12 Vall de Boí
El románico del Valle del Boí bien merece una ruta en bici para visitar las siete Iglesias que se incluyen en la lista. Si añades una visita al centro de interpretación y te sumerges en la realidad virtual, mejor aún.

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Hoy me tenía reservada una etapa monotemática: el románico lombardo catalán del Valle del Boí, patrimonio de la Humanidad desde el año 2000. Sin embargo, tú sitúate en los siglos XI y XII. Pues sí, entonces ya había rutas comerciales y religiosas que conectaban unas zonas de Europa con otras. Eso facilitó que el estilo que se había originado en Lombardía, en el norte de Italia, llegara hasta aquí. Para que no haya lugar a dudas, las señas de identidad deben mantenerse: bandas lombardas (franjas verticales de piedra que dividen los muros) y arcuaciones ciegas (series de pequeños arcos decorativos). Además, hay que dibujar edificios sencillos, con muros gruesos y pocas ventanas.
Lo que cuenta es la funcionalidad: son iglesias diseñadas para cumplir con las necesidades litúrgicas y comunitarias. Por supuesto, con especial atención a la forma en que se talla y posiciona la piedra. Debe ser una arquitectura robusta y duradera. Para terminar, dos detalles fundamentales: campanarios altos y esbeltos, que servían como puntos de referencia visibles en el paisaje, y unos conjuntos de pintura mural en el interior de las iglesias para deleite general con escenas bíblicas, figuras religiosas y alguna que otra veleidad. ¿Y todo esto dónde lo puedes encontrar? Pues si hay un lugar con una extraordinaria densidad de ejemplos es en el valle del Boí. Aquí al lado.
Mi ruta va a recorrer todas y cada una de las siete iglesias que conforman el conjunto «oficial», del que puedes llevarte una buena idea general a través del Centro Románico de Erill la Vall. Luego te doy más detalles. Además, le añado a la ruta una incursión en el Parque Nacional de Aigüestortes y lago San Maurici.
Ah, ya, de paso, insisto y arrimo el ascuas a mi sardina: el género negro continúa presente por los valles pirenaicos. La última novela de Toni Hill, uno de los referentes del género negro a nivel estatal, sitúa la trama en este valle. Ya te comenté que Lleida te puede obsequiar con unas cuantas pinceladas del género. Te he hablado de novelas de Montse Sanjuan, Rafa Melero y José Luis Muñoz. Te he contado que puedes visitar los festivales de El Segre de negre, Farrera Negra y Black Mountain Bossóst. Pues bien, añade a la lista, como te decía, La hora del lobo, de Toni Hill.
El inquietante Charles Bodman, psicópata de manual, malísimo e inteligentísimo, sigue dándole juego al autor tras El último verdugo. Y parece que habrá una tercera entrega. La hora del lobo concede gran protagonismo a nuestras queridas iglesias del románico lombardo catalán. Aquí, cada uno a lo suyo. Yo, a pedalear.
Vamos iglesia a iglesia, sin prisa, pero sin pausa. Hoy tienes clase, esta vez la definitiva, después de unos cuantos avisos anteriores, de románico lombardo catalán. Que sepas que la información que te voy aportando procede, en buena parte, de la web del centro de interpretación del románico que queda en Eric la Vall.
Mi jornada comienza a las 8:30. Tengo intención de alargar la ruta en el tiempo porque quiero llegar hasta cada iglesia, sin entrar, pero sí al menos tomar contacto con su arquitectura. Mi inmersión en románico la dejo para la visita al centro de interpretación. Desayuno en un bar cerca del hotel y asumo que voy a pasar frío en la primera parte de la etapa. Un grado bajo cero me marca el Garmin. Venga, lo hacemos porque queremos. Menos llorar. Cómo se agradece los tramos al sol. En la primera hora no ha habido forma de pasar de los cuatro grados. Eso sí, el día precioso, aunque desde mediodía se ha nublado algo.
Mi primera visita es a la iglesia de Santa María de Cardet. Como pasaba con la de la Assumpció de Cóll (que quedaba antes, pero que dejo para el final), esta queda también a la izquierda de la carretera, en un desvío que implica una subida que se agradece porque me permite entrar en calor. La iglesia queda en el mismo pueblo. Destaca, sobre todo, su ábside.
Aprovechando el desnivel del terreno dio para construir una pequeña cripta en el interior, la única de todo el conjunto de iglesias. Otra diferencia que salta a simple vista es que tiene espadaña y no torre campanario. El caso es que aquí lo que interesó, sobre todo, era el lugar estratégico en que se ubicaba: desde Cardet se podía controlar el acceso al valle y buena parte del territorio. Así pues, me vais a construir una iglesia aquí mismo, que matamos dos pájaros de un tiro.
De nuevo abajo junto al río, el valle nos obsequia, sin necesidad de ninguna ascensión, otra iglesia: la de San Feliu de Barrera. Esta vez nos da una pista sobre la diferencia entre construir en los siglos XI o XII. No, no era lo mismo.
Las diferencias constructivas de cada siglo se hacen evidentes en los dos ábsides que conserva la iglesia: el ábside del s.XI, decorado con arquillos ciegos, bandas lombardas y con un aparato irregular bien distinto a los sillares del ábside del s.XII.
En este caso también hay que indicar que en una remodelación llevada a cabo en los años 70 del siglo pasado aprovecharon para eliminar algunos elementos barrocos que se le habían añadido.
Bajo hasta la carretera que va junto al río y enseguida doy con la iglesia de San Félix en Barrera. Entro por un camino junto al río y busco la luz adecuada para las fotos. Hago lo que puedo. Ya me doy cuenta de que hoy, día de San Jorge, voy a disfrutar de visitas sin mucha gente alrededor. Estos días son tranquilos, a la espera del siguiente puente, que aparece en el calendario la semana que viene.
Me tomo un café para dejar pasar un poco de tiempo y que el sol haga su función.
En Sant Feliu de Barruera encontramos elementos arquitectónicos de los dos grandes momentos constructivos presentes en la Vall de Boí: los siglos XI y XII.
Las diferencias constructivas de cada siglo se hacen evidentes en los dos ábsides que conserva la iglesia: el ábside del siglo XI, decorado con arquillos ciegos, bandas lombardas y con un aparejo irregular bien diferente de los sillares del ábside del siglo XII.
Dejo para más tarde el desvío a Durro porque quiero pasar por el centro de interpretación, que queda junto a la iglesia de Erill la Vall. Vente conmigo al lugar en el que han instalado el centro neurálgico para explicar todo este entramado románico lombardo catalán.
Parece claro que en la reapertura, que tuvo lugar en febrero de este 2025, están apostando por la realidad virtual.
El Centro del Románico del Valle de Boí reabre al público con un nuevo proyecto pionero a nivel nacional e internacional con nuevos relatos y tecnologías inmersivas de vanguardia que le permitirán vivir nuevas experiencias.
La nueva museografía le llevará a conocer estos nuevos relatos con una mirada integral del territorio, la gente y las iglesias que han determinado el día a día de todas las generaciones que han vivido en su entorno desde el s. XI hasta nuestros días.
La realidad virtual nos permitirá vivir una experiencia inmersiva que le llevará a tiempo y espacios que nunca habría imaginado
Absolutamente recomendable la visita. Creo que es todo un acierto lo que ofrecen. Durante un buen rato te mueves no solo en torno a las iglesias, su arquitectura y sus pinturas murales, sino también en un contexto más amplio para entender por qué se construyeron aquí estas joyas del románico. De verdad, si estáis por la zona, pasad por el centro. He tenido la suerte de estar solo y de poder charlar con las tres chicas que atendían. Encantado.
Al lado, que no se olvide, queda la iglesia de Santa Eulalia. Ya, es evidente, ¿verdad? Me refiero a la torre del campanario. Es, desde luego, de las más esbeltas y coquetas: planta cuadrada, seis pisos de altura y decoración propia del románico lombardo, con arquillos ciegos y frisos de diente de sierra. De manual.
Por cierto, la mayor parte de estas iglesias se deben a la pasta que ponían sobre la mesa los Erill. Eran los típicos señores feudales que se gastaban en iglesias lo que saqueaban en las guerras. Como ves, una forma como otra cualquiera de demostrar que te sobra el dinero. El contexto histórico es importante para entender ppr qué había que presumir de iglesias: que se note quién manda.
Bajo de nuevo al valle y enseguida cojo un desvío a la derecha. La iglesia de San Joan de Boí queda a un kilómetro. Es la que, en principio, más se asemeja a cómo serían estas construcciones en su origen. Las pinturas murales constituían una pieza fundamental para la educación de la gente. Copio/pego de la web del Museo Nacional de Catalunya:
Las pinturas conservadas de Sant Joan de Boí revelan un programa iconográfico singular. Destaca una gran escena festiva con juglares y saltimbanquis (que se puede contemplar en el muro lateral de la derecha), que sorprende en un contexto religioso pero que quizá alude a las celebraciones vinculadas a la consagración del templo. Hay también un amplio ciclo dedicado a los santos, al que pertenece el conocido fragmento de la Lapidación de San Esteban, así como un magnífico bestiario situado en los intradoses de los arcos de separación de las naves, uno de los más amplios y singulares de todo el románico catalán.
Sigo hacia arriba por la carretera que lleva a la estación de esquí. Tres kilómetros después de Sant Joan tenemos la joya de la corona: San Climent de Taull.
Es el prototipo de iglesia románica de planta basilical con las tres naves separadas por columnas y cubierta de madera a dos aguas, cabecera con tres ábsides y torre campanario.
La imagen de Cristo en Majestad de Taüll ha sido una de las imágenes emblemáticas más utilizadas para representar el románico catalán. El original se conserva en el Museu Nacional d’Art de Catalunya.
En la iglesia se han recuperado recientemente importantes fragmentos de pintura mural original románica conservados in situ, y se ha implementado un proyecto museográfico que incluye la proyección con videomapping de las pinturas del ábside mayor.
Luego de bajar, otra vez, al valle afronto la subida al embalse de Cavallers. Supone pasar por el balneario de Caldas de Boí y continuar hacia arriba. Paro un rato a charlar con la guarda del parque. Lo haré de nuevo al bajar. El entorno es precioso, si bien el enorme paredón del embalse condiciona la vista. Al llegar arriba veo que, extrañamente, tiene poca agua. La guarda me explica al bajar que andan con reparaciones. Ya le he dicho: espero que las hagan como deben, por tu bien. El puesto de guarda queda debajo mismo de la presa.
Bajo desde los casi 1.800 metros a los que he subido, que todavía me quedan tres iglesias. La siguiente opción ofrece un dos por uno. Al coger el desvío a Durro enseguida me doy cuenta de que es una buena subida, con una pendiente constante del 10%. Pero voy a poder regalarme a la vista dos iglesias: la Natividad de Nuestra Señora de Durro y la ermita de San Quirce. Contrastan, a simple vista por sus dimensiones. La primera da testimonio de la importancia del pueblo de Durro en la Edad Media. Destacan las grandes proporciones de la nave, el campanario, la portada esculpida y el porche. Pero es que luego, entre los siglos XVI y XVIII, el templo románico creció con espacios como las dos capillas góticas o la sacristía barroca.
Por su parte, la ermita de San Quirce ofrece algo muy diferente. Ya se la ve, arriba, situada en un lugar estratégico. Apabullan las vistas. Me callo, copio/pego:
La ermita de Sant Quirc se sitúa en un marco privilegiado, en la montaña de Durro y a una altitud de 1.500 metros. Su emplazamiento no es aleatorio, sino que se trata de una marca territorial vinculada al espacio social trabajado por la comunidad y a la tradición de origen pagano de correr fallas.
Es un edificio del s.XII, de reducidas dimensiones y con aportaciones barrocas.
En su interior vemos la convivencia armónica de distintos momentos artísticos con la copia del frontal de altar románico, la imagen de estilo gótico de Sant Quirc y Santa Julita y el retablo barroco.
Venga, que hay que volver a bajar hasta el valle y subir hasta la última iglesia por visitar.
La iglesia de la Assumpció de Cóll queda, para no variar, en un alto, a la derecha de la carretera principal según bajo, y para llegar hasta arriba hay que negociar cinco curvas de herradura y salvar un desnivel de 160 metros en algo menos de dos kilómetros. Cuando ya llevas 1.750 metros de desnivel acumulado obliga a tomarlo con calma. La iglesia queda un poco antes de llegar al pueblo de Coll. Según leo, presenta algunas características que la diferencian del resto: «los materiales de construcción, el tamaño de los sillares (bastante más grande) o los elementos decorativos de la portada, la parte más interesante del templo». El campanario ayuda a entender la la evolución arquitectónica del templo: la parte baja es románica, mientras que los dos pisos superiores son de factura gótica.
Ya solo queda bajar de nuevo hasta El Pont de Suert. Han salido casi 2.000 metros de desnivel acumulado, pero la ruta lo merecía.
Kilómetros totales hasta esta etapa: 754,8.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 12.329.
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