“Si el FMI cree que hay un atraso del 20%, no va a dejar que se vendan dólares baratos”, dice Gabriel Rubinstein

Es economista formado en la UBA e hizo cursos de posgrado en IDES; integró el comité de riesgo soberano de DCR-Fitch Ratings y fue asesor de Roberto Lavagna durante su gestión como ministro, donde fue director del Banco Central; en 2022, asumió como viceministro de Economía de Sergio Massa; es director de Yier Consultora

Abr 6, 2025 - 05:03
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“Si el FMI cree que hay un atraso del 20%, no va a dejar que se vendan dólares baratos”, dice Gabriel Rubinstein

El exviceministro de Economía Gabriel Rubinstein no anda con vueltas y dice que el gobierno de Javier Milei está haciendo el ajuste que le había propuesto en su momento a Sergio Massa, cuando el último candidato presidencial por el peronismo se hizo cargo del Palacio de Hacienda, en agosto de 2022. De hecho, el economista acaba de publicar un libro titulado “Algunas Discusiones en Tiempos de Motosierra”, donde incorpora palabras de la gestión libertaria.

En una entrevista con La Nación, Rubinstein elogia el ajuste fiscal realizado y el resultado de la devaluación inicial, pero cree que hubo un error del Gobierno de anunciar cambios en la política cambiaria con tanta anticipación a su implementación, lo que generó la volatilidad financiera de las últimas semanas.

–¿Cómo surge la escritura del libro?

–Son algunas discusiones de estos tiempos, antes y después de Milei. Cuando llegué al gobierno anterior, le propuse a Massa un plan que tenía rasgos muy similares a lo que ahora se implementó. Lo que quería hacer y no pude hacer, lo hizo Milei.

–¿Por qué no lo pudo hacer?

–No había la convicción suficiente para ir al equilibrio fiscal. Entonces se hizo un esquema gradual de baja del déficit, que después fue interrumpido porque empezó a impactar mucho la sequía y más tarde impactó la política con la elección. Ahí se interrumpió el ajuste fiscal, pero estaba concebido como gradual. El déficit venía [en agosto de 2022] de 3,5% del PBI hacia 4% y lo bajamos hacia 2%. Hubo un ajuste fiscal desde agosto hasta abril de 2023 y se volvieron a cumplir las metas con el FMI. Pero ya desde marzo o abril empezó a erosionarse por el impacto de la sequía y después en agosto vinieron las PASO. Mi intención al principio era bajar hacia cero el déficit, no de cuatro a dos.

–¿Usted creía entonces que Milei podía equilibrar las cuentas en el primer año?

–Sí, ellos lo ajustaron en el primer mes. No sé si lo hubiéramos hecho así tan rápido, pero esa era la idea, porque mi convicción era que, si haces el ajuste bien hecho, el impacto recesivo es muy leve. Por eso los políticos debían apoyar el ajuste fiscal. Massa también pensaba que había que lograr el ajuste, porque habíamos visto la experiencia de Roberto Lavagna de 2003 y 2005, donde el superávit primario antes de intereses era el doble de lo que tiene hoy Milei, era más de 3% del PBI. Teníamos toda una experiencia muy positiva en la Argentina de mantener un superávit fiscal y la economía crecía al 7%. El tema de que no se puede hacer el ajuste fiscal porque eso implica una recesión tremenda es un error. En esencia, el ajuste fiscal cambia el impuesto inflacionario por impuestos normales o por baja de gastos, pero no implica que la sociedad como un todo deba gastar menos y ajustarse como una recesión inevitable. No logré convencer quizás de esa manera, pero logré marcar una dirección de ajuste. Era lo que había. La otra parte del plan era devaluar, manteniendo el contado con liquidación (CCL) estable para bajar fuertemente la brecha, porque esta trae un montón de problemas. También había idea de hacer eso, pero empezamos con reservas negativas y por eso se lanzaron los distintos dólar soja. Tal vez en noviembre era el mejor mes para devaluar y ahí por algunas razones no se tomó la decisión que se venía hablando.

–¿Por qué no ocurrió?

–Si bien Massa había tomado mucho poder dentro de la alianza, no estaba todo el convencimiento. Pero principalmente fue porque el apoyo externo para la devaluación era bajísimo. Hubiera querido y esperado que el FMI y el Tesoro americano apoyaran más la idea que teníamos. Teníamos que hacer una devaluación y para que sea exitosa necesitábamos tener el CCL fijo. Si el mercado se corría, había que vender dólares y nunca nos apoyaron en esa tesitura. Siempre nos decían que plata nueva no iba a haber, a pesar de que teníamos un dólar bastante más alto en términos reales que el de ahora.

–El Gobierno ahora pidió al FMI un préstamo por US$20.000 millones y se está negociando el monto inicial. ¿Qué puede pedir a cambio el Fondo?

–Cuanto más puedan lograr que adelanten fondos, mejor, aunque sean restrictivos. Lo que se puede hacer con ese préstamo lo vamos a ver en el acuerdo con el FMI escrito y puede haber algo que haya que interpretar. También puede haber cosas que se hayan acordado por escrito secretamente y también podría suceder que haya entendimientos que no se escribieron con letra chica y que también formen parte del asunto. No vamos a tener una claridad absoluta. Al Fondo recién hay que pagarle en 2026. Es cierto que si les dan US$20.000 millones, US$14.000 millones son para el Fondo, pero hay tiempo para eso. Tal vez dentro de un año, la Argentina accede a los mercados internacionales y con esa deuda le paga al Fondo. No es algo tan matemático. Pero no creo que el FMI permita una intervención cambiaria.

–¿Por qué?

–Habría que ver bien qué establece el acuerdo, porque el Fondo puede fijar metas de reservas y si no se cumplen, deja de desembolsar. Y cualquier crisis que hubiera porque la Argentina no cumple con las metas, va a generar ruido. La parte más escabrosa es la de intervención cambiaria, donde ahí siempre el Fondo ha sido restrictivo. Uno puede pensar que si el FMI cree que hay un atraso del 20% o 25%, no va a dejar que se vendan dólares baratos. Tal vez el arreglo es que desaparece el dólar blend y que con una parte de eso pueden intervenir. Seguramente haya una frase en el acuerdo que hable de disorderly conditions [estrés en el mercado] que permita intervenir. Pero solo el Fondo interpreta qué es disorderly conditions. Esas son conversaciones que son fluidas y que no se pueden poner en la letra chica, menos en el acuerdo. Tal vez hay un memo, un entendimiento por afuera, pero no se puede establecer una pauta rígida de cómo se interviene en el mercado. En general, el Fondo no deja intervenir, y menos en un valor que ellos no consideren adecuados. Así que hay que ver qué pasa con las bandas cambiarias y qué pasa con la brecha, cómo los dejan intervenir en el CCL Se supone que por todo lo dicho por el Gobierno no habrá grandes cambios. Si hay grandes cambios, creo que estamos en otro problema.

–¿Por qué?

–Porque no puede estar [el ministro de Economía Luis] Caputo todo el tiempo diciendo que no se preocupen, que no va a haber devaluación, y que de repente haya devaluación. ¿Dónde queda la palabra de ellos? Hay que pensar que, si hay una flotación, a nadie le va a interesar el piso de la flotación, porque nadie está preocupado porque haya una revaluación del peso. Siempre miramos para arriba, a dónde se iría el techo. El problema es cuánto se interviene para que ese techo sea sólido. No puede haber una banda del 15% y que suba 15% el dólar en un día.

–Pero se imagina un esquema de bandas cambiarias.

–El Gobierno lo va dejando trascender. Dice que se va hacia un esquema de mayor flexibilidad, pero dice que nadie se tiene que asustar. La única manera sería con una bandita cambiaria.

–¿Podría ser más angosta y que se haga más ancha en el tiempo?

–Sí, eso sería lo lógico. Y lo más probable es que sería angosta hasta las elecciones y después un poco más amplia. Esto era lo que se venía pensando. El Gobierno bajó el ritmo del crawling peg en febrero del 2 al 1% y uno esperaba que eso iba a durar durante meses, pero ahora quedó en duda. Ahí el Gobierno se mandó macanas, porque la preocupación era qué pasa después de las elecciones y ahora todos se preguntan qué pasa mañana.

–¿Por qué se adelantó la preocupación?

–Pareciera que le dieron más valor al dinero del FMI, que antes no importaba, y ahora no solo importa, sino que además parece que el Fondo puso condiciones. Esa negociación creo que fue lo que los apuró en forma desprolija, porque nadie anuncia que va a haber modificaciones al sistema cambiario y no las ejecuta a las dos horas. Una cosa es anunciar que van a bajar el crawl desde el 1° de febrero, y otra es anunciar cambios que se van a saber en 20 días porque se están terminando de negociar con el FMI. Eso es mala comunicación o mala gestión o internas que no conocemos que hacen que las cosas se dieran de esa manera. Sobre todo, en un sistema tan álgido como el cambiario. Después están las declaraciones de Milei de decir que es irrelevante el tema cambiario. ¿A quién se le ocurre pensar eso?

–Siendo el Presidente economista, ¿por qué cree que lo hizo?

–Es raro. Obviamente, no se les puede preguntar porque no lo van a decir, tal vez lo hagan dentro de dos o tres años (risas). Son esos errores no forzados y es raro porque justamente son temas que ellos saben perfectamente. Se deduce que hay líos, que algo no salió como pensaban, no descarto alguna interna del Gobierno, pero con el Fondo se ve que no salió todo como pensaban. Y está el apuro por anunciar en un momento donde quisieron tener más certeza de contar con los dólares. Hace un tiempo dijeron que solo faltaba el moño, y ahora falta definir el sistema cambiario y los desembolsos. No está del todo claro.

–¿Por qué el Gobierno tomó la decisión de apreciar el tipo de cambio en tan poco tiempo?

–Para mí no fue una decisión del Gobierno, fue producto de las circunstancias. Milei cuando ganó las elecciones tenía un discurso en el que decía que el peso era un excremento. De hecho, el mercado tomó la noticia de su victoria con una suba fuerte del dólar, pese a que había ganado un político liberal, promercado. Milei decía que el único funcionario designado era Emilio Ocampo y era para cerrar el Banco Central y dolarizar. Al mercado le asustaba que Milei quisiera dolarizar sin dólares. Después el dólar bajó cuando asumió, pero los precios en pesos no bajaron. En el libro hago un contrafáctico de qué hubiera pasado si Milei hubiese ganado con un discurso pro peso. Podría haber tenido perfectamente un discurso anticasta, pero podría haber defendido el peso, que es lo que hizo después, cuando dijo que el peso iba a ser fuerte como una roca.

–¿Usted dice que el Gobierno no tenía otra alternativa que fortalecer el peso?

–Si no tenía los medios para dolarizar, había que fortalecer el peso porque si no podían fomentar una inflación o una hiperinflación. Creo que si íntimamente uno se encontrara en un bar con el equipo económico, dirían que con un dólar más alto sería más cómoda la situación. Ahora tienen que remarla mal, porque una cosa es que el dólar se abarate luego del éxito en el tiempo, y otra cosa es que comience con un dólar barato. El peso fuerte debería ser el final del camino, no el principio, porque al principio crea muchos problemas, especialmente si no hay dólares. Si hay una abundancia de dólares se puede financiar la transición, pero si no, ¿de qué te disfrazas cuando hay problemas?