La historia del cónclave que duró tres años: cardenales encerrados, con frío y comida racionada
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Tras el fallecimiento de Francisco, la monumental Capilla Sixtina acogerá las próximas semanas las reuniones secretas -bajo llave- entre cardenales de todo el mundo para elegir al sucesor del pontífice, considerado el sucesor de San Pedro por la religión católica. Esta votación ocurre normalmente entre 15 y 20 días tras la muerte del Papa y finaliza cuando el recuento sume, al menos, dos tercios del cónclave.
Cuando un cardenal es elegido finalmente, el decano le pregunta: "¿Aceptas tu elección canónica como sumo pontífice?", y de hacerlo, el nuevo Papa deberá elegir su nombre papal y vestir con la sotana blanca. Es entonces cuando se queman los votos con productos químicos para emitir la famosa fumata blanca, que adelanta a los fieles que el cónclave ha terminado con la elección de un nuevo pontífice.
Sin embargo, si al final del recuento nadie ha alcanzado dos tercios de los votos, se introducen los votos en la chimenea de la Capilla Sixtina y se quema junto a otras sustancias químicas para producir humo negro, que sale al exterior en forma de fumata negra.
El cónclave más largo de la historia: casi tres años
Gregorio X llegó a la presidencia de la Santa Sede tras un cónclave que se prolongó durante 34 meses, en los que los cardenales permanecieron recluidos en el Palacio Papal de Viterbo. Ante la dilatación del proceso, se les llegó a racionar la comida e incluso se retiró parte del techo del palacio para que las inclemencias del tiempo los apremiaran a tomar una decisión.
Todo empezó cuando en noviembre de 1268 el Papa Clemente IV fallecía en la ciudad de Viterbo (Italia). Allí mismo, se reunieron en cónclave los 19 cardenales, que en aquella época gozaban de mayor libertad para salir y entrar del recinto durante el proceso: votaban una vez al día y si no había acuerdo, marchaban a sus aposentos en la ciudad.
La razón de tan larga disputa fue que en aquel cónclave había dos grandes grupos: por un lado, los partidarios del Rey de Nápoles y Sicilia, Carlos de Anjou, que representaba los intereses de Francia, y por otro, los italianos. La situación se volvió tan insostenible que los propios ciudadanos de Viterbo comenzaron a impacientarse.
Ante la inacción de los cardenales, las autoridades civiles de la ciudad tomaron una decisión insólita: sellaron las puertas del Palacio Papal, recluyendo a los cardenales en su interior para impedir que salieran hasta elegir un nuevo papa. Además, racionaron la comida que se les proporcionaba y, en un gesto aún más drástico, mandaron retirar parte del techo del palacio, dejándolos expuestos al frío, la lluvia y el sol, con la esperanza de que el sufrimiento físico apresurara la decisión.
Finalmente, Felipe III de Francia obligó a los purpurados a designar un reducido comité formado solo por seis de los cardenales electores para designar un candidato de consenso. Con la amenaza de Francia ya sobre sus cabezas y el riesgo a posibles cismas, el comité eligió a Tebaldo Visconti como máximo pontífice, quien ni siquiera había estado presente en el cónclave. En ese momento, Visconti, que no era sacerdote, sino diácono, se encontraba en Tierra Santa participando en una cruzada, por lo que su elección fue una solución de compromiso. El 27 de marzo de 1272 adoptó el nombre de Gregorio X para ejercer su pontificado.
Este prolongado y tumultuoso proceso impulsó la creación del cónclave en su forma actual, con normas estrictas de encierro y votación. Fue el propio Gregorio X quien, en el Concilio de Lyon de 1274, estableció estas reglas con el propósito de evitar que se repitiera una situación semejante.
¿Cuánto tiempo se puede estancar la votación?
Aunque no existe una fecha límite fija para que el cónclave elija a un nuevo Papa, pero sí hay normas claras que regulan el proceso para evitar que se alargue indefinidamente, como ha ocurrido en el pasado. Desde el comienzo del cónclave, los cardenales electores se reúnen en la Capilla Sixtina y celebran hasta cuatro votaciones diarias: dos por la mañana y dos por la tarde.
Si después de tres días de votaciones no se alcanza el consenso necesario, se realiza una jornada dedicada a la oración y la reflexión. Luego se reanudan las votaciones. Este patrón se repite las veces que sea necesario: tras cada serie de votaciones sin éxito, se hace una pausa para favorecer el diálogo y la búsqueda de acuerdo. El sistema está diseñado para fomentar el consenso sin imponer una fecha límite concreta.
Sin embargo, no siempre fue así. Antiguamente, la normativa permitía que, tras muchos escrutinios fallidos, los cardenales optaran por una mayoría absoluta o incluso que eligieran entre los dos candidatos más votados. Sin embargo, una modificación introducida por Benedicto XVI en 2007 eliminó esa posibilidad.