un puritano de pro. Creía en el trabajo constante, la honestidad y la Gracia Divina. Al revés que la protagonista de su novela. En el mismo prólogo del libro el autor nos advierte que lo que más le interesa es que el lector se quede con la moraleja de la historia y no con la fábula en cuestión. Es decir, este relato pseudo autobiográfico no es más ni menos, bajo ese armazón y ese tono jocoso, que una novela ejemplarizante en la que nos enseña el valor del arrepentimiento y que hemos de estar alejados de las malas obras pues una moralidad incorrecta conduce a un circulo vicioso de delitos, justificación de ellos y finalmente volverlos a cometer. O lo que es lo mismo: la mala educación produce irremediablemente que cometamos continuamente malas acciones. Es lo que le pasa a Moll Flanders, que debido a sus ansias va de mal en mal marido y cuando cree que ha llegado al culmen de su vida, ser una gran señora, se lleva un baño de realidad.
Aun así, a pesar de toda esta moralina sutil que encierra esta novela, Moll Flanders se lee con agrado y entretiene bastante. Es honesta y directa y no esconde ningún artificio literario rimbombante pues a Defoe lo que le importa es la visión única de su protagonista. Y esta, además de sus alocadas aventuras, nos ofrece algunos temas bastante interesantes como por ejemplo la condición de la mujer en aquellos años. La mujer, según subyace en la páginas de la novela, si es de mediana o alta cuna solo sirve para casarse y tener hijos con alguno de su clase, y nada más. Mientras que si por desgracia la mujer es de baja o bajísima cuna o bien se casa o acaba como mera sirvienta, estando a merced de los señores para los que trabaja, una amante, e incluso si cae más bajo terminar siendo prostituta en cualquier, por ejemplo, calle embarrada de Londres. Esta carencia de autonomía es lo que más atemoriza a Moll Flanders, la cual decide romper esa cadena a la que están predestinadas, por desgracia, las mujeres y tomar las riendas de su propio destino, al precio que sea, sin miedo alguno, sin melindres innecesarios. Para nuestra protagonista el dinero es lo más importante y le da igual hacer una cosa que otra, sin escrúpulo alguno, con tal de subir de nivel. O como cantaban Joel Gray y Liza Minnelli en Cabaret: «el dinero hace girar al mundo».
Moll Flanders es una novela que a pesar de acumular unos cuantos siglos a sus espaldas, se lee con agrado, es directa, con un estilo muy ágil y en la que importa más la figura de la protagonista que las descripciones grandilocuentes que se pueden observar en otras novelas de esos años. A través de sus aventuras y desventuras, Defoe ofrece un fresco de la Inglaterra del siglo XVIII, denuncia el trato injusto al que son sometidas las mujeres, sobre todo si son de baja cuna, pues es fácil que sean empujadas a la criminalidad, y denuncia la falsa moralidad y la hipocresía social existentes. En conclusión, les recomiendo esta joya clásica de Daniel Defoe demostrando, de este modo, que existe vida literaria más allá de su Robinson Crusoe.
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Daniel Defoe, Moll Flanders, traducción de Pablo González. Madrid, Ediciones Valdemar, 1996, 448 páginas.