100 días malos y ya quiere reelegirse
El protagonismo de Donald Trump en el escenario político y económico durante estos primeros 100 días de su gobierno ha sido tal, que podríamos concluir que todos los caminos conducen a él.

Apenas van 100 días de gobierno del presidente Donald Trump; no obstante, en la percepción, pareciera que lleva un lustro en la Casa Blanca, claro, sin contar su primer mandato. Aún le faltan mil 360 días para concluir su segundo y último gobierno; imagine todo lo que nos falta por ver.
Y es que ha sido tal su protagonismo en la escena político-económica global en este puñado de semanas de su gobierno que podríamos concluir que todos los caminos llevan a Trump.
Se ha involucrado en los principales conflictos globales: Medio Oriente y Europa del Este han emprendido una guerra arancelaria global, incluso contra países diminutos que apenas aparecen en los mapas; han convertido el tema migratorio en un fenómeno punitivo (triplicó redadas); las fronteras al norte y al sur del país son las causantes de la adicción sistemática por fentanilo de miles de estadounidenses; es decir, dentro de su narrativa, todos los problemas internos tienen origen en el exterior.
Se ha confrontado con políticos como si fueran pleitos de bares; recordemos lo que pasó en la Oficina Oval con Zelenski, a quien le prepararon una emboscada para ridiculizarlo. Apenas hace un mes lo querían fuera de la presidencia de Ucrania; hoy, lo apapacha y secunda. No se diga sus desavenencias contra políticos demócratas y republicanos, que los trata a base de peculiares apodos.
Se apoya en redes sociales que él creó, como la llamada “Truth Social” o la de su amigo, Elon Musk, “X”, quien también es un estratega de sus proyectos y planes. Estas redes le han permitido difundir mentiras y propaganda ideológica por los cuatro vientos de manera exponencial. Se cree un libertario, pero al mismo tiempo reprime; es un capitalista empedernido, pero al mismo tiempo retrocede hacia modelos que se aplicaban en el siglo XIX, como el de imponer aranceles sin un claro plan que valide resultados óptimos de esa estrategia; habla de justicia, pero tiene un historial largo por burlarse de la justicia; es amado por uno, pero odiado por otros.
Lo cierto es que en estos primeros 100 días, esa hiperactividad no se refleja en resultados, y mucho menos en popularidad, según la encuesta de NBC News Stay Tuned, coordinada por SurveyMonkey; 4 de cada 10 estadounidenses desaprueban su trabajo. Sobre la principal bandera de gobierno, los aranceles, 6 de cada 10 estadounidenses están en contra de su imposición a medio mundo, algo que quizá ni él mismo entiende. En general, esa misma proporción considera que Estados Unidos va por mal camino.
Por su parte, sobre la columna vertebral que pesa en los intereses de los estadounidenses, la economía, la creación de empleo, la capacidad del poder adquisitivo y su gasto, la ciudadanía considera que Trump no está tomando las mejores decisiones al respecto: el 55% afirma no confiar en sus buenas decisiones sobre política económica, publicó la semana pasada el Pew Research Center. Coinciden otras encuestadoras con estas cifras nada halagüeñas para el magnate neoyorquino.
Molesto, Donald Trump ha recriminado a parte de su gabinete por esos magros resultados. Irónicamente, y como una especie de estrategia para volver a enaltecer los ánimos en el mejor terreno que sabe manejar, el electoral, ha emprendido una rara y desafiante carrera rumbo a un posible tercer mandato.
Busca tantear la posibilidad y, para ello, su equipo de mercadotecnia ya vende prendas y gorras con las palabras “Trump 2028”. No obstante, ese deseo contraría la Constitución estadounidense, ya que en la enmienda 22 deja clara la prohibición de un tercer mandato, pero sabemos que Trump puede sacar de su chistera mecanismos para quebrantar la ley, como ya lo ha hecho.
Envuelto en sus propias contradicciones y magros resultados en estos primeros 100 días, Trump transita por un momento oscuro, no solo porque se divorció de la realidad, sino también de su sociedad. Todo hace suponer que su estrategia de imponer aranceles, sin cálculos y mediciones, y con más pérdidas que beneficios, le está costando caro y ahora no sabe cómo construir una salida elegante a un callejón que él mismo construyó y en el cual se encuentra perdido. Le urge un triunfo; por ello busca a toda costa lograr la paz en Ucrania.