Cositas pardas y un Gran Apagón

Volví a cerrarlo. Di vueltas por la casa. Saqué los frontales, las velas, la linterna. Pensé lo frágil que es nuestra sociedad del bienestar. Pensé quién habría sido el hacker. Rusos, fundamentalistas islámicos, Elon Musk, una sociedad secreta de chalados. Ahora nos amenazarán con acabar con nosotros y dominarán el mundo. ¡Arg! Para, Marta, para.... Leer más La entrada Cositas pardas y un Gran Apagón aparece primero en Zenda.

May 13, 2025 - 02:10
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Cositas pardas y un Gran Apagón

El día del Gran Apagón volví a mi casa en Madrid andando (gracias al Cielo vivo cerca de mi trabajo) y, sin radio, ni tele ni móvil, me tiré en el sofá y abrí el libro que estaba leyendo: Yo mismo y otros animales (Alianza de Novelas), de Gerald Durrell (1925-1995).

Volví a cerrarlo. Di vueltas por la casa. Saqué los frontales, las velas, la linterna. Pensé lo frágil que es nuestra sociedad del bienestar. Pensé quién habría sido el hacker. Rusos, fundamentalistas islámicos, Elon Musk, una sociedad secreta de chalados. Ahora nos amenazarán con acabar con nosotros y dominarán el mundo.

¡Arg! Para, Marta, para.

Agarré de nuevo el libro de Gerald Durrell. Leí:

“La humanidad está tan acostumbrada a considerarse superior que ha borrado de su vocabulario la palabra humilde”.

Entonces me sentí humilde, humildísima.

"Así que ahí estaba yo, con un libro que pronosticaba lo que estaba sucediendo en medio de masas de gente sin ningún lugar adonde ir"

Entonces salí en busca de mi hijo en dirección a la estación de Atocha, pertrechada de agua, un bocadillo y Gerald Durrell. Seis horas esperando a que llegue el autobús del colegio en medio del caos más indescriptible dan para terminar cualquier libro. Leía y miraba a mi alrededor. Leía sobre los chimpancés, sobre las jirafas, sobre las ranas peludas. Veía toda esa gente desesperada arrastrando sus maletas como quien arrastra la piel de un animal muerto. Un grupo de viajeros pasaba hacia la derecha; media hora después, el mismo grupo pasaba hacia la izquierda.

Gerald Durrell dice:

“El mundo es para nosotros lo que supuestamente es el Jardín del Edén para Adán y Eva. Adán y Eva fueron expulsados, pero somos nosotros mismos quienes nos estamos expulsando del Edén. La diferencia está en que Adán y Eva tenían otro sitio donde ir. Nosotros no tenemos otro sitio donde ir”.

Así que ahí estaba yo, con un libro que pronosticaba lo que estaba sucediendo en medio de masas de gente sin ningún lugar adonde ir. En medio de los gases que salían de los tubos de escape de miles y miles de coches, autobuses, motos, ambulancias, camiones de bomberos, furgonetas antidisturbios y helicópteros. Y la angustia de no saber dónde se hallaba mi hijo, mi Pequeño Zar.

"Ese amor por Durrell y ese amor por los animales sigue intacto dentro de mí. Y este libro, que acaba de publicar Alianza, no hace más que reafirmarlo"

Por un momento me trasladé a mi propia infancia. Tendría la edad de mi hijo, doce años, cuando descubrí a Gerald Durrell. Mi familia y otros animales. Bichos y demás parientes. Filetes de lenguado. Y sus novelas de fantasía juvenil, El paquete parlante, El pájaro burlón. Me enamoré de Gerald Durrell. De su forma de narrar, poética e irónica, entre el drama y la risa. De su amor a la vida. Mi padre me traía todos los meses la revista Natura y yo recortaba amorosamente los mejores reportajes que hablaban de la fauna de España. De Doñana y de Cabañeros, de los Pirineos y de la Cordillera Cantábrica, del lobo y del lince ibéricos, del buitre leonado y del águila real. Los recortaba, los metía en un sobre, escribía una carta en un inglés macarrónico y la enviaba a una dirección que había visto en uno de los libros: Wildlife Conservation Trust, Jersey, GB. Le pedía a Mr. Durrell que publicara un libro sobre la fauna española. Puntualmente, unas semanas después, recibía una carta, que apenas entendía, en la que se me daba las gracias y se me informaba de que en un futuro cercano Mr. Durrell escribiría sobre el tema. La firmaba Gerald Durrell.

He revuelto la casa del pueblo de arriba abajo, pero no encuentro las cartas. Sé que mi abuela, en una de sus razzias de limpieza loca, quemó en el patio un montón de papeles (telares, según ella), a saber, cómics, dibujos, cartas… De todas formas, no importa, porque ese amor por Durrell y ese amor por los animales sigue intacto dentro de mí. Y este libro, que acaba de publicar Alianza, no hace más que reafirmarlo.

"Gerald es ese hombre grande, barbudo, sonriente, gritón, bebedor y políticamente incorrecto. El hombre que dice que los koalas son el animal más tonto del mundo y el oso panda le sigue de cerca en el ranking"

Es un libro en el que su viuda, Lee, recopila escritos inéditos de Durrell. Son destellos cegadores de brillantez. Cada capítulo explica sus circunstancias con un pequeño párrafo introductorio y biográfico: sobre su época de Corfú, sobre sus expediciones por todo el planeta en busca de especies en peligro de extinción, sobre los animales que amó, sobre la conservación. Por supuesto, los capítulos de Corfú, la isla a la que se trasladó toda la familia Durrell tras la muerte del padre, son sublimes. El descubrimiento de todo ese mundo de reptiles, insectos y arañas de los paisajes mediterráneos. Se lo leí a Pequeño Zar y escuchó con una atención poco frecuente. Me dijo “mamá, habla de la araña trampa”; “mamá, habla de los escorpiones cebolleros”.

Los Durrell son una familia célebre. El hermano más reconocido, el gran escritor, es Lawrence Durrell. Sucede que yo descubrí primero a Gerald, y después a Lawrence. Me empapé de Justine en El cuarteto de Alejandría. De Limones amargos sobre tu temporada de espía británico en Chipre. Me fascinó, sí, pero con los años siempre vuelvo a Gerald, sorry, Lawrence.

Gerald es ese hombre grande, barbudo, sonriente, gritón, bebedor y políticamente incorrecto. El hombre que dice que los koalas son el animal más tonto del mundo y el oso panda le sigue de cerca en el ranking. El hombre al que le gustaban las tortugas y las cositas pardas.

Las cositas pardas.

Ese concepto. Salvar la biodiversidad. Salvar a especies que parecen irrelevantes.

“De los muchos cientos de especies animales que están en peligro de extinción, solo unas pocas poseen el aspecto encantador y decorativo de un oso panda, y es tremendamente difícil conseguir que la gente se emocione por la suerte de un animalillo ignoto, soso y muy probablemente feo, por mucha que sea la importancia que zoológicamente pueda tener”.

Gerald Durrell fue un pionero (esa palabra) en muchísimos aspectos. Cuando él empezó a preocuparse por animales en peligro de extinción, se le ocurrió la idea de usar los zoos para la cría en cautividad, para salvar a la especie. No para su exhibición como monitos de feria a los que el público tira cacahuetes. Zoos con un objetivo científico. Eso revolucionó el conservacionismo en aquella época.

"Pensé: cuando llegue a casa voy a escribirle una carta y a hablarle de los sitios hermosos y dignos de conservarse que aún quedan en España"

Cerré el libro y miré de nuevo a mi alrededor. Anochecía. La muchedumbre de viajeros se había adensado, una especie de muralla de personas abatidas que pasarían la noche allí mismo, sobre la acera. Imaginé las cositas pardas que andarían ahora por el Retiro o por Madrid Río o por la Casa de Campo maravillándose de la oscuridad más absoluta que se les había regalado de golpe. Entonces apareció al autobús de mi hijo. Respiré aliviada. Y pensé: este libro me ha salvado de la angustia. Y pensé: no quiero vivir en una ciudad donde no hay espacio para las cositas pardas ni para la vida animal, donde se colocan focos potentísimos a lo largo del río para que los animales no puedan descansar y donde se talan árboles centenarios por doquier.

Pensé qué pensaría Gerald.

Pensé: cuando llegue a casa voy a escribirle una carta y a hablarle de los sitios hermosos y dignos de conservarse que aún quedan en España. Que escriba un libro, que yo le paso la información y se lo reseño.

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Autor: Gerald Durrell. Título: Yo mismo y otros animales. Traducción: María Luis Balseiro Fernández-Campoamor. Editorial: Alianza. Venta: Todos tus libros.

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