130 años de Rodolfo Valentino: por qué se convirtió en la primera estrella de Hollywood
Algunas de las películas más célebres de Rodolfo Valentino, como 'El caíd', pueden verse gratis en España gracias a la plataforma JustWatch TV.

Cuando Rodolfo Valentino nació en un día como hoy, pero de hace 130 años, las campanas de la región italiana de Apulia doblaban a muerto. Una epidemia de cólera se extendía por las calles y se llevaba consigo a miles de personas, muchas de ellas vecinas del joven Rodolfo. La situación mejoró pasados unos meses, cuando el niño aún no había aprendido a hablar. Aunque, de todas formas, Rodolfo Valentino conquistaría la gloria en silencio.
El padre de Valentino nunca supo que su hijo era la primera estrella de Hollywood. Murió cuando Rodolfo tenía 11 años, debido a una malaria que había contraído durante su época en el frente. En Castellaneta, la ciudad del aspirante a Latin Lover, se hablaba de un chico de mirada profunda y sugestiva; el favorito de todas las madres y con el que comenzaban ya a soñar algunas niñas.
En su familia, apenas importaba que fuese incapaz de aprobar un examen en el colegio. Según se cuenta en su biografía Dark Lover, la tribu de los Valentino terminaba por encogerse de hombros ante los suspensos de Rodolfo y murmuraba: “Pero es que es tan guapo…”.
Bailando en la capital del mundo
Rodolfo Valentino se había marchado a París cuando era un quinceañero, solo para regresar a Italia al cabo de unos meses. Por eso, cuando embarcó rumbo a Nueva York, en Castellaneta pensaron que el chico más guapo de la ciudad estaría de vuelta antes de que le creciese la barba. No fue así.
El italiano no sabía muy bien qué quería hacer. Vivió en las calles cuando no pudo permitirse un cuartucho, y aceptó todo tipo de trabajos: sirvió mesas, cuidó jardines y, sobre todo, bailó. Ejerció como bailarín de salón, bailó en fiestas, bailó por dinero y bailó para bailar cada vez mejor. También pisó fugazmente la cárcel bajo la acusación de conducta inmoral y, cuando lo exoneraron, buscó la pista más cercana y siguió bailando.
Sus pasos lo llevaron hasta Al Jolson, que lo incluyó en su troupe. En una de las giras, conoció a un hombre que decía ser actor y que, sobre todo, opinaba que Rodolfo Valentino también podría serlo si quería. Su nombre era Norman Kerry y, en retrospectiva, lo llamarían el Clark Gable de los años 20. Kerry y Valentino jamás coincidieron en una película.
El jinete de la Apoteosis
Residente de Sunset Boulevard (más tarde, coprotagonizaría Más fuertes que su amor con Gloria Swanson), Rodolfo Valentino comenzó a conseguir sus primeros papeles. En todos los casos, interpretaba al villano, al rufián, al hombre al que terminan derribando de un puñetazo sobre la barra de un bar en mitad del Salvaje Oeste. Muchos se habrían dado por satisfechos, pero Valentino no. En aquel joven negocio, había una corona que nadie había reclamado: abundaban las celebridades, pero Hollywood aún carecía de estrellas.
Lector ávido, Rodolfo Valentino devoró durante un rodaje Los cuatro jinetes del Apocalipsis, de Blasco Ibáñez. En su cabeza, aquella novela tenía todos los ingredientes para ser un éxito cinematográfico. Tras intercambiar preguntas con productores, supo que la Metro Pictures Corporation había comprado los derechos de Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Aún se sorprendió más cuando supo, por boca del productor responsable, que lo estaban buscando para interpretar el papel principal.
Los cuatro jinetes del Apocalipsis se convirtió en una de las películas más vistas del cine mudo y coronó a Rodolfo Valentino como la primera gran estrella de Hollywood, aunque en la Metro no se dieron por enterados y siguieron pagándole como si fuera un extra. En consecuencia, Valentino cambió de compañía: las ofertas abundaban y la más generosa era la de Famous Players–Lasky, que con los años se transformaría en Paramount. Este estudio le dio otro papel icónico, El caíd.
Todo se comprimió a partir de entonces: Valentino cambió formalmente su nombre por el más americanizado Rudolph (aunque jamás pidió la nacionalidad estadounidense), amó a decenas de mujeres y, según se sospechó (aunque con menos indicios de veracidad de lo que tiende a considerar el imaginario público), también a algún hombre. Se retiró del cine y volvió a él en un par de ocasiones, acaparó portadas y su fama nunca dejó de crecer.
Con 31 años, unos médicos certificaron la muerte de Rodolfo Valentino por lo que vendría a considerarse como el síndrome de Valentino. El niño italiano de mirada profunda apenas había vivido lo suficiente como para ser un hombre, pero sí una estrella. La noticia de su fallecimiento desembocó en varias muertes: algunas mujeres se suicidaron al saber que Rodolfo Valentino no volvería a mirarlas desde la pantalla de un cine.
Durante años, su tumba fue visitada por una mujer enlutada en el día de su aniversario. Nunca se conoció con seguridad su identidad, entre otros motivos porque la tradición se mantuvo durante demasiadas décadas como para que la mujer siempre fuese la misma. El ritual, eso sí, no variaba: una silueta embozada bajaba las escaleras que conducían a la cripta de Valentino y dejaban sobre el mármol unas rosas rojas. Y, en silencio, volvía a subir las escaleras y se marchaba. Sin decir una sola palabra.
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