Qué está pasando con la inteligencia humana: ¿retrocede por la tecnología?
Cada vez hay datos más inquietantes sobre caídas abruptas en las habilidades para leer y resolver problemas; el papel de la tecnología y el bombardeo de información actual

En la película “American Beauty”, el protagonista Kevin Spacey cuenta al principio un detalle que revela lo miserable que es su existencia: se levanta, se da una ducha, se masturba en ese momento y a partir de allí, todo el resto del día “va en caída libre”. Ese minuto en el baño es el pico, techo o punto máximo de su emocionalidad diaria.
¿Puede estar sucediendo algo parecido con la inteligencia o la cognición de los seres humanos? El debate tomó fuerza en las últimas semanas en ámbitos de educadores y tecnólogos, con datos cada vez más inquietantes que van apareciendo de caídas abruptas en las habilidades humanas para leer, resolver problemas, aplicar matemáticas y otras avenidas cognitivas. Y se profundiza aún más cuando se ven los estudios incipientes que están apareciendo sobre el efecto de herramientas de IA (como ChatGPT) sobre la inteligencia.
El término “inteligencia” tiene muchas definiciones y partir de ahí vuelve a la discusión pantanosa. Nadie está diciendo que la biología humana del cerebro haya cambiado dramáticamente en los últimos 10 o 15 años (que en términos de la evolución humana son un abrir y cerrar de ojos), pero sí hay indicios fuertes de que en áreas como capacidad de entender textos, atención o matemática se alcanzó el pico (el equivalente a la ducha de la mañana de Kevin Spacey) en el año 2012.
Lo muestran desde los datos de las pruebas PISA en decenas de países, pero también en relevamientos que van más allá de los adolescentes e incluyen a personas de todas las edades. El informe más amplio en los últimos meses fue el de la OCDE, que relevó las capacidades de lectura, matemática y resolución de problemas de 160.000 personas entre 16 y 65 años, de 31 países: los resultados fueron pésimos (solo dos países, Dinamarca y Finlandia, están mejorando). En Estados Unidos, por ejemplo, tres de cada 10 adultos tienen el nivel de comprensión de textos que se espera para un chico de diez años, o menor.
Hay menos indicadores de series largas sobre la variable “atención”. Pero desde 1980, todos los años, en un estudio que se llama “Monitoreando el Futuro”, en Inglaterra, se les pregunta a jóvenes de 18 años si tienen problemas pensando, concentrándose o aprendiendo cosas. La variable venía estable entre 1980 y 2010, pero empezó una rápida declinación en la mitad de la década pasada. En una nota en Financial Times, el periodista John Burn-Murdoch especula con que el culpable no es tanto la masificación de los smartphones sino el cambio radical en la forma de interactuar con la información, ahora mucho más pasiva por la avalancha permanente de videos y datos que recibimos.
En el mismo diario, la analista Sarah O’Connor se preguntó el mes pasado en una columna si no seremos ya una sociedad “postalfabetizada”. Este concepto se refiere a una cultura en la que, aunque la mayoría de las personas sabe leer y escribir, ya no depende principalmente de la lectura para adquirir información, aprender o comunicarse: se reemplaza este camino por medios audiovisuales, inteligencia artificial, o formatos más interactivos y visuales. O’Connor cita una opinión del crítico cultural Neil Postman: “La inteligencia humana está entre las cosas más frágiles de la naturaleza. No hace falta demasiado para distraerla o eliminarla”.
¿Qué pasó con la masificación de ChatGPT y otras herramientas de Inteligencia Artificial Generativa (IAG)? De nuevo: la tendencia descripta en los párrafos anteriores parece profundizarse. Un estudio de investigación (del Centro de Prospectiva Estratégica Corporativa y Sostenibilidad, de la SBS Swiss Business School) con 666 participantes reveló que un mayor uso de la IA conduce a un menor rendimiento cognitivo. Al respecto, Reid Hoffman, uno de los fundadores de LinkedIn y autor de “Super Agency”, sostuvo: “Yo uso la IA de manera crítica, para desafiar mis ideas; creo que si se usa así no hay riesgo de volvernos más tontos. El problema es cuando se utiliza solo para amplificar nuestro sesgo de confirmación en las tareas que realizamos, de manera acrítica”.
Como las series de tiempo por uso de IAG son aún cortas hay muy pocos estudios, pero los que aparecen tienen conclusiones negativas en este sentido. En octubre, los académicos G., Jiang, J. y Liao, H. publicaron “The work affective well-being under the impact of AI”, y encontraron un mayor estrés laboral correlacionado con la conciencia de los avances de IA
Con el actual ciclo de transformación se habla cada vez más de un “efecto Flynn negativo”. El Efecto Flynn, nombrado por el investigador James R. Flynn, describe el fenómeno observado durante gran parte del siglo XX: los puntajes de coeficiente intelectual aumentaban de generación en generación en muchos países del mundo. Fundamentalmente, gracias a las mejoras en nutrición, en educación, en salud pública y gracias al aumento de la complejidad cognitiva del entorno. En lo que va de este siglo, esta tendencia se revirtió.
“La concentración humana, nuestras habilidades verbales y numéricas están en caída libre. Las causas son muy fáciles de identificar, pero en realidad no nos hemos puesto a diseñar ninguna solución para revertir el curso actual de esta tendencia. En cambio, continuamos creando infinita cantidad de contenido que aumenta el confort de este estado de las cosas”, escribió hace dos semanas Stefano Bernardi en su muy buen newsletter Unruly Futures. La situación se parece cada vez más a la descripta por Isaac Asimov en su novela “Los robots del amanecer” (1983), parte de la saga de los robots, y especialmente en la descripción del planeta Solaria. En ese planeta, Asimov imagina una sociedad hipertecnificada donde los humanos viven completamente aislados unos de otros; todo contacto físico o social está mediado por tecnología y la población es muy baja: cada persona tiene miles de robots a su servicio (hoy además se agregarían los agentes autónomos de IA). En Solaria, la inteligencia práctica, emocional y social disminuye con el tiempo y hay, además, una fuerte desconexión con el “mundo real” y una desaceleración del pensamiento crítico.
Todo este cuadro se vuelve aún mucho más grave cuando se estima que el 59% de la fuerza laboral global necesitará recapacitarse para 2030. Esa es una de las conclusiones clave del nuevo Informe sobre el Futuro del Trabajo 2025 del Foro Económico Mundial (WEF,), basado en datos de más de 1000 empresas, 26 industrias y 14 millones de trabajadores. El mensaje del informe es claro y contundente: la inteligencia artificial va a transformar el mercado laboral más rápido de lo que muchos esperan. “La IA podría convertirse en una tecnología de propósito general tan transformadora como lo fueron las máquinas de vapor durante la Revolución Industrial del siglo XIX. Hay señales claras de que, en los próximos dos a tres años, la IA dará vuelta el mundo de los negocios y del trabajo”, sostuvo el WEF.
Los memes y bromas sobre este tema están a la orden del día. Una de ellas remarca que la proyección tecnooptimista de que una super-inteligencia artificial alcanzará a todas las habilidades cognitivas humanas está llegando, pero no tanto por mérito propio de la IA, sino por la disminución de la otra variable con la que se compara (la cognición humana).