Solange Rodríguez Pappe: La primera vez que vi un fantasma

Idioma: españolAño de publicación: 2018Valoración: entre recomendable y está bienConfieso no saber mucho sobre literatura ecuatoriana y lo que conozco se limita a unas cuantas escritoras actuales (Mónica Ojeda, María Fernanda Ampuero, Natalia García Freire), excelentes y que cultivan una literatura que, si bien no se puede adscribir del todo al género de terror, sí que resulta bastante inquietante (como poco). A este trío de nombres puedo añadir ahora el de Solange Rodríguez Pappe, que en 2018 publicó este libro de relatos, varios de los cuales sí que entrarían, en este caso, dentro de las premisas del género, incluso en su vertiente sobrenatural. Eso no quiere decir que todos los cuentos incluyan este componente ultraterreno, pero sí, quizás no por casualidad, varios de los mejores, según mi gusto. Se trataría del primero, Tiempo para de desayunar, en el que nos relata el día a día en un espacio liminar que podríamos identificar con alguno de los que nos aguarda, según la religión cristiana, más allá de la muerte -otra cosa es de cual se trata... O de si se trata de esto y no de otra cosa diferente, pero igual de desoladora-; La historia incómoda que contó Olivia el día de su cumpleaños, en el que el humor se combina perfectamente con lo espeluznante; El atanudos, un efectivo cuento sobre la superstición, las maldiciones y cómo evitarlas y el relato que da título al volumen, La primera vez que vi un fantasma, que trata justamente sobre eso -o quizá no y sea la narradora quien se convierte en un fantasma en vida-, tras una historia que podríamos considerar un noir desesperanzado. También lo sobrenatural es el motivo último de Un paseo de domingo, aunque, en mi opinión, el nivel de este cuento está un poco por debajo de los anteriores, por más que también responde a una idea notable. Algo parecido ocurre con Instantánea borrosa de mujer con luna, un microrrelato que recrea el mito vampírico.Un elemento no tanto sobrenatural, pero sí fantástico o, en algún caso, distópico, es lo que encontramos en los relatos Matadora, sobre una familia formada por una madre, su hija y una gata, que tratan de encajar en un nuevo domicilio; Un hombre en mi cama, distopía romántico-futurista que con un trasfondo de calentamiento global y complicadas relaciones personales; Confeti en el cielo, que ya directamente nos narra la noche del fin del mundo, desde la perspectiva de una mujer que vive en alguna ciudad latinoamericana y los más surrealistas Funeral doméstico y Pequeñas mujercitas (éste último trata, precisamente de eso, de una colonia de diminutas mujeres, un tanto salvajes,  que viven debajo del sofá de casa de los padres de la narrador). Paladar, por su parte, no tiene ese toque fantástico, pero sí macabro -o no- y la protagonista, al igual que en muchos de los demás relatos, es una mujer latinoamericana, en este caso casada con un gringo al que le gusta explorar las gastronomías exóticas. Por último, mencionar otros tres relatos -micro, en realidad- que se  alejan de los parámetros que he ido mencionando y que casi podemos considerar más como ejercicios literarios que narraciones con todos sus sacramentos: Conversación de los amantes, Cuento antes de ir a la cama y Pistola cargada. Éste último, que es el más extenso y también, creo yo, el mejor de los tres, resulta más interesante, además, porque se trata de un ejercicio irónicamente metaliterario -sí, la pistola del título vendría a ser la famosa "pistola de Chéjov"-; en todo caso, es un cuentito a la altura de los mejores del libro.La sensación que deja la lectura de esta recopilación de cuentos es algo ambivalente: muy satisfactoria en el caso de los primeros cuentos que he mencionado, algo menos en los últimos. pero, sobre todo, la idea de un tipo de narración adscrito -aunque no del todo, o no siempre- a lo fantástico, pero que deja un regusto más agridulce, melancólico, incluso, que la mayoría de la literatura que podemos considerar de este género. En cualquier caso, dan ganas de seguir leyendo la narrativa de esta autora, sean relatos (que creo que es lo que más ha cultivado) o novela, un nombre más que añadir a la magnífica y extensa lista de escritoras latinoamericanas que nos están dando esta época en la que vivimos.

May 18, 2025 - 11:48
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Solange Rodríguez Pappe: La primera vez que vi un fantasma

Idioma: español

Año de publicación: 2018

Valoración: entre recomendable y está bien

Confieso no saber mucho sobre literatura ecuatoriana y lo que conozco se limita a unas cuantas escritoras actuales (Mónica Ojeda, María Fernanda Ampuero, Natalia García Freire), excelentes y que cultivan una literatura que, si bien no se puede adscribir del todo al género de terror, sí que resulta bastante inquietante (como poco). A este trío de nombres puedo añadir ahora el de Solange Rodríguez Pappe, que en 2018 publicó este libro de relatos, varios de los cuales sí que entrarían, en este caso, dentro de las premisas del género, incluso en su vertiente sobrenatural. Eso no quiere decir que todos los cuentos incluyan este componente ultraterreno, pero sí, quizás no por casualidad, varios de los mejores, según mi gusto. Se trataría del primero, Tiempo para de desayunar, en el que nos relata el día a día en un espacio liminar que podríamos identificar con alguno de los que nos aguarda, según la religión cristiana, más allá de la muerte -otra cosa es de cual se trata... O de si se trata de esto y no de otra cosa diferente, pero igual de desoladora-; La historia incómoda que contó Olivia el día de su cumpleaños, en el que el humor se combina perfectamente con lo espeluznante; El atanudos, un efectivo cuento sobre la superstición, las maldiciones y cómo evitarlas y el relato que da título al volumen, La primera vez que vi un fantasma, que trata justamente sobre eso -o quizá no y sea la narradora quien se convierte en un fantasma en vida-, tras una historia que podríamos considerar un noir desesperanzado. También lo sobrenatural es el motivo último de Un paseo de domingo, aunque, en mi opinión, el nivel de este cuento está un poco por debajo de los anteriores, por más que también responde a una idea notable. Algo parecido ocurre con Instantánea borrosa de mujer con luna, un microrrelato que recrea el mito vampírico.

Un elemento no tanto sobrenatural, pero sí fantástico o, en algún caso, distópico, es lo que encontramos en los relatos Matadora, sobre una familia formada por una madre, su hija y una gata, que tratan de encajar en un nuevo domicilio; Un hombre en mi cama, distopía romántico-futurista que con un trasfondo de calentamiento global y complicadas relaciones personales; Confeti en el cielo, que ya directamente nos narra la noche del fin del mundo, desde la perspectiva de una mujer que vive en alguna ciudad latinoamericana y los más surrealistas Funeral doméstico y Pequeñas mujercitas (éste último trata, precisamente de eso, de una colonia de diminutas mujeres, un tanto salvajes,  que viven debajo del sofá de casa de los padres de la narrador). Paladar, por su parte, no tiene ese toque fantástico, pero sí macabro -o no- y la protagonista, al igual que en muchos de los demás relatos, es una mujer latinoamericana, en este caso casada con un gringo al que le gusta explorar las gastronomías exóticas. Por último, mencionar otros tres relatos -micro, en realidad- que se  alejan de los parámetros que he ido mencionando y que casi podemos considerar más como ejercicios literarios que narraciones con todos sus sacramentos: Conversación de los amantes, Cuento antes de ir a la cama y Pistola cargada. Éste último, que es el más extenso y también, creo yo, el mejor de los tres, resulta más interesante, además, porque se trata de un ejercicio irónicamente metaliterario -sí, la pistola del título vendría a ser la famosa "pistola de Chéjov"-; en todo caso, es un cuentito a la altura de los mejores del libro.

La sensación que deja la lectura de esta recopilación de cuentos es algo ambivalente: muy satisfactoria en el caso de los primeros cuentos que he mencionado, algo menos en los últimos. pero, sobre todo, la idea de un tipo de narración adscrito -aunque no del todo, o no siempre- a lo fantástico, pero que deja un regusto más agridulce, melancólico, incluso, que la mayoría de la literatura que podemos considerar de este género. En cualquier caso, dan ganas de seguir leyendo la narrativa de esta autora, sean relatos (que creo que es lo que más ha cultivado) o novela, un nombre más que añadir a la magnífica y extensa lista de escritoras latinoamericanas que nos están dando esta época en la que vivimos.