El origen de la fumata: el ritual que anuncia al nuevo Papa

Un gesto centenario convertido en tradición litúrgica cuyo significado va mucho más allá del humo visible en lo alto de la Capilla SixtinaLos papas de los siglos XX y XXI Cada vez que se reúne un cónclave en la Capilla Sixtina, todos los ojos se dirigen a la pequeña chimenea que corona su tejado. De ella emana humo blanco o negro, señal inequívoca del resultado de las votaciones para elegir a un nuevo Papa. Lo que hoy es una imagen icónica y profundamente simbólica tiene, en realidad, un origen mucho más funcional. La costumbre de generar humo tras cada votación nació en el siglo XVI como una manera sencilla de comunicar a los fieles si había habido acuerdo entre los cardenales, en una época en la que no existía otra forma de información inmediata. Una señal práctica convertida en liturgia Aunque no hay una fecha exacta para su instauración oficial, se sabe que ya en el Renacimiento se quemaban las papeletas de votación tras cada ronda del cónclave. Si no se había elegido Papa, se añadían elementos como paja húmeda o alquitrán para oscurecer el humo. Si había consenso, las papeletas se quemaban sin añadidos, produciendo un humo claro. Con el tiempo, esta diferencia de color adquirió valor simbólico. Fue durante el cónclave de 1878, tras la muerte de Pío IX, cuando se estableció con mayor claridad el sistema: fumata nera si no hay Papa; fumata bianca si hay nuevo pontífice. Confusión y reformas tecnológicas Durante décadas, la señal no siempre fue clara. Los fieles, congregados en la Plaza de San Pedro, a menudo dudaban sobre el color del humo. En algunos casos, incluso se celebró erróneamente la elección de un nuevo Papa cuando en realidad no había habido consenso. Esto se debía a la inconsistencia de los materiales usados en la combustión y a factores climáticos, como la humedad o el viento. La situación se volvió insostenible con la llegada de las retransmisiones televisivas globales, que exigían una señal inequívoca y puntual. Para solucionarlo, en 2005 el Vaticano introdujo un sistema de cartuchos químicos que permiten generar humo negro o blanco de forma controlada. Estos cartuchos contienen mezclas específicas que, al arder, producen humo denso y de un color claramente distinguible. La tecnología, en este caso, no ha eliminado el simbolismo del rito, sino que lo ha reforzado, garantizando su eficacia en una era de comunicación instantánea. El papel del Camarlengo y la sede vacante La fumata no es un gesto aislado. Forma parte del complejo protocolo que se activa tras la muerte o renuncia de un Papa, conocido como “sede vacante”. Durante este periodo, el gobierno ordinario de la Iglesia queda suspendido y entra en funciones el Camarlengo, figura responsable de certificar la muerte del pontífice, custodiar sus bienes y garantizar que el cónclave se celebre conforme a lo establecido. La normativa actual está recogida en la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996. Este documento regula en detalle el procedimiento de elección papal, desde la clausura de la Capilla Sixtina hasta la votación secreta y la aparición de la fumata. Según la constitución, deben celebrarse hasta cuatro votaciones diarias, y todas las papeletas deben destruirse tras cada ronda, sea cual sea el resultado. Es ahí donde entra la chimenea: un gesto de transparencia, pero también de solemnidad. De señal informativa a símbolo universal Con el paso de los siglos, la fumata ha trascendido su propósito inicial. Hoy es un momento cargado de emoción y significado. Representa no solo la llegada de un nuevo Papa, sino la continuidad de una institución con más de dos mil años de historia. El humo blanco no necesita traducción: millones de personas en todo el mundo saben, en ese instante, que la Iglesia católica ha elegido a su nuevo líder. Y aunque las palabras Habemus Papam aún no se hayan pronunciado, la señal de la chimenea marca el inicio de un nuevo capítulo. El simbolismo es tan poderoso que incluso en contextos ajenos a la religión se ha incorporado la expresión “fumata blanca” como sinónimo de acuerdo. Ya sea en política, en el deporte o en negociaciones internacionales, la metáfora evoca esa idea de decisión tomada y nueva etapa en camino.

Abr 25, 2025 - 12:08
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El origen de la fumata: el ritual que anuncia al nuevo Papa

El origen de la fumata: el ritual que anuncia al nuevo Papa

Un gesto centenario convertido en tradición litúrgica cuyo significado va mucho más allá del humo visible en lo alto de la Capilla Sixtina

Los papas de los siglos XX y XXI

Cada vez que se reúne un cónclave en la Capilla Sixtina, todos los ojos se dirigen a la pequeña chimenea que corona su tejado. De ella emana humo blanco o negro, señal inequívoca del resultado de las votaciones para elegir a un nuevo Papa. Lo que hoy es una imagen icónica y profundamente simbólica tiene, en realidad, un origen mucho más funcional. La costumbre de generar humo tras cada votación nació en el siglo XVI como una manera sencilla de comunicar a los fieles si había habido acuerdo entre los cardenales, en una época en la que no existía otra forma de información inmediata.

Una señal práctica convertida en liturgia

Aunque no hay una fecha exacta para su instauración oficial, se sabe que ya en el Renacimiento se quemaban las papeletas de votación tras cada ronda del cónclave. Si no se había elegido Papa, se añadían elementos como paja húmeda o alquitrán para oscurecer el humo. Si había consenso, las papeletas se quemaban sin añadidos, produciendo un humo claro. Con el tiempo, esta diferencia de color adquirió valor simbólico. Fue durante el cónclave de 1878, tras la muerte de Pío IX, cuando se estableció con mayor claridad el sistema: fumata nera si no hay Papa; fumata bianca si hay nuevo pontífice.

Confusión y reformas tecnológicas

Durante décadas, la señal no siempre fue clara. Los fieles, congregados en la Plaza de San Pedro, a menudo dudaban sobre el color del humo. En algunos casos, incluso se celebró erróneamente la elección de un nuevo Papa cuando en realidad no había habido consenso. Esto se debía a la inconsistencia de los materiales usados en la combustión y a factores climáticos, como la humedad o el viento. La situación se volvió insostenible con la llegada de las retransmisiones televisivas globales, que exigían una señal inequívoca y puntual.

Para solucionarlo, en 2005 el Vaticano introdujo un sistema de cartuchos químicos que permiten generar humo negro o blanco de forma controlada. Estos cartuchos contienen mezclas específicas que, al arder, producen humo denso y de un color claramente distinguible. La tecnología, en este caso, no ha eliminado el simbolismo del rito, sino que lo ha reforzado, garantizando su eficacia en una era de comunicación instantánea.

El papel del Camarlengo y la sede vacante

La fumata no es un gesto aislado. Forma parte del complejo protocolo que se activa tras la muerte o renuncia de un Papa, conocido como “sede vacante”. Durante este periodo, el gobierno ordinario de la Iglesia queda suspendido y entra en funciones el Camarlengo, figura responsable de certificar la muerte del pontífice, custodiar sus bienes y garantizar que el cónclave se celebre conforme a lo establecido. La normativa actual está recogida en la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996.

Este documento regula en detalle el procedimiento de elección papal, desde la clausura de la Capilla Sixtina hasta la votación secreta y la aparición de la fumata. Según la constitución, deben celebrarse hasta cuatro votaciones diarias, y todas las papeletas deben destruirse tras cada ronda, sea cual sea el resultado. Es ahí donde entra la chimenea: un gesto de transparencia, pero también de solemnidad.

De señal informativa a símbolo universal

Con el paso de los siglos, la fumata ha trascendido su propósito inicial. Hoy es un momento cargado de emoción y significado. Representa no solo la llegada de un nuevo Papa, sino la continuidad de una institución con más de dos mil años de historia. El humo blanco no necesita traducción: millones de personas en todo el mundo saben, en ese instante, que la Iglesia católica ha elegido a su nuevo líder. Y aunque las palabras Habemus Papam aún no se hayan pronunciado, la señal de la chimenea marca el inicio de un nuevo capítulo.

El simbolismo es tan poderoso que incluso en contextos ajenos a la religión se ha incorporado la expresión “fumata blanca” como sinónimo de acuerdo. Ya sea en política, en el deporte o en negociaciones internacionales, la metáfora evoca esa idea de decisión tomada y nueva etapa en camino.

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