El director de El artista vuelve con un particular cuento de hadas, afincado en la realidad

Basada en una novela corta de Jean-Claude Grumberg (El último metro), la historia se volvió más urgente por el creciente antisemitismo en todo el mundo

May 8, 2025 - 04:38
 0
El director de El artista vuelve con un particular cuento de hadas, afincado en la realidad

La carga más preciada (La plus précieuse des marchandises Francia-Bélgica/2024). Dirección: Michel Hazanavicius. Guion: Hazanavicius y Jean Claude Grumberg. Montaje: Laurent Pelé. Música: Alexandre Desplat. Voces: Jean-Louis Trintignant, Grégory Gadebois y Denis Podalydès. Calificación: Apta para mayores de 13 años. Duración: 81 minutos. Nuestra opinión: buena.

El escenario de esta historia de animación es el de un cuento de hadas: cada vez que una mujer casada con un leñador escucha pasar el tren por una vía cercana a su modesta cabaña, se acerca para rezarle al dios de los ferrocarriles. Como en el culto al cargo de la islas de Nueva Guinea, la leñadora le pide al tren que deje caer algo de su precioso cargamento y mitigue su miseria y su dolor. Inesperadamente, un invierno la súplica es escuchada y una beba aparece a un costado de la vía, en un pozo de nieve. La mujer la rescata y la lleva a su cabaña, dispuesta a quedársela. Su marido, sin embargo, se niega terminantemente: no solo es una boca más que alimentar sino que, dice, la beba es “uno de los que no tienen corazón”.

Si bien todos los cuentos de hadas revelan un aspecto siniestro, el de éste está afincado en la realidad: la beba está envuelta en un talit, un chal característico de la tradición hebraica que indica al leñador todo lo que debe saber sobre su procedencia. Tras repetir las fábulas antisemitas que recibió a lo largo de generaciones, también esgrime una razón más concreta para abandonarla: si los descubren ocultándola, puede costarles la vida. En ese momento, se hace claro que no estamos en un tiempo mítico sino en la Segunda Guerra Mundial y que los trenes de carga que pasan por el bosque nevado no son entidades mágicas sino que llevan prisioneros judíos a un campo de exterminio. Uno de ellos decidió arrojar a su hija del tren suponiendo que tendría mejores chances de sobrevivir. A pesar de la negativa del leñador, la beba pronto doblega su resistencia, algo que, lejos de iniciar una época feliz para la recién formada familia, trae nuevas desgracias.

Las películas acerca del Holocausto, que suelen ser un recordatorio de la inhumanidad de la que somos capaces y una celebración de la resiliencia ante el horror, no tendían a generar polémica entre los espectadores, al menos entre los no antisemitas. Sin embargo, eso cambió tras el ataque terrorista del 7 de octubre contra Israel y la respuesta bélica de ese país sobre Gaza. En la actualidad, una película que presente al pueblo judío como víctima, más allá de su verdad histórica, inevitablemente será leída a la luz del conflicto en Medio Oriente, vuelve a estar cargada políticamente y probablemente no cuente con el consenso de hace algunos años. Por eso, cuando el realizador Jonathan Glazer ganó el Oscar al mejor film extranjero por Zona de interés, acerca de la vida familiar del oficial nazi Rudolf Höss, se vio obligado a aclarar que su película se refería a toda la deshumanización provocada por la guerra, no solo la de los judíos, sino también la que sufría el pueblo palestino.

Hoy, esta pequeña película de animación, basada en una novela corta de 2019 del escritor y guionista Jean-Claude Grumberg (El último metro) y diseñada y dirigida por Michel Hazanavicius (El artista), se volvió más urgente de lo que habría sido hace algunos años por el creciente antisemitismo en todo el mundo que, a la vez, va de la mano de las críticas a los ataques de Israel a Gaza, que algunos llaman derecho a la defensa y otros genocidio. La película, contada como una fábula con alguna deficiencia narrativa, en particular en los momentos finales (aunque tal cosa no le impidió ser el primer film animado en más de una década que llega a la competencia oficial de Cannes), no hace referencias explícitas a ningún suceso real. Sin embargo, es difícil no escuchar una alusión al presente en la narración final, que cuestiona la irrealidad del relato que acabamos de ver y se pregunta si realmente existió esa niña abandonada y luego si existieron los prisioneros y los campos de exterminio e invoca el peso de la verdad histórica contra el negacionismo. Es una idea que puede escucharse bajo más de una bandera.