El boxeador Samuel Carmona: de partir el cráneo a un chaval a ayudar a jóvenes a controlar la ira
Las medidas de la ley del menor, la sensibilidad especial de una jueza canaria y su fe ciega en las segundas oportunidades cambiaron la historia de un joven Samuel Carmona Heredia (Las Palmas de Gran Canaria, 1996). Mucho antes de ser campeón de Europa de boxeo en peso mosca, antes de deportista olímpico y de ayudar a través del deporte a chicos y chicas sin referentes, Samuel se metió de bruces en un laberinto judicial, «un infierno», como él explica en conversación con ABC, después de un golpe de violencia al ser víctima de un robo. Tenía 15 años e iba solo paseando por la playa. Se vio en un tres contra uno. Dos escaparon, pero el tercero descubrió de la peor forma que Samuel era púgil desde los 10 años. El daño físico que causó fue peor que el robo. Encerrado en el calabozo, aquella noche entera, por la cabeza del adolescente rebotaron muchos pensamientos: de verse preso a imaginarse una vida percibido como un delincuente. Y la culpa le hizo pensar mucho en su familia, toda una vida dedicada a la venta ambulante, nada acostumbrada a estas historias. Fue el mayor error de su vida. También el día que todo cambió para siempre. «Me salió solo... El miedo, los nervios, es que no te puedo explicar cómo es, es una situación muy rara, te van a atracar y es chungo... Me robaron y les golpeé. El chaval perdió un ojo, le hundí el cráneo, le partí la mandíbula, no controlé la violencia», recuerda Samuel Carmona, que hoy tiene 28 años y toda una carrera deportiva. Con la denuncia del otro chico llegó la petición de la acusación: querían prohibirle boxear. Pero a ese ring subió la jueza Reyes Martel Rodríguez, magistrada del Juzgado de Menores nº1 de Las Palmas de Gran Canaria, que lo rechazó. En cambio, la jueza le puso determinadas medidas judiciales que tendría que cumplir a rajatabla: una orden de alejamiento de la víctima y libertad vigilada. «Conocí a Reyes y no me mandó a ningún centro de menores, me mandó unas medidas judiciales que yo cumplí y pude seguir mi camino. Me tocó la mejor jueza. La verdad es que gracias a ella yo pude rehacer mi vida, porque al final fue un error que se pagó caro, pero fue un error». Así habla Samuel de Reyes, con admiración y cariño, y a día de hoy siguen teniendo una gran relación. Entre entrenamiento y entrenamiento, saca tiempo para dar clases de boxeo en el proyecto #UP2U, fundado por la jueza Martel Rodríguez, donde pelean por erradicar la exclusión social de los menores. Les enseña cómo ayuda el deporte y a controlar la ira y los malos sentimientos. «Yo trabajo dándoles clase de boxeo y les hablo de mi experiencia. Veo a chavales de todo tipo, chicos que me cuentan que lo pasan muy mal, que están en centros de menores, yo no estuve en esa situación, pero puedo ayudarles a través del deporte igual que el deporte me ayudó a mí. Me pongo en su pellejo y pienso, si yo lo pude hacer, ¿por qué no lo pueden conseguir otros?», explica Samuel. Si esta jueza le hubiera prohibido enfundarse los guantes, quizá, quién sabe, le hubiera condenado a otra vida fuera de la disciplina, respeto, perseverancia y trabajo en equipo. La asociación #UP2U reserva unos días al año para ir con los chavales a hacer el Camino de Santiago y enseñarles las virtudes de la templanza. «Participan de un aprendizaje: me caigo y me levanto, no todo llega rápido, me esfuerzo, me levanto, comparto. Son horas para reflexionar juntos», dice la jueza Martel Rodríguez. Samuel llegó a los Juegos Olímpicos de Río y se esfuerza cada día para colgarse el oro de un mundial. El miércoles, en la cena solidaria que celebra la asociación en el ICAM, en Madrid, subastará unos guantes de boxeo para recaudar fondos para jóvenes del proyecto #UP2U. «El pasado no se puede cambiar. Fue así, aunque algo mejor vino después. Porque conocí a Reyes e hice mejor las cosas. Soy quien soy gracias a mi pasado y ahora puedo ayudar a otros», zanja el boxeador Samuel Carmona, campeón europeo.
Las medidas de la ley del menor, la sensibilidad especial de una jueza canaria y su fe ciega en las segundas oportunidades cambiaron la historia de un joven Samuel Carmona Heredia (Las Palmas de Gran Canaria, 1996). Mucho antes de ser campeón de Europa de boxeo en peso mosca, antes de deportista olímpico y de ayudar a través del deporte a chicos y chicas sin referentes, Samuel se metió de bruces en un laberinto judicial, «un infierno», como él explica en conversación con ABC, después de un golpe de violencia al ser víctima de un robo. Tenía 15 años e iba solo paseando por la playa. Se vio en un tres contra uno. Dos escaparon, pero el tercero descubrió de la peor forma que Samuel era púgil desde los 10 años. El daño físico que causó fue peor que el robo. Encerrado en el calabozo, aquella noche entera, por la cabeza del adolescente rebotaron muchos pensamientos: de verse preso a imaginarse una vida percibido como un delincuente. Y la culpa le hizo pensar mucho en su familia, toda una vida dedicada a la venta ambulante, nada acostumbrada a estas historias. Fue el mayor error de su vida. También el día que todo cambió para siempre. «Me salió solo... El miedo, los nervios, es que no te puedo explicar cómo es, es una situación muy rara, te van a atracar y es chungo... Me robaron y les golpeé. El chaval perdió un ojo, le hundí el cráneo, le partí la mandíbula, no controlé la violencia», recuerda Samuel Carmona, que hoy tiene 28 años y toda una carrera deportiva. Con la denuncia del otro chico llegó la petición de la acusación: querían prohibirle boxear. Pero a ese ring subió la jueza Reyes Martel Rodríguez, magistrada del Juzgado de Menores nº1 de Las Palmas de Gran Canaria, que lo rechazó. En cambio, la jueza le puso determinadas medidas judiciales que tendría que cumplir a rajatabla: una orden de alejamiento de la víctima y libertad vigilada. «Conocí a Reyes y no me mandó a ningún centro de menores, me mandó unas medidas judiciales que yo cumplí y pude seguir mi camino. Me tocó la mejor jueza. La verdad es que gracias a ella yo pude rehacer mi vida, porque al final fue un error que se pagó caro, pero fue un error». Así habla Samuel de Reyes, con admiración y cariño, y a día de hoy siguen teniendo una gran relación. Entre entrenamiento y entrenamiento, saca tiempo para dar clases de boxeo en el proyecto #UP2U, fundado por la jueza Martel Rodríguez, donde pelean por erradicar la exclusión social de los menores. Les enseña cómo ayuda el deporte y a controlar la ira y los malos sentimientos. «Yo trabajo dándoles clase de boxeo y les hablo de mi experiencia. Veo a chavales de todo tipo, chicos que me cuentan que lo pasan muy mal, que están en centros de menores, yo no estuve en esa situación, pero puedo ayudarles a través del deporte igual que el deporte me ayudó a mí. Me pongo en su pellejo y pienso, si yo lo pude hacer, ¿por qué no lo pueden conseguir otros?», explica Samuel. Si esta jueza le hubiera prohibido enfundarse los guantes, quizá, quién sabe, le hubiera condenado a otra vida fuera de la disciplina, respeto, perseverancia y trabajo en equipo. La asociación #UP2U reserva unos días al año para ir con los chavales a hacer el Camino de Santiago y enseñarles las virtudes de la templanza. «Participan de un aprendizaje: me caigo y me levanto, no todo llega rápido, me esfuerzo, me levanto, comparto. Son horas para reflexionar juntos», dice la jueza Martel Rodríguez. Samuel llegó a los Juegos Olímpicos de Río y se esfuerza cada día para colgarse el oro de un mundial. El miércoles, en la cena solidaria que celebra la asociación en el ICAM, en Madrid, subastará unos guantes de boxeo para recaudar fondos para jóvenes del proyecto #UP2U. «El pasado no se puede cambiar. Fue así, aunque algo mejor vino después. Porque conocí a Reyes e hice mejor las cosas. Soy quien soy gracias a mi pasado y ahora puedo ayudar a otros», zanja el boxeador Samuel Carmona, campeón europeo.
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