Un hombre solo, un solo infierno, de Elí Urbina

Foto: Luis Enrique Yaulema Orna. *** La ciudad inútil Por caminos de hileras luminosas, vas rumbo a la ciudad inútil en un auto sin habla y sin creencia. Intermitentes golpes de luz iluminan tu rostro y lo ensombrecen; solo la ansiosa prisa te acompaña. Espantado, presencias el súbito suicidio de una sombra, como un precipitado... Leer más La entrada Un hombre solo, un solo infierno, de Elí Urbina aparece primero en Zenda.

May 12, 2025 - 07:13
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Un hombre solo, un solo infierno, de Elí Urbina

Foto: Luis Enrique Yaulema Orna.

Elí Urbina es un poeta nacido en Chimbote, Perú, en 1989. Fundador y director de la revista y editorial Santa Rabia Poetry, es autor de libros como El abismo del hombre (Buenos Aires Poetry, 2020), La patria del instante, 120 haiku (Alcorce Ediciones, 2023), Exŏdus (Santa Rabia Poetry, 2022) o L’abisso dell’uomo (edición bilingüe español/italiano Edizioni Arcoiris, 2023). También es autor de las plaquettes La sal de las hienas (Plectro Editores, 2017) y Fábula de los burros salvajes (Editora BGR, 2022). Su poesía ha sido traducida a varios idiomas y publicada en diversas antologías y revistas literarias del mundo. Presentamos una muestra de su libro más reciente, Un hombre solo, un solo infierno, una antología publicada en 2025 por Valparaíso Ediciones, que reúne lo más significativo de su obra escrita entre 2012 y 2024, y de la que presentamos una muestra.

***

La ciudad inútil

Por caminos de hileras luminosas,
vas rumbo a la ciudad inútil
en un auto sin habla y sin creencia.
Intermitentes golpes de luz
iluminan tu rostro y lo ensombrecen;
solo la ansiosa prisa te acompaña.
Espantado, presencias
el súbito suicidio de una sombra,
como un precipitado libro
abriendo un abismo entre tus manos.
Avenidas en ruinas y pilas de basura
enturbian largamente tu mirada,
y el asco que te embute,
la demagogia en las paredes,
como una lengua insepulta,
te enrosca por adentro,
y de pronto, despunta la demencia,
las dilatadas luces mercantiles,
la omnipresente fealdad y la terca
trituración sonora. Y entonces llegas
y huyendo, agobiado entras
en el refugio que anhelabas,
y el cuarto iluminado al fondo,
te anima a proseguir hasta encontrar
la compañía de tus pares,
ese pequeño exilio entre la nada,
y nada hallas, sino la tertulia
de sordomudos invisibles,
el tajo abrupto de la soledad,
y despojado de ti mismo, exhausto,
al fin retornas a la calle y miras
cómo los estercoleros se agrupan
y se ríen de ti y arden por montones,
y ya sin remedio te sumas a ellos
como uno más, tú, antigregario.

***

Bola de ratas

Ore, mus, domine mundi.

A la luz de la luna verde por el bosque,
un temblor de súbito sacude la cabaña;
ratas, ratas invadiendo en hordas; ratas,
con acerados dientes, con infectas garras;
ratas quebrando el silencio del papel;
ratas andando como latir de sombra,
al asecho de tu pie desnudo y de tu rostro;
ratas llenando la bombilla hasta nublarla,
desollando al gato, destripando al pastor;
ratas de piel lampiña y rugosa,
cual escroto decrépito, a ciegas olisqueando;
ratas pululando hasta por dentro del espejo,
un gran tumor mutante a punto de explotar en ratas;
ratas brincando a quemarropa en el pasillo;
ratas cuando a tientas buscamos la salida;
ratas como derrame de petróleo hirsuto,
apestando a humedad y a meadero,
a secreción y a carca umbilical;
ratas chirriando sin tregua, ¡aj!, chirriando,
lo mismo que sartenes o parlantes posesos;
ratas, ratas, fariseas, déspotas, demagogas,
agujereando por doquier al mundo,
siempre en tránsito hacia su latido;
ratas, paradigmas de monstruosidad,
engendros de un ovario emputecido, ratas.

***

I

El jade del delirio
fulge en tus ojos.
Ya somos piedra,
bebemos la bilis de las olas,
los escupitajos de los dioses.
Ya somos piedra,
guardamos en nosotros
los golpes del odio contra el hueso,
los golpes del odio contra el odio.
Ya somos piedra,
el epicentro de la sangre,
la carne destrozada,
la frente de los perros solitarios
que vagan sin destino.

***

Bajo este cielo extraño

Bajo este cielo extraño, hundido en el silencio,
corto la oscuridad con turbia pincelada.

Un inmenso arenal me circunda, se extiende
sobre el hueco del mundo, llena todo de ausencia.

Erguido entre el dolor, me mezclo con el polvo,
en marcha circular, siempre en sentido opuesto.

El tiempo no es el tiempo, pero de golpe pasa.

Tensa de incertidumbre la palma de mi mano,
raigambre membranosa, se alarga sordamente.

Un raudo, casi helado ardor asciende, estalla.
Violento es el tumulto terrestre de la angustia.

Tanta boca, piedra, uña; tanto ojo, vidrio, pelo.

Cada estremecimiento es un corte insondable.
Cada paso me envisca, incrustado de culpa.

Materia abominada, substancia crepitante.

Desde otra oscuridad, en la memoria, un rostro
grita inerme. ¿Es su nombre el nombre de mi herida?

En vano corto el muro de carne de esta sombra;
es todo desamparo, dolor que nunca acaba.

*** 

Más allá de las anónimas espesuras del silencio   

Más allá de las anónimas espesuras del silencio,
hay alguien que ansía ser tú y tomar tu reino.
Ese reino, que tú ves lleno de sombras y tristeza,
es el anhelo oculto de otro en su destierro.
¿Es que acaso eres solo un espejismo obsesionado
con la exuberancia de una vida ilusoria?
Tu mano atraviesa la plenitud del sueño
y, al despertar, quiebra la cáscara seca de los días.
El espejo ya no tiene una imagen para ti.
Vives en el lado oscuro de todos los azogues;
un mundo de duelo donde eres tu propio muerto.
¿Cómo puedes construir un castillo digno de tus ansias?
Estás cansado de plegarias y de sus inútiles carnadas.
En las arenas, restriegas el imán de las palabra
y no alcanzas el abundante erizamiento de la dicha.
Tus pasos hacia el vacío son inevitables y, aunque
intuyes la caída, te distraes con los placeres de la carne.
Más allá de las anónimas espesuras del silencio,
hay alguien que ansía ser tú y tomar tu reino,
ese vasto reino lleno de sombras y tristeza.

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Autor: Elí Urbina. Título: Un hombre solo, un solo infierno. Editorial: Valparaíso Ediciones. Venta: Todos tus libros.

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