¿Dónde estaré, Dios mío, la próxima primavera?

Sevilla dijo adiós a medianoche a otra Feria mientras la primavera se le iba escapando de las manos con cada una de las piezas pirotécnicas que se iban quemando desde el puente de Los Remedios. Si las sevillanas del adiós compuestas por Manuel Garrido sobrepasan ligeramente los cuatro minutos, casi el cuádruple, 914 segundos exactos, fue el tiempo empleado por una Feria que fue de mayo en vez de abril en despedirse de la capital hispalense hasta el año que viene. 5.632 unidades de disparo y 350 kilos de pólvora constituían el espectáculo de fuegos artificiales con los que un año más se puso el broche de oro a la segunda de las fiestas de primavera de Sevilla con todo el mundo mirando a la bóveda celeste hispalense, algunos, los más reticentes a dejar escapar la Feria, desde el Real, y otros desde distintos rincones de la ciudad, destacando la gran afluencia de público en el entorno del río Guadalquivir a la altura del puente de Triana, el paseo de Cristóbal Colón y la calle Betis. Los castillos de fuegos, que se quemaron un domingo a las doce de la noche en lugar de un sábado por primera vez desde el año 2016, formaban parte de un espectáculo llamado 'Magia Visual' con el que no pocos sevillanos estuvieron casi sin parpadear durante los primeros quince minutos de un lunes de resaca física y emocional , y también de golpe de realidad con la vuelta a la rutina laboral sin el bálsamo del albero, las palmas y los trajes de gitana. Grandes esferas de muchos colores y también construcciones con formas más variopintas, como mariposas, fueron pintando el cielo andaluz de una ciudad que echaba el telón de sus casetas y de los tendidos de la plaza de la Maestranza. La luna, que un mes después de Semana Santa estaba a punto de convertirse en llena, no quiso perderse el show y fue otro destacado punto de luz en la noche estrellada del fin de fiesta. Las sillas se apilaban en el interior de las casetas cuando, con un estruendoso aplauso por parte de los sevillanos al término de los fuegos, se cerraba la Feria de 2025. La del regreso al formato tradicional , la de vivirla los siete días, pero también la que se celebró de forma íntegra en el mes de mayo sin que ello supusiera –afortunadamente– un desfase térmico importante. Y también la Feria en la que el Betis se clasificó para una final europea, la que conoció un cónclave y un nuevo Papa, y aquella en cuyo domingo de cierre el Cachorro, ese que nunca ha visto ni Sevilla ni Triana, partía al alba hacia Roma para hacer historia. Ahora sólo queda suspirar y preguntarse dónde estaremos, Dios mío, la próxima primavera.

May 12, 2025 - 00:18
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¿Dónde estaré, Dios mío, la próxima primavera?
Sevilla dijo adiós a medianoche a otra Feria mientras la primavera se le iba escapando de las manos con cada una de las piezas pirotécnicas que se iban quemando desde el puente de Los Remedios. Si las sevillanas del adiós compuestas por Manuel Garrido sobrepasan ligeramente los cuatro minutos, casi el cuádruple, 914 segundos exactos, fue el tiempo empleado por una Feria que fue de mayo en vez de abril en despedirse de la capital hispalense hasta el año que viene. 5.632 unidades de disparo y 350 kilos de pólvora constituían el espectáculo de fuegos artificiales con los que un año más se puso el broche de oro a la segunda de las fiestas de primavera de Sevilla con todo el mundo mirando a la bóveda celeste hispalense, algunos, los más reticentes a dejar escapar la Feria, desde el Real, y otros desde distintos rincones de la ciudad, destacando la gran afluencia de público en el entorno del río Guadalquivir a la altura del puente de Triana, el paseo de Cristóbal Colón y la calle Betis. Los castillos de fuegos, que se quemaron un domingo a las doce de la noche en lugar de un sábado por primera vez desde el año 2016, formaban parte de un espectáculo llamado 'Magia Visual' con el que no pocos sevillanos estuvieron casi sin parpadear durante los primeros quince minutos de un lunes de resaca física y emocional , y también de golpe de realidad con la vuelta a la rutina laboral sin el bálsamo del albero, las palmas y los trajes de gitana. Grandes esferas de muchos colores y también construcciones con formas más variopintas, como mariposas, fueron pintando el cielo andaluz de una ciudad que echaba el telón de sus casetas y de los tendidos de la plaza de la Maestranza. La luna, que un mes después de Semana Santa estaba a punto de convertirse en llena, no quiso perderse el show y fue otro destacado punto de luz en la noche estrellada del fin de fiesta. Las sillas se apilaban en el interior de las casetas cuando, con un estruendoso aplauso por parte de los sevillanos al término de los fuegos, se cerraba la Feria de 2025. La del regreso al formato tradicional , la de vivirla los siete días, pero también la que se celebró de forma íntegra en el mes de mayo sin que ello supusiera –afortunadamente– un desfase térmico importante. Y también la Feria en la que el Betis se clasificó para una final europea, la que conoció un cónclave y un nuevo Papa, y aquella en cuyo domingo de cierre el Cachorro, ese que nunca ha visto ni Sevilla ni Triana, partía al alba hacia Roma para hacer historia. Ahora sólo queda suspirar y preguntarse dónde estaremos, Dios mío, la próxima primavera.